Muere Ángel Parra: la intensa huella que deja en Chile la familia de Violeta Parra

La partida de Ángel Parra, quien falleció a los 73 años, se lleva parte de una época de la historia de Chile en la que el gran clan de los Parra libró una batalla cultural en tiempos de opresión y que hasta hoy sigue haciendo vibrar a muchos chilenos

“Ya se va para los cielos, ese querido angelito”: la frase vino a la cabeza de varios cuando se conoció este sábado el deceso de Ángel Parra, hijo menor de la mayor cantante y creadora de la música chilena, Violeta Parra.

Se trata de la famosa pieza musical “Rin del angelito”, dedicada a la muerte de los recién nacidos, una dolorosa realidad en el Chile de principios del siglo XX que la folclorista Violeta Parra hizo visible en sus primeros trabajos.

Pero esta vez la frase cambió de sentido, para marcar la partida del músico de 73 años que murió en París.

El “Paparra”, como le decía su hijo, trabajó en la capital francesa desde los años 60 y la adoptó como su casa tras el exilio que le impuso Augusto Pinochet. A esa ciudad dedicó su disco final, “Mi primer tango en París”, lanzado en 2015.

Pero con Ángel Parra muere parte de una época en la historia de Chile.

El rostro de su juventud remite a las postales de los años de Salvador Allende, y su voz es la de un canto comprometido con las luchas sociales que aspiraba a integrar los sonidos de toda Latinoamérica.

Junto a Parra cae además una de las hojas más vistosas en las ramas de una familia de origen campesino que no sólo marca la cultura chilena, sino que es parte fundamental de la identidad del país.

Del clan Parra viene Violeta , música, recopiladora y principal artista chilena del siglo XX. La autora de “Gracias a la vida” y “Volver a los 17” es una de las grandes voces de la música latinoamericana.

También destaca a nivel mundial su hermano, el poeta Nicanor Parra , ganador de Premio Cervantes de Literatura. A sus 102 años, el creador de la “antipoesía” ha sido cuatro veces propuesto al Nobel de Literatura por las universidades de Chile, Nueva York y Complutense de Madrid, entre otras instituciones.

Pero además de Violeta y Nicanor, la familia ha sido pródiga en músicos, compositores y artistas que extienden hasta hoy su influencia en la cultura chilena.

Ángel Parra era hijo de Violeta Parra, una de las mayores exponentes de la música tradicional latinoamericana y creadora de himnos como “Gracias a la vida”, y Luis Cereceda Arenas, maquinista de ferrocarril. GETTY IMAGES

La familia “Hojas de Parra”

El árbol de los Parra hunde sus primeras raíces en Ñuble , en el austero paisaje rural chileno de principios de siglo XX, donde el folclor retrocedía a paso lento ante los primeros brotes de modernidad.

En este paisaje de pequeñas chacras y grandes fundos, especie de “Macondo” sudamericano donde se funda el linaje de los Parra, no existe la magia exuberante del Caribe, sino la tradición esquiva y agreste que refleja el folclor chileno.

La modesta familia, fundada por el profesor de escuela Nicanor Parra Parra y la costurera Clarisa Sandoval , creció en distintas ciudades, incluyendo la capital Santiago, en un tránsito a medio camino entre el campo y la ciudad.

Del matrimonio nacen a partir de 1914 nueve hijos , los mencionados Nicanor y Violeta además de Eduardo, Hilda, Roberto, Caupolicán, Elba, Lautaro y Oscar.

La suya fue una infancia llena de privaciones, donde a veces “no había ropa ni zapatos”, según Fernando Sáez, biógrafo de Violeta Parra.

Revolución cultural

“Todos revolucionarios con el favor de Dios”, canta la artista sobre sus hermanos en los años 60, en uno de sus temas más políticos. Pero tras el golpe que asesta Pinochet a los movimientos sociales chilenos en 1973, la verdadera revolución de los Parra tuvo lugar en el ámbito cultural del país.

El mayor, Nicanor, destacó temprano como estudiante y pronto logró ayudar a la familia. En 1949, a los 35 años, partiría becado a la Universidad de Oxford, en Inglaterra. Parra crea en ese momento la “antipoesía” , un estilo único en la poesía mundial, que rescata, entre otros aspectos, el carácter coloquial, ladino y desestructurado del habla popular chilena.

Dos de los hermanos serían conocidos como “tíos”, Roberto (1921-1995) y Eduardo (1918-2009) . Músicos, los dos rescataron y cultivaron dos de los estilos más propios de la música popular chilena, como el “jazz guachaca” y la “cueca chora”, a partir de sus experiencias en el diverso ambiente de las fiestas folclóricas, los circos, y los cabarets y boliches de Santiago y Valparaíso.

La música de esta primera generación de hermanos Parra tuvo un espacio propio en la “Peña de los Parra” , escenario que fundaron en pleno centro de Santiago el recién fallecido Ángel junto a su hermana, la también destacada autora y cantante Isabel Parra en 1964.

El espacio fue clave no sólo para el trabajo de la familia, sino para músicos como Víctor Jara y la generación de autores que en los años 60 fundó la Nueva Canción Chilena.

Tercera generación

En una tercera generación de Parra se cuenta el guitarrista “Angelito” , parte de uno de los principales grupos de rock de los 90, Los Tres. La banda sería clave para hacer resurgir el legado de los “tíos” Roberto y Eduardo tras el regreso de la democracia, rescatando un sonido propio y singular cuando Chile entraba en la ola de la globalización.

Las memorias de Roberto llegaron a las tablas en “La Negra Ester” , obra escrita a partir de las vivencias de su tío Roberto y considerada clave en el teatro popular chileno.

La hermana de “Angelito”, Javiera Parra , comenzó una carrera solista brillando con propia. Como solista o líder de sus bandas y al margen del legado familiar, Javiera Parra es una voz propia y particular en el pop nacional.

Estos son sólo algunos de los Parra con mayor figuración pública en el país. Muchos otros, como Clarita , hija del “tío” Eduardo: Tita , hija de Isabel; o Colombina , hija de Nicanor, han contribuido en el desarrollo de la música chilena, desde el folclor al rock.

Esa es la familia que hoy despide, junto a un país, a Ángel Parra.

El artista que desde pequeño acompañó a su madre, Violeta, en su incansable labor recopiladora y creadora.

Fue él quien, en sus pasos de niño, caminó con ella, cruzando cerros y caminos rurales para registrar la música folclórica chilena y, en muchos casos, salvarla de su extinción. Chile debe eso no sólo a Violeta, sino también al Ángel que la acompañó.

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