Alejandro Marín, un contador de historias “made in” Colombia
El realizador independiente se está abriendo espacio con sus obras de teatro y cortometrajes con tinte social y político
Cuando era solo un niño, Alejandro Marín jugaba a crear historias con su mente, en casa de su abuela, donde vivía en Bogotá. De adolescente Alejandro seguía jugando a lo mismo, pero muy para él y sin que nadie lo viera. De adulto siguió jugando y voló a Estados Unidos, no con la idea de conquistar el sueño americano sino de conquistar sus propios sueños.
A sus 39 años, el cineasta ha causado buena impresión con obras de teatro como “El Hado Madre-Hado”, que han sido premiadas por el uso creativo de los recursos multimedia, lo que se ha vuelto su sello. Ha dirigido múltiples videos musicales y tres cortometrajes. Hoy está en Nueva York, metido de cabeza en su nueva película, “Crusade in Wonderland: Rise of the Drumpf”, una cinta que se estrenará en agosto, con actores de todas partes del mundo, que toca el mensaje de división y odio que ha desencadenado el discurso político de Donald Trump.
Cuando ve sus obras en las tablas y sus proyectos de cine en la pantalla ¿siente que logró el sueño americano?
¿El sueño americano?… no sé. Es que esas ideas y esos conceptos me parecen un poco limitados. Yo creo que el individuo está sometido a su propia experiencia y a su propio desarrollo, y me imagino que en el momento en que mi experiencia me llevó a ese punto de madurez, yo ya estaba en este país y en este país es donde empiezo a encontrar ese camino.
¿De niño soñaba con ser director?
Cuando era niño nunca tuve la idea concreta ni identifiqué ese ejercicio lúdico que existió con el cine. Pero siempre fui un contador de historias. Creo que es natural para el ser humano, y sí hubo mucha intensidad en ese ejercicio mental de estar construyendo narrativas, construyendo imágenes. De hecho el ejercicio de jugar y construir mundos lúdicos para mí se alargó curiosamente, pues aunque mi niñez de alguna manera se vio un poco interrumpida, por circunstancias y por decisiones, por mi naturaleza siempre fui muy curisoso y empecé a explorar la calle, pero me mantuve pegado a la imaginación y al juego, hasta adolescente grande.
¿Qué le ha faltado para llegar más lejos en su carrera?
En el caso mío ha sido un trabajo a huevo (duro). No he tenido la suerte de cruzarme con ese personaje que de pronto se convierta en la plataforma, un gran productor. Pero creo que lo principal es hacer, hacer y hacer. Trabajar, tener perseverancia y tener disciplina.
¿Se considera un orgullo colombiano?
Yo creo que por encima de cualquier etiqueta, soy un humanista. Mi idiosincracia es colombiana, pero de alguna manera también me considero cosmopolita en mi naturaleza. Soy colombiano, orgulloso de la colombianidad, pero no soy un colombiano chovinista (que cree que lo de su país es lo mejor de lo mejor). Esas etiquetas que nos dividen y nos separan me parecen peligrosas.
¿Qué directores famosos lo han influenciado?
Mucho el cine español, definitivamente. Álex de la Iglesia, Alejandro Amenabar e incluso Pedro Almodovar, que son referencias tan opuestas en sus estilos y en sus planteamientos. También Danny Boyle y Jean-Pierre Jeunet.
¿La meta es Hollywood?
Hollywood como tal no ha sido nunca un objetivo. No me considero ese tipo de director. Hollywood es industria, es un modelo al que no pertenezco. Si llega a pasar sería una oportunidad para cualquiera, pero en mi carta de navegación me veo más como un realizador independiente.
Hablenos de su último cortometraje, donde hace una crítica al fenómeno que desencadenó Donald Trump…
Crusade in Wonderland es un proyecto que obedece a una necesidad de decir algo en un momento crítico por el que pasa nuestra sociedad. En estas últimas elecciones lo que hemos visto es el resurgimiento de monstruos y narrativas que pensábamos que estaban atrás, pero que están latentes y que están vigentes y que están luchando por salir a flote para volverse relevantes una vez más, como parte de la cultura y la sociedad de este país. Los discursos que nos dividen y que llevan por el camino del odio y la intolerancia, son extremadamente peligrosos. Aunque creo que la irresponsabilidad principal no es solo de parte de Trump sino de parte de nosotros como sociedad, si le vamos a dar la oportunidad a una persona con esas características de convertirse en el líder de un país como este, en un momento tan crítico como este.
¿Ha soñado alguna vez con recibir un Oscar?
“Me lo he imaginado dentro de todas las cosas locas que me he imaginado a lo largo de mi vida… ¡y hasta me he imaginado conquistando el espacio!…”.
¿Y si se lo ganara qué diría al recibir la estatuilla?
Que hay que soñar. Que hay que trabajar y que hay que mantenerse siempre en el camino por el que la pasión nos conduzca. La vida es una experiencia única en la que hay que saciarnos de pasión y de amor por lo que hacemos. Si no sería un absurdo existencial.