Pasó 8 años sin recibir un aumento, a diferencia de sus compañeros varones
Y entonces preguntó por qué
Los últimos 8 años de María Laura fueron veloces. Se casó, tuvo a su primer hijo y volvió al trabajo. Como bienvenida la asignaron a un proyecto en otra ciudad. Como trabaja en una empresa que hace consultoría en sistemas, pidió un cambio de proyecto y le ofrecieron trabajar desde su casa. Estuvo bien, aunque no implicaba ningún tipo de crecimiento profesional.
Después tuvo su segundo embarazo y su consecuente licencia. Un mes antes de su regreso tanteó en qué condiciones se iba a reincorporar, porque sabía que no iba a estar fácil. “Los empleadores no están para facilitar nada”, admite. En paralelo, en su hogar hubo una disminución de los ingresos familiares, por lo que ella le planteó a su jefe -sin metáforas, ni indirectas- su necesidad de ganar más. “Necesito crecer”, le dijo.
Su pedido tenía un sustento: otros compañeros con menor antigüedad y en su mismo nivel ganaban entre $320 y $650 más que ella.
Si bien entre las personas que cobran más que María Laura hay tanto mujeres como hombres, las diferencias de género se notan en algo fundamental: los ascensos parecen estar reservados sólo para hombres. “Una compañera tiene dos años más de antigüedad que yo, pero el que fue nombrado gerente es alguien que entró dos años después que yo, o sea, cuatro años más tarde que ella”, dice.
María Laura se ríe con esa risa que no es de alegría, sino de bronca. Desde hace cuatro años cobra menos de lo que debería por un problema de sistema que fue detectado, pero nunca solucionado. También descubrió que las diferencias de sueldos no respondían a cuestiones de capacitación, ni a un título, ni a un master.
“Yo estoy recibida, pero hay gente sin título que gana más que yo”, dice. Después de varios reclamos, su jefe aceptó analizar el tema junto a Recursos Humanos, y una vez descubierto el problema le aseguraron que le llegaría un ajuste. El resultado fue un aumento de $100. Y sin retroactividad.
Hace poco, durante una entrevista con un gerente de Argentina y una gerente de Estados Unidos, el argentino le preguntó si, dado que tiene dos hijos chicos, iba a llegar a las reuniones de equipo que se realizan por la mañana. En sus tres segundos de silencio -por la sorpresa e indignación, no porque los necesitara para pensar- la americana se dio cuenta y le contestó que eso no importaba, que es work-life, y que “somos un equipo y nos cubrimos”. Sí, en 2017 todavía existen esas preguntas en entrevistas laborales.
Ante este escenario, María sabe que después de 8 años y de tantas negativas es hora de buscar otro trabajo, pero el mercado laboral está planchado.
“Fui a varias entrevistas, y si bien tengo mucha experiencia, tengo 36 años y dos hijos”, dice, “y el mercado busca jóvenes con experiencia para poder pagarles menos“, finaliza. Suerte con eso. Hasta que ese cambio llegue, María Laura sabe que las prioridades pasan por su familia y de seguir con su política de quejarse cada vez que sea necesario: “Cuando algo está mal hay que levantar la voz, siempre”.