Democracia participativa y educación

Los ciudadanos no son en buena medida conscientes del efecto nocivo que trasciende en sus conductas, actitudes y formas de vida, y desde luego en sentido ulterior en el estilo de democracia que vivimos.

Hace algunas semanas los periódicos Los Angeles Times y New York Times publicaron dos artículos que me han parecido sumamente interesantes. No tienen nada en común, al menos no de entrada. Pero con cierto aire de suspicacia entonces puede ser que sí. Uno tiene que ver con la democracia participativa y su principal problema, según el autor: los participantes, éste fue publicado en el NYT (Eitan D. Hersh el 29 de Junio de 2017) y el otro, el de LAT (Sonali Kholi el 2 de Julio de 2017), refiere al tema de lo que se hace en las escuelas de California para aumentar el número de egresados, un tema meramente estadístico, y donde la cuestión que subyace es: se da un gran impulso a diversos mecanismos para mejorar el número de egresados pero qué es lo que aprendieron al egresar. Destaca en el artículo del NYT el tema de hobbyism, el cual es descrito como “el uso regular del tiempo libre para participar en política como una actividad de ocio”.

Me explico: el desarrollo tecnológico ha permitido que casi todo el mundo tenga a su alcance una cuenta de, por ejemplo, Facebook, Twitter y varias más; una inmensa mayoría ha encontrado que puede participar en estas redes sociales afirmando ideas que ni siquiera entiende o repitiendo aquellas afirmaciones que vienen bien en ciertos momentos y que, sobre todo, por ignorancia o por cuestiones pasionales se vuelven trending topics.

El punto medular con esto último radica en que estos ciudadanos no son en buena medida conscientes del efecto nocivo que trasciende en sus conductas, actitudes y formas de vida, y desde luego en sentido ulterior en el estilo de democracia que vivimos.

Hoy lo divertido o incluso lo perversamente divertido toma el lugar de la conciencia y obligación moral como mecanismos para comprometerse con la acción política. Sin diversión no hay acción, podría ser el eslogan. Sin duda la diversión es el hobby de moda, permea incluso en los ámbitos científicos, políticos y educativos que se suponen debían estar bajo el escrutinio de una visión mayormente crítica y propositiva. Dice Eitan D. Hersh autor del artículo El problema de la democracia participativa son los participantes: “Ahora los usuarios de Facebook son quienes discuten (temas políticos), la acotación es mía, con amigos de amigos que no conocen, son los nuevos consumidores quienes pasan horas mirando cable quienes repiten y demandan acciones como acusar al presidente, y son los participes de las noticias quienes extienden la desinformación y el rumor porque esto les hace sentir bien”.

Por diversión, por sentirse bien con uno mismo, se vitupera y esto se vuelve viral. ¿Y las cuestiones verdaderamente problemáticas que requieren atención como lo serían la necesidad de seguridad pública, la lucha contra el narcotráfico, la deuda pública, un sistema educativo con bastantes carencias académicas, formativas, sólo por citar algunas? Desafortunadamente éstas también son objeto de la diversión.

Pero la política educativa y los tecnócratas del sistema necesitan números para justificar presupuestos y esto parece ser una tendencia de los sistemas educativos y sociales de gran parte del mundo. Esto es lo que subraya el artículo de LAT, es decir, esta constante búsqueda de mecanismos que permitan contar con mayor número de egresados de las universidades aunque a fin de cuentas no necesariamente obtengan las herramientas académicas para desenvolverse en los distintos ámbitos sociales. Algunas preguntas podrían ser: ¿tendrán estos estudiantes el conocimiento y las habilidades académicas como leer, escribir, comprensión de aritmética, entre otras áreas, como para comprender el mundo en que vivimos? ¿Están nuestros egresados universitarios preparados para incorporarse a la vida productiva y civilizada que requiere un pretendido sistema democrático como el nuestro?

Mientras los números, muchas veces inflados, sean parte de la diversión y de la pose política, difícilmente dejaremos atrás el mundo de la frivolidad que se vive en las redes sociales. Dice el experto en hobbyism: “si tu post no tiene al menos 5 mil likes no vales”. La política como la educación son parte de este hobbyism desde el cual cada uno reclama para sí la mejor versión de la verdad.

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