Bajo el hechizo de Romeo y Julieta

Él era de un barrio acomodado, de tez blanca y pecosa. Ella venía de uno bajo, tenía unos ojos japoneses inolvidables y una historia familiar intensa. ¿Podrían Romeo y Julieta ayudarlos a esquivar un destino de mal augurio?

Al fin podía irse a casa. Marta tomó su cartera e imaginó ese rinconcito de su hogar; aquel donde se desprendía del mundo para sumergirse entre las letras. En sus escasas horas libres, ella descansaba o leía. A través de las páginas ella vivía los romances, las aventuras y los placeres que el destino le había vedado.

La época en la que se conocieron.
La época en la que se conocieron.

Una voz la sacó de su ensoñación.

“Nunca una distracción vos. Trabajás demasiado ¿Por qué no te venís hoy a la clase de teatro que dicto?”

Marta miró a su compañero de trabajo con resignación. “Me encantaría, pero sabés que para mí es imposible.”

“No tenés que pagar. Dale. ¡Te va a encantar!”. No se esperaba semejante invitación.

Se lo dijo con tanto entusiasmo, que Marta no se atrevió a negarse.

Los orígenes

La controversia, la idea del amor intenso y las batallas titánicas por subsistir, formaban parte de la esencia de Marta.

Ella era, sin dudas, una mujer particular. Ser hija de un inmigrante japonés y de una descendiente de genoveses, habían forjado en Marta una personalidad muy disciplinada, aunque aventurera.

En la tercera década del siglo XX, con la gran ola migratoria surgida de las guerras que azotaban Europa y Oriente, los padres de Marta llegaron por separado a suelo argentino junto a otros miles de seres humanos que deambulaban por el mundo. Se conocieron en Tucumán, donde vivía su madre junto a su próspera familia. Su abuelo materno era un genovés católico, que no aceptó a su padre, budista, cuando vino a pedirle la mano de su hija. Lo calificó como un “Hijo del Demonio” y tuvieron que fugarse a Jujuy para vivir su romance.

Aunque vivieron en la pobreza, ellos nunca se dieron por vencidos y guiaron a Marta y a sus hermanos por un camino de convivencia y respeto hacia la tierra que los había albergado con tanta generosidad. Marta los admiraba; sabía que, aunque trataran de ocultarlo, sobrevivir al destierro y al rechazo familiar nunca había sido fácil.

Otras épocas: La boda y Marta con Lucy, la gata.
Otras épocas: La boda y Marta con Lucy, la gata.

Los enamorados paranoicos

Ese día inolvidable en el cual Marta aceptó aquella invitación para tomar clases de teatro, había transcurrido como cualquier otro. Eran los años ’70 y ella iba de la casa al trabajo y del trabajo a casa y no mucho más. Era una empleada del municipio de San Fernando, eficiente y aplicada, que cumplía con una rutina laboral que no le dejaba tiempo para la diversión. Cada moneda de su sueldo ingresaba a su hogar para los gastos de su numerosa familia.

No, no había lugar para la diversión. Y menos lo había para el amor.

Esa noche, Marta llegó tarde a la primera clase y se acomodó entre personas desconocidas. Se sentía extraña y casi con culpa por participar de una actividad que creía que le podía dar placer, pero realmente deseaba con todas sus fuerzas descubrir que podía disfrutar de una distracción.

Ese día, y durante toda la primera semana, leyeron Romeo y Julieta. Marta admiraba a Shakespeare.

“Romeo y Julieta”, dijo de pronto en voz alta, “me fascinan estos personajes.”

“Incomprensible fascinación. Estos personajes son enamorados paranoicos.” El que respondía era Charlie, un alumno del curso.

Marta sintió cómo una ráfaga de calor le subía como un torbellino. Estaba fastidiada.

“Son un símbolo de la fuerza poderosa del amor”, replicó enojada. Romeo y Julieta le recordaban la lucha por su amor de sus propios padres.

Charlie era un chico de clase media, alto, de tez blanca y pecosa, cabello enrulado, universitario que residía en su casa propia en el bajo de Martínez y viajaba en su auto. Marta era una chica mestiza que vivía en una casa alquilada, en un barrio inundable de San Fernando.

“Es un soberbio”, pensó ella sin abrir más la boca.

Casi al finalizar el año, su compañero de trabajo y profesor, le propuso a Marta realizar una improvisación junto a Charlie. Marta se dijo a sí misma que quería decir que no, pero sabía que se estaba mintiendo. Accedió con un gesto de indiferencia.

Debían protagonizar la escena de una pareja a punto de romper su relación. Los ensayos se llevaron a cabo fuera de horario de clase y Marta pudo percibir, para su propia sorpresa, que anhelaba la llegada de esas horas.

Encuentro tras encuentro, sus miradas fueron cediendo hasta abrir las puertas a sus mundos ocultos, a sus almas. Poco a poco, se fueron conociendo; cada uno con sus rutinas, con sus realidades tan diferentes.

La cena de bienvenida a la apreja con el kimono de la abuela de Marta.
La cena de bienvenida a la apreja con el kimono de la abuela de Marta.

Romeo y Julieta

Una tarde, Charlie la invitó al cine. De pronto, inesperadamente, la besó. Cuando finalmente sus miradas se volvieron a cruzar supieron que no había mucho más para decir. Estaban enamorados.

Ante un idilio tan imprevisto sus familias colapsaron. “No otra vez”, pensó Marta, “No quiero repetir la historia.” Ellos debían superar la historia de amor paranoico de Romeo y Julieta. Fue así como, sin atender los malos augurios, un año después se casaron.

No fue fácil para ambas partes, sin embargo Charlie, a fuerza de una personalidad abierta, se adaptó de inmediato a la familia multiétnica que había heredado de Marta, ganándose el afecto de todos sus parientes. También aprendió a degustar, sin traumas, los diferentes sabores de la cocina japonesa que todavía era desconocida fuera de sus fronteras por aquellos años. Tiempo después, visitaron Japón y se alojaron en casas de familiares de Marta, ubicadas en pueblos que jamás habían sido pisados por extranjeros. Los chicos del barrio solían seguirlos por la calle para observar a Charlie. Para ambos fue una experiencia inolvidable.

En cuarenta y cuatro años de convivencia no se separaron jamás. Cuarenta y cuatro años de logros y vicisitudes, de alegrías y penas; padres de dos hijos extraordinarios y protagonistas de un romance que nació con la lectura de Romeo y Julieta y que, gracias a ella, supo romper el hechizo y vivir un final feliz.

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