Exagente del FBI halló la fórmula química de la amistad

La neurociencia y la psicología intentan explicar quiénes son nuestros amigos y por qué con frecuencia nos parecemos a ellos

Hay dos grupos sentados a la mesa. Unos comen una picada, los otros, un asado. A simple vista, los dos están festejando el Día del Amigo . Sin embargo, Jack Schaefer, psicólogo y agente retirado del FBI, dice que sería capaz de juzgar, a la luz de las actitudes corporales, cuál de los dos grupos está compuesto por amigos duraderos y cuál por personas que comparten un buen momento pero que no tienen mucho en común.

Schaefer es especialista en comportamiento humano y dice haber hallado la fórmula química de la amistad. La define así: A = P + F + D + I. A es Amistad. P es proximidad. F, frecuencia. I, Intensidad y D, duración. “La amistad es cuestión de proximidad: distancia entre dos personas y exposición entre ellas a lo largo del tiempo; de frecuencia, que es el número de contactos y duración; de intensidad, que es la capacidad de satisfacer las necesidades físicas y psicológicas del otro; y de duración, ya que cuanto más tiempo pasas con una persona, más logras influir en ella”, dice Schaefer, autor del libro “The Like Switch”.

De eso se trata, según este autor, ser amigos: de estar cerca, con una frecuencia regular, compartir momentos significativos, que permanezcan a lo largo del tiempo. Y todo eso se traduce en actitudes corporales que son el otro lenguaje con el que se expresa la amistad.

¿Qué dice la gestualidad de los amigos?

La neurociencia postula que nuestro cerebro interpreta señales amigables u hostiles en las otras personas. Las más claras señales de amistad son arquear las cejas, inclinar la cabeza hacia un costado (acción que nos deja vulnerables porque expone la carótida) y la sonrisa, que cuando es sincera se transcribe en el rostro con la comisura de la boca hacia arriba, movimiento ascendente de mejillas y ojos fruncidos. Las sonrisas fingidas, en cambio, son asimétricas.

Cuando estamos entre amigos, miramos a los ojos y el contacto visual es prolongado pero no es intenso, no incomoda, ya que la sensación de confianza relaja los músculos faciales y hasta dilata las pupilas. Los amigos se tocan mientras hablan y acompañan sus palabras con una gestualidad que invade la atmósfera individual del otro. Y, a la vez, el movimiento de uno de ellos genera isopraxis en el otro. Término que significa que la persona, sin darse cuenta, va a imitar los gestos y las actitudes corporales del otro. Si eso te pasa, significa que estás en presencia de un amigo.

Porque los amigos se parecen. Y eso no significa únicamente que uno busca rodearse de gente similar. La neurociencia ha demostrado que aunque seamos personas muy distintas, el hecho de volvernos amigos hace que desde ese instante, comencemos a parecernos.

Facundo Manes, neurólogo y neurocientífico, fundador del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) intentó definir la naturaleza de la amistad. Asegura que no se trata de una invención humana, que incluso los animales tienen amigos. En cambio, esa combinación de entrega, confianza, alianza y conveniencia, que componen la amistad, constituye un rasgo evolutivo de la especie. Porque, entre otras cosas, la amistad trae aparejado un impacto beneficioso para la salud e incluso ofrece hasta ventajas reproductivas.

Los amigos bajan el estrés

Distintos estudios, dice Manes, analizaron cómo la presencia de seres queridos puede alterar la respuesta del cerebro. Los resultados indican que las regiones neurales asociadas con el procesamiento de una amenaza fueron significativamente menos activas cuando las personas que se hacían el estudio estaban tomadas de la mano de alguien afectivamente significativo. Lo que indican los resultados es que cuando tenemos gente que queremos cerca, somos más propensos a activar estructuras cerebrales que regulan nuestra respuesta hormonal al estrés. El tener amigos altera nuestra percepción de la realidad y hace que nos sintamos con más recursos para enfrentar las situaciones que se nos presentan, sin desarrollar estrés. De hecho, los amigos nos ayudan a hacer frente a los factores de estrés con la convicción de que no estamos solos frente a nuestros problemas.

Los amigos alargan la vida

Daniel Goleman, psicólogo norteamericano y autor del libro “Inteligencia Emocional”, sospecha que uno de los factores que inciden en la longevidad es el tener cerca gente que nos quiere. Sobre todo, amigos. “Investigaciones en el campo de las conexiones entre las relaciones afectivas y las salud física establecieron que la gente con una rica red de amistades personales, -gente que está casada, que posee una buena relación con su familia y amigos, que tiene participación activa en grupos sociales y religiosos- se recupera más rápidamente de las enfermedades y vive más“, dice.

