“No sabía cuándo era seguro salir… sentía cómo las balas rebotaban”: sobreviviente del atentado en Orlando

Vico Báez Febo se encontraba en el club Pulse en Orlando cuando se desató el atentado que dejó 49 personas muertas. Él pudo esconderse y protegerse de las balas, pero varios de sus amigos perdieron la vida

Vico Báez Febo vivió una película de horror en carne propia la madrugada del domingo 12 de junio cuando un hombre entro en la discoteca gay Pulse de Orlando y disparó contra los presentes. Hasta el momento se ha confirmado que 49 personas fueron asesinadas y 53 resultaron heridas en ese atentado.

Báez, originario de Barranquitas, Puerto Rico, narró que cuando escuchó el primer disparo en el Pulse creyó, al igual que muchos de los que estaban allí, que se trataba de un efecto de sonido en la música. Sin embargo luego del segundo disparo varias personas comenzaron a correr hacia la salida y fue ahí  cuando Báez corrió afuera del edificio.

A sus cortos 22 años estaba celebrando con sus amigos, unas 15 personas, la adquisición de su primer apartamento. Su fiesta comenzó como un “house warming party” y sus amigos decidieron llevarlo al club Pulse.

“Nos fuimos a celebrar y algo estaba en el ambiente pues algunas de mis amistades se fueron temprano, era una de esas noches en que alguna gente se fue temprano a su casa”, contó Báez. Uno de sus amigos quiso irse y Báez decidió acompañarlo hacia la puerta del club. “Fue en ese momento que comenzaron los disparos”, dijo el joven quien buscó refugio de inmediato en lo primero que encontró: un armario para equipo de limpieza (‘shed’).

“Abrí la puerta del ‘shed’ y me metí ahí adentro solo. Me puse unas maderas cerca de la cabeza pensando en protegerme”, dijo Báez, quien temía por su vida y estuvo encerrado escuchando todo lo que ocurría, “gritos, tiros, gente corriendo y gritando”, por más de una hora y media.

“Perdí la noción del tiempo, no sabía cuándo era seguro salir de mi escondite, sentía cómo las balas rebotaban en el metal y pensaba que estaba seguro ahí”,  afirmó Báez con voz conmocionada.

En un momento una bala entró en su escondite y rompió un contenedor de agua.

“Al ver todo mojado me di cuenta de que estaba vulnerable e inseguro, pensé que perdería la vida”, dijo el joven, quien asustado decidió entonces llamar a su mamá y su hermana pensando que ese sería su ultimo adiós: “Recuerdo que no me salía la voz, lo único que decía era ‘mami , te quiero, te quiero , te quiero’…”.

Mientras se despedía casi sin palabras, la balacera continuaba, había gritos seguidos de silencio y luego todo comenzaba otra vez. “Temía que nunca saldría de allí “, contó.

Entonces,  alguien abrió la puerta de su escondite. “Se me fue el corazón al estómago. Vi una luz brillante, era un ‘flash light’ de la policía”,  explicó Báez.

De inmediato voces le dijeron que levantara sus manos y las dejara ver. “Seguí sus instrucciones, pero me agarraron  y me tiraron de cara al piso con las manos atrás. Estaba aterrorizado, pero también sabía que podía estar a salvo”, cuenta Báez con voz temblorosa.

No fue un rescate fácil Esa noche los llevaron a él y a todos los que pudieron a una estación de policía a dar sus declaraciones. “No me dejaron ir hasta que hable con ellos [las autoridades] y contesté todas sus preguntas, llenaron una guagua de la Lynx con gente, éramos muchos”, cuenta el joven, quien no regresó a su casa hasta después de las 9:30 de la mañana del domingo.

“No nos dieron nada de comer, solo agua. Me dieron dos ataques de ansiedad y no me ayudaron con ningún tipo de consejería emocional, fue muy frio todo y muy impactante”, expreso Báez quien fue recogido por sus padres a la estación.

Según Báez, uno de sus amigos intentó escapar y recibió tiros en el estómago. Fue llevado al hospital de emergencia y aún se encuentra en estado crítico de salud. Otro amigo intentó brincar la verja de salida y recibió tiros en la espalda y, además, “era tanta la gente intentando escapar que le pasaron por encima y le rompieron una pierna”, dijo Báez.

Dos de sus amigas estaban dentro del club y al principio Báez no supo de su destino. Después se confirmó que ambas habían fallecido en el ataque. Sus nombres eran Amanda Alvear y Mercedes Marisol Flores.

Mientras estuvo esperando en su escondite, Báez dice que pensaba en su vida y que este tipo de cosas no ocurrían en Orlando. “Siempre me sentía muy seguro en ese lugar, nunca pensé vivir algo como esto, definitivamente hay que hablar para crear conciencia y acabar estos crímenes de odio”, concluyo Báez.

Por otro lado, otra de sus amistades, Abismael Colón, perdió a unos 12 amigos y cuatro más fueron llevados al hospital. Tres de ellos están en condición crítica. “Vico está destruido con esta situación, vivió el horror en carne propia. Aunque como quiera todos nos sentimos como en una pesadilla, lo de él es una historia de película”. Colón no salió esa noche de su casa porque estaba cansado. “Iba a ir [al Pulse] pero preferí quedarme”, dijo.

“Mi otro roomate que tampoco salió al club esa noche recibió unas llamadas de madrugada [sus amigos estaban allí] y está muy afectado. No duerme y tiene ataques de ansiedad desde ese día”,  comentó Colón expresando su dolor.   “Horrible… las historias son horribles”, dijo.

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