El hambre en la California de Trump

California debe exhortar a los líderes en Washington a que defiendan la red de seguridad nacional, y que encuentren soluciones compasivas a nuestro ineficaz sistema migratorio

Ha quedado muy claro que, fiel a las promesas que hizo durante su campaña, el presidente Donald Trump está llevando a cabo una serie de cambios radicales en Washington, D.C. Sabíamos que habría grandes cambios, pero las políticas y los recortes que el presidente Trump y sus aliados en el Congreso proponen dejarían a millones de personas en riesgo grave de hambre y pobreza. Debemos hacer algo para contrarrestarlo.

Desde el cuidado de salud hasta la asistencia alimentaria internacional, nunca hubo dudas de que la presidencia de Trump presentaría grandes retos sobre todo a quienes que abogamos por las personas a quienes se les dificulta alimentarse. Hoy en día, con la amenazante posibilidad de que el Congreso recorte dramáticamente los programas que ayudan a personas que padecen hambre y pobreza, enfrentamos una gran incertidumbre en los próximos años para aquellos que dependen de estos programas.

Seguramente son pocos los lugares que han visto un nivel de alboroto, sobre la elección, como lo ha visto California. Tanto en la legislatura como con el gobernador Jerry Brown, la oposición al Gobierno de Trump se ve y se siente por todo el estado.

En California, 1 de cada 8 familias batalla para alimentarse y 1 en 5 niños vive en pobreza. El futuro de los programas diseñados para combatir el hambre en el estado, es de especial importancia para muchos latinos de California, quien al igual que otras comunidades minoritarias, tienen doble las probabilidades de enfrentar hambre que la población en general.

No sorprende saber que, en Estados Unidos, el hambre está estrechamente vinculado con la inmigración, otro asunto que afecta a millones de personas aquí en California. Aunque el 13 por ciento de las familias en Estados Unidos batalla para alimentarse, esta tasa sube a una de 24 por ciento para los inmigrantes indocumentados.

Mientras que el presidente Trump promete – y de hecho ya ha cumplido – acciones más fuertes contra inmigrantes indocumentados, e incluso contra aquellos que están en el país legalmente también, California se encuentra en un punto especialmente precario. Aproximadamente 1 de cada 3 DREAMers – beneficiarios del programa de acción diferida por los llegados en la infancia – vive en California.

El presidente Trump se ha comprometido con deportar a millones de personas, lo cual amenaza no solo a los inmigrantes indocumentados y a sus familias, sino también a la economía del estado y la nacional. California alimenta al país, y los inmigrantes indocumentados proveen mucha de la labor necesaria. El impacto que podría tener la deportación de trabajadores agrícolas es doble: las familias pierden un ingreso, y la economía de California pierde mucha fuerza laboral. Estos llamados “bad hombres” del que habla Trump son padres, tíos, hermanos, y abuelos. Muchos son las mismas manos que cosechan la comida que alimenta a Estados Unidos.

California debe exhortar a los líderes en Washington a que defiendan la red de seguridad nacional, y que encuentren soluciones compasivas a nuestro ineficaz sistema migratorio. El no hacerlo pone en riesgo a millones de nuestros amigos, vecinos, y familiares, y amenaza la economía de nuestro estado.

Isaías 10:1, 2 tiene palabras fuertes para los oficiales gubernamentales quienes les niegan a los inmigrantes, a los pobres, y a los vulnerables del país las opciones y las oportunidades que les podría ayudar a salir de la desesperanza, el hambre y la pobreza. Por eso es que la iglesia debe unirse a este llamado por acción de nuestros legisladores.

El obispo José García es Asesor Ejecutivo de la Estrategia de Oración e Iniciativas Estratégicas de Pan para el Mundo. Anteriormente, el obispo García sirvió como Obispo supervisor del estado de California de la Iglesia de Dios de Profecía durante 10 años.

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