Jorge Tartaglione, cardiólogo y autor del libro “El cerebro que late”, está convencido de que la mejor manera de cuidar el corazón es rodearse de afectos positivos. Cuando se le pregunta cómo son las personas que viven mucho, lo primero que apunta es que se trata de sujetos optimistas y con buenos amigos. “Conocí muchas personas que envejecieron libres de enfermedad y murieron de viejos. Casi todos tenían las mismas características: habían tenido una relaciones de pareja satisfactoria y larga, el trabajo les había generado satisfacción, eran alegres, tenían muchos amigos y eran optimistas con respecto al futuro”, dice. Y agrega: “Las personas con afectos positivos viven más, les funciona mejor el sistema inmune y presentan menor riesgo de ser diabéticos e hipertensos”.

Por qué los amigos se parecen

Otro estudio, dice Manes, investigó cómo reaccionan los cerebros de los amigos frente a una amenaza. Los resultados mostraron que cuando un amigo es amenazado por un extraño, nuestro propio cerebro reacciona, de la misma manera que reaccionaría si los amenazados fuéramos nosotros. La neurociencia apunta a que, ante estas situaciones se produce un estado confusional, como si el cerebro no supiera si eso le está ocurriendo al otro o a uno mismo. Según Manes, la forma en que el cerebro procesa la amenaza a nuestros amigos pone en evidencia que nuestra identidad incluye a las personas cercanas afectivamente. Y eso se llama empatía. Lo que le pasa a nuestros amigos, también nos pasa a nosotros.

Goleman apunta que uno de los descubrimientos más relevantes de los estudios de neurociencia que se propusieron estudiar a los amigos es el hallazgo de las neuronas espejo. “Se trata de una clase de células cerebrales, ampliamente dispersas que operan como redes neuronales inalámbricas. Las neuronas espejo rastrean el flujo emocional, el movimiento e incluso las intenciones de la persona con la que estamos y reeditan en nuestro propio cerebro el estado detectado, al alborotar en él las mismas áreas que están activas en el de la otra persona”, explica. Significa que cuando estamos con un amigo, se produce un contagio emocional que hace que nos dejemos impregnar, involuntariamente, por sus emociones.

“Las neuronas espejo ofrecen un mecanismo neuronal que explica el contagio emocional, esto es, la tendencia de una persona a adoptar los sentimientos de otra. Esta conexión de cerebro a cerebro también puede funcionar respecto de los sentimientos de compenetración que dependen en parte de sincronizaciones extremadamente veloces de la postura, el ritmo vocal y los movimientos de las personas mientras interactúan”, dice Goleman. Esto explica, como decía Schaefer, por qué se produce la isopráxis, esta imitación involuntaria que ocurre cuando dos amigos o dos amigas conversan.

Pero, esta sincronización no es solo postural. Las células espejo logran lo que Goleman llama como “la orquestación interpersonal de cambios fisiológicos”. Significa que al coordinarse las emociones, las reacciones cardiovasculares y hasta los estados cerebrales de dos personas, se llegan a producir cambios fisiológicos. Dicho de otra manera, la cercanía emocional entre dos amigos hace posible que la biología de una persona influya en la de otra. Lisa Diamond y Lisa Aspinwal, psicólogas de la Universidad de Utah, utilizaron el término “unidad de regulación psicobiológica mutua”, para describir la fusión de dos psicologías distintas interactuando en un mismo circuito conectado.

Pasar tiempo con amigos incrementa la sensación de bienestar

“Pasar tiempo con los amigos causa una mayor actividad en los circuitos del cerebro que nos hacen sentir bien, que son los circuitos de recompensa”, dice Manes.

Tartaglione habla de afectos positivos y apunta que son las relaciones que nos producen una experiencia de emociones placenteras, que generan alegría, felicidad, emoción, entusiasmo y optimismo. Asegura que personas con afectos positivos tiene un 30% menos de chances de morir por problemas del corazón.

¿Qué le pasa al cuerpo cuando estamos con amigos, o simplemente cuando sentimos que tenemos amigos? “Cuando nos sentimos tranquilos o relajados, en un estado placentero o de bienestar, funciona más el sistema nervioso parasimpático, que es el que mantiene al cuerpo en situaciones normales, luego de haber pasado un cuadro de estrés. También nos baja la frecuencia cardíaca y la presión arterial, descargamos menos adrenalina y liberamos mayor cantidad de cortisol; mejora el funcionamiento del sistema inmune y aumentan los anticuerpos”, concluye Tartaglione.

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