La cotidiana normalidad

La cifra de muertos en México por la violencia generada por la delincuencia sólo es superada por la guerra en Siria, según CNN

Asomarse a los medios, impresos o digitales, es tener noticias de eventos de toda índole al momento y desde cualquier lugar del mundo. Desafortunadamente son más las noticias trágicas que las noticias agradables, lo cual no quiere decir que estas últimas no existan; sin embargo, poco interés parecen generar entre los lectores. Pareciera una urgente necesidad recalcar lo lamentable, lo trágico.

Sin duda que es trágico tener información acerca del número de migrantes que mueren en el intento de cruzar las fronteras. Es trágico darnos cuenta de que la muerte hace de las suyas y a sus anchas: por un detalle ínfimo se pueda llegar a matar al prójimo. En Estados Unidos mueren 33 mil personas por armas de fuego cada año, según The Economist. La cifra de muertos en México por la violencia generada por la delincuencia sólo es superada por la guerra en Siria, según CNN.

Por otra parte, también resulta trágico darnos cuenta de la inmensa brecha que cada día separa económicamente a los diversos sectores de la población. Ni que decir de las escasas posibilidades sociales y económicas de que las personas logren cristalizar sus sueños más personales, más íntimos, a veces porque ya ni soñar se puede, a veces porque por más esfuerzo que las personas hagan no es posible tener empleo y un salario que permita una vida más digna, más saludable.

Hay un tipo de migración que se debe esto último. Según The Economist cada vez más la población que emigra hacia los Estados Unidos tiene mejores niveles educativos que nunca antes. La mitad de la migración legal tiene grados académicos, se asegura. ¿No es una tragedia que esta gente no tenga posibilidades reales de desarrollo en sus países?

Seguir con más datos sería hacer más trágico el panorama. Sin duda, los hay.  Sin embargo, creo que este escenario descrito se ha vuelto parte de nuestra cotidiana normalidad. A casi nadie asombra. Y digo casi porque sería muy sano pensar que exista gente que sí le asombre y que incluso esté interesada en la conformación de otras formas de vida. Parece claro que aspirar a otros mundos posibles evidencia que el que vivimos no es grato, evidencia además que se puede dejar atrás la cómoda pero triste expresión: “ni modo, así somos y aquí nos tocó vivir”.

Pero tener la esperanza de que existen otros mundos posibles, no puede estar fincada en la esperanza inútil de creer que las cosas habrán de ser mejores “sólo porque hoy es viernes” o “porque me levanté con el pie derecho”. Bien dice Terry Eagleton en su libro Esperanza sin optimismo: “la esperanza auténtica debe estar basada en razones”. “Sin una buena razón (…) la confianza del optimista es infundada”.

Así que tener esperanza implica realizar acciones que nos permitan creer firmemente que son posibles otras formas de vida. John F. Kennedy señaló el día de su toma de posesión, el 20 Enero de 1961, una frase que ha dejado una gran huella: “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tu por tu país”. Benito Juárez en el México decimonónico señalaba: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Probablemente un buen comienzo, si la aspiración es conformar un mundo más equitativo, menos proclive a la corrupción y a la violencia, es iniciar con la acción de respetar al prójimo, al diferente. Y respetarlo quiere decir que hay que tomarlo en cuenta al momento de las decisiones, respetar su opinión diferente, sus aspiraciones y necesidades. Esto implica un ejercicio dialógico entre los desiguales. Sin duda, este ejercicio sería un buen ejemplo de gobernanza.

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