Extienden una mano a los cuidadores del hogar

El Concejo Municipal aprueba una ley que busca garantizar los derechos de estos trabajadores, en su mayoría inmigrantes hispanas

Bárbara Rodríguez tuvo un muy mal año en 2010. Su esposo enfermó y necesitó de su asistencia durante buena parte del día y la noche. Tal era la situación que Rodríguez tuvo que pedir un mes de licencia familiar sin paga. “No hubo posibilidad de que me la dieran pagada”, lamenta ahora esta puertorriqueña afincada ‘desde toda la vida’ en la ciudad.

Ella dice que durante un año, hasta que su esposo falleció, se tuvo que dividir como pudo, precisó la ayuda de su hija, sufrió estrés emocional, no tuvo tiempo para sí misma además de renunciar a sus ingresos durante ese mes.

Cuando no estaba ocupada en su casa con su esposo, Rodríguez, de 53 años, cuidaba a otras personas mayores o enfermas porque ese es su trabajo. Ella es una de las miles de cuidadoras en el hogar hispanas (caregivers), en una ciudad que las necesita cada vez más no solo para atender a niños sino también a personas mayores o enfermas.

Ella lleva más de 15 años en este trabajo, 11 en una empresa que recientemente cuenta con un sindicato que permite a los empleados tener un buen plan de salud.

“Es algo que muchas cuidadoras con las que hablo no tienen. Sus vidas son muy difíciles porque pagan mucho por el seguro de salud y sus salarios son más bajos de $8 y $9 la hora”, cuenta. Rodríguez, que ha estado participando en las manifestaciones demandando los $15 la hora, está cobrando $10.31 y $11.10 en fines de semana. Es un salario que se elevará cuando llegue el alza progresiva hasta $15 aprobado en el estado.

Les dan apoyo

El trabajo de estas personas, la mayoría mujeres, va a estar apoyado por parte de la ciudad a partir del año que viene. En marzo está previsto que entre en vigor una ley aprobada el pasado 16 de agosto por el Concejo Municipal y que crea una división para estos trabajadores en la nueva Oficina de Estándares Laborales que depende del Departamento de Asuntos del Consumidor (DCA).

“Con esta oficina se va a dar una mano y ayuda a los derechos de estas personas que son en su mayoría inmigrantes, mujeres de color que son quienes cuidan a lo más preciado de los neoyorquinos, nuestros hijos y nuestros mayores”, explicaba Irene Jor, organizadora de la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas, en un comunicado.

Uno de cada siete trabajadores de bajos ingresos en la ciudad es un cuidador en el hogar, siendo una de las ocupaciones que emplea a más personas.

El Concejo Municipal también aprobó que se haga un estudio entre los cuidadores no pagados, que normalmente son familia y amigos de la persona que necesita la atención, y los proveedores de estos servicios para desarrollar un plan con el que se pueda prestar una mejor atención a las necesidades de estos cuidadores que no cobran nada por su trabajo con enfermos y ancianos.

Para la concejal Debi Rose, que junto a la concejal Margaret Chin y la presidenta del Concejo Melissa Mark-Viverito presentó la ley para hacer este estudio, la necesidad es muy grande porque “la población anciana está creciendo y es difícil que las familias estén preparadas o puedan permitirse tomar el tiempo para cuidar de una persona en una situación como por ejemplo el Alzheimer”. Rose lamenta que hay una generación de neoyorquinos que están ocupados con sus propios hijos además de sus padres ancianos.

“Yo misma experimenté la presión con mi madre cuando estuvo enferma de Alzheimer“, explica Rose, quien cree que es clave la licencia familiar pagada para evitar que nadie se sienta culpable de dejar a un familiar por tener que ir a trabajar. Una vez que se haga el estudio se tomarán las medidas necesarias para acomodar las necesidades que se pongan de manifiesto.

