Los signos de apertura no frenan el éxodo de cubanos

Transcurrió una década desde que Wendy Guerra escribió Todos se van. Y pese al deshielo con Estados Unidos y las “actualizaciones socialistas” del presidente Raúl Castro, casi todos se siguen yendo. “Cuba es la misma sociedad cerrada; sus cambios son cosméticos”, describe la propia escritora. Ni siquiera su libro se puede leer en la isla.

“Tú te paras donde sea y la gente te habla de cómo está intentando resolver para irse. Es la palabra de moda.” Yusniel Tamayo, habanero de 36 años, vive del “invento“.

“Me quiero ir por mis hijos, por su futuro”, afirma quien no cree en las reformas económicas. “Mucha muela, mucho bla bla bla”, explica Tamayo.

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El éxodo de Cuba continúa imparable. Por lo menos 10,000 personas abandonaron ilegalmente la isla entre enero y febrero de este año, temerosos en su gran mayoría de que el acercamiento con Estados Unidos provoque la derogación de la ley de ajuste cubano, que facilita la inserción del emigrante cubano en la sociedad norteamericana. Basta con que un cubano ponga el pie en territorio estadounidense para que la ley sea aplicada.

La media anual de salidas de la isla en los últimos tiempos ronda las 40,000 por año, incluso más en los últimos meses, lo que provocó la crisis migratoria en Costa Rica, luego de negarse la aliada Nicaragua a que los cubanos pasaran por su territorio.

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Tamayo y su “socio” (amigo) Rod-ney Livén (32 años) representan la cara y la cruz del éxodo.
Rodney acaba de llegar a Trinidad y Tobago después de tres fracasos. El año pasado se lanzó al mar en balsa con una docena de personas y luego de gastar 400 dólares. La embarcación, construida con un gran tanque de metal y el motor de un auto Lada soviético, dejó de funcionar a varias millas de la costa cuando aquello “era lo máximo”.

“Todos íbamos cantando”, cuenta Rodney. Vendió la televisión y el DVD y con un préstamo familiar se aventuró en otra salida marítima. Otro fracaso: se trataba de un timo. Desde 2011, gracias a una de las reformas de Raúl Castro, los emigrantes ya no pierden sus casas ni sus bienes, pueden regresar sin problemas a la isla y no son acusados de traidores y contrarrevolucionarios.

La desesperación embargaba a los dos amigos, quienes decidieron venderlo casi todo: Rodney, su casa (2500 dólares) y Yusniel, su moto (1700 dólares). Supieron que el consulado de Ecuador estaba tramitando visados e invirtieron todo su dinero en el viaje a Quito. Partieron el 5 de enero y un día después estaban de vuelta en La Habana.

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“Nos trataron como a perros. Nos rechazaron pese a que los papeles nos lo firmó la propia cónsul ecuatoriana. De 61 personas que íbamos en el avión de [la aerolínea ecuatoriana] TAME sólo tres se quedaron. Lo hemos denunciado aquí, pero ya sabemos cómo son las cosas en Cuba”, explica indignado Yusniel Tamayo.

Otra oportunidad

Rodney, con el dinero que le quedaba y la ayuda de su suegro, tuvo una nueva oportunidad y ahora, en Trinidad y Tobago, trabaja “muy duro” como obrero. “Pero hay mucha diferencia, hermano. Esto no es lo mismo, no hay policía que te moleste”, señala desde su nuevo país.

El turno es ahora para Yusniel, que busca nuevas salidas. “A donde sea, a donde me sienta libre, a donde pueda buscar un futuro para mis hijos. Y alejarme de esta vida, todos los días luchando para poder comer”, dice.

El joven habanero sobrevive estos días vendiendo pescado. “No puedo entender que esté prohibido cuando somos un país rodeado de agua”, señala. Los dos amigos aman su país; Rodney incluso lleva tatuada la bandera cubana junto a su corazón. Yusniel exhibe otro tatuaje en su brazo izquierdo: Camilo Cienfuegos, el mítico héroe de Sierra Maestra muerto en un accidente de avión. “Él sí es el verdadero”, concluye.

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La teoría oficial del gobierno insiste en que “los cubanos son víctimas de la politización del tema migratorio por parte del gobierno de Estados Unidos, de la ley de ajuste cubano y, en particular, de la aplicación de la llamada política de pies secos-pies mojados”.

Salarios paupérrimos, condiciones económicas extremas, insostenible situación de la vivienda y que ha convertido a la otrora joven Cuba en uno de los países más viejos de América.

Otra consecuencia es la descapitalización de profesionales, ávidos de rehacer su vida en otras tierras.