Piden licencia pagada

Cuando hablen con ellos, las autoridades municipales se van a encontrar un apoyo absoluto a la licencia pagada por motivos familiares. Janice Caruselle, que se hizo cargo de su madre cuando esta sufría de Alzheimer, explicaba a El Diario que esto es necesario “porque es otro trabajo”. “Es más, apoyaría que se creara una licencia de circunstancias extraordinarias para personas que están cuidado a personas con demencia o Alzheimer”, dijo.

Amalia Domínguez-Medina, cuyo padre también sufrió esta enfermedad degenerativa, explicaba que “ya se sufre bastante como para además perder el trabajo”. Caruselle, que es enfermera y vive en Staten Island, dice que ella tuvo la suerte de estar entrenada para el trabajo y tener un empleo a tiempo parcial que pudo acomodar. Reconoce que ella no dependía de su salario y eso le ayudó “pero mucha gente si necesita trabajar”.

Rodríguez cree que también hay que dar más entrenamiento a las caregivers, algo que Caruselle cree que también los familiares agradecerían. “Necesitamos más, que nos certifiquen para tratar mejor al cliente y tener menos limitaciones y ser más competentes en nuestro trabajo”, explicaba Rodríguez. Ella está certificada tras hacer una formación de doce semanas y pasar exámenes estatales y federales pero cree que necesitan una formación más continuada. “Es algo que podría reducir las lesiones de los cuidadores, porque se puede aprender cómo mover el peso de una persona o usar maquinaria disponible para ayudarles a mover sin tener que hacer tantos esfuerzos”.

Esta cuidadora entiende que no todo el mundo llega con el inglés suficiente para poder entender el entrenamiento pero cree que los cursos deberían ser en varias lenguas.

Rose dice que no quisiera que las necesidades de formación exijan unos requerimientos educativos tales como para dificultar el acceso de trabajadores a esta ocupación, pero si cree que es apropiado certificar que estas personas saben además de CPR, cómo tratar a personas con incapacidades mentales, problemas cognitivos o una enfermedad. “El estudio nos informará cómo preparar mejor a los cuidadores”.

Las mujeres apuntaron también la necesidad de ayuda personal para el estrés que causa un trabajo tan emocional como cuidar a un padre o familiar enfermo  y ayuda práctica en el sentido de que se podría expandir la red de trabajadores sociales o cuidadores entrenados (“que sepan ver las escaras de los enfermos si las hay”, explica Caruselle), y seguros médicos que cubran a personas que no estén protegidos por el medicare y el medicaid.

La mejora de las condiciones laborales de los cuidadores es una asignatura pendiente de la sociedad a la que la ciudad quiere empezar a responder con estos primeros pasos. “Son los héroes de muchas familias, hay que hacer lo posible por mejorar sus vidas”, dice tajante Caruselle.

Necesitan planificación financiera

Janice Caruselle asegura que otra necesidad es la “planificación financiera no solo para cuestiones de herencias sino para gestionar el patrimonio, los recursos que da el medicare y el medicaid  y el plan potencial de buscar un nuevo hogar para un familiar, algo que emocionalmente es muy difícil”. Ella dice que tuvo que hacerse guardiana legal de su madre, un proceso muy complejo y caro que no todo el mundo puede permitirse.

Domínguez- Medina, dominicana y madre de cuatro hijos, puede hablar de la necesidad de contar con ayuda legal y asesoría financiera porque su padre, aquejado de Alzheimer también, fue retenido contra la voluntad de ella en la República Dominicana, por una familiar que además se hizo con el control de sus finanzas. Ella, que trabaja limpiando para una empresa, tuvo que viajar frecuentemente a la isla para ver a su padre y asegurarse de que estaba bien. Tras dos años y medio de luchas pudo traer de vuelta a Nueva York a su padre. Pero los continuos viajes le costaron su casa. El casero pensaba que estaba subalquilando el apartamento y consiguió su evicción. “Afortunadamente el trabajo lo conservó porque la empresa para la que trabajo es de gente muy joven muy comprensiva”. La asesoría legal y financiera le habría permitido mantener su casa, cree. Ahora vive en una habitación con sus hijos. Su padre falleció recientemente y ella trata de recuperarse financieramente. “Chin a chin”, dice.

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