Los pedófilos que no quieren abusar de los niños
Algunas personas que sufren este trastorno psicológico aseguran que no ven a los menores con connotación sexual. ¿Es esto posible?
Algunos pedófilos dicen que nunca abusarían de niños. Pero ¿existe algún tipo de apoyo psicológico para estas personas que aún no han cometido ningún crimen? ¿Cómo debería tratarlos la sociedad para prevenir que se cometan abusos?
La periodista Catherine Burns, del programa de televisión de la BBC Victoria Derbyshire, habló con uno de ellos.
Este artículo sobre lo que averiguó incluye detalles que pueden resultar perturbadores, debido a la propia naturaleza del tema.
Adam me mandó un mensaje unos días antes de reunirnos por primera vez.
” Ya te diré qué llevo puesto para que me reconozcas. Aunque seré el tipo raro: D jaja “.
Tiene veintipocos años, pero podría pasar por más joven. Menudo, de pelo oscuro, piel clara y voz suave. No tiene un aspecto “raro” en absoluto.
Se describe como “normal” y cuenta que le gusta salir con amigos, viajar y jugar videojuegos. Pero guarda un secreto: es pedófilo.
Adam no es su verdadero nombre. No quería que reveláramos su identidad, aunque insiste en que nunca ha hecho nada ilegal.
El término pedófilo es utilizado hoy en día por el público y los medios de comunicación como un sinónimo de alguien que abusa sexualmente de menores.
Pero los académicos usan la palabra de otra manera.
Un trastorno mental
Según el manual DSM-5, de la American Psychiatric Association (APA), de referencia para los psiquiatras de todo el mundo, la pedofilia es un tipo de “trastorno parafílico” .
Lo consideran una forma de enfermedad mental en la que un adulto siente atracción sexual primaria hacia los niños prepubescentes.
Eso no significa que hayan abusado de niños y, de hecho, tanto psiquiatras como criminólogos creen que no todos los delincuentes que abusan de menores son pedófilos.
Algunos pueden estar motivados por un deseo de poder o control.
Las personas como Adam se refieren a sí mismas como pedófilas “anticontacto”. Así, reconocen su propia atracción por los niños pero entienden que abusar de ellos está mal.
Adam notó que era diferente del resto cuando tenía 13 años.
Sus amigos empezaron de repente a hablar de chicas y a él no le interesaban.
Pero no podía revelar la verdad: no pensaba en chicas sino en niños menores que él.
En ese momento la diferencia de edad no era tan grande, solo de unos años.
“A medida que crecía, la edad siguió siendo la misma y lo cierto es que incluso disminuyó”, dice.
“Pensé que era demasiado joven para ser pedófilo”
Adam pasó los siguientes años como cualquier otro adolescente, tratando de encajar en un grupo.
“Me sentí aislado, intenté esconderlo, ignorarlo, fingí que no me pasaba, que era normal, traté de concentrarme en mis estudios, en jugar al fútbol”, cuenta.
También fingió que le gustaba una niña de su clase. Como era muy tímido, a nadie le extrañaba que nunca saliera con una chica.
Pero en ese momento Adam no se reconocía a sí mismo como pedófilo.
“Pensé que era demasiado joven, que los pedófilos eran hombres adultos que miraban a los niños”, explica.
En parte era la verdad. La APA dice que solo se puede clasificar como pedófilos a los mayores de 16 años.
Además, debe haber una diferencia de edad de más de cinco años entre el sujeto y los niños que los atraen.
“Es un trastorno mental reconocido y es algo que la gente no elige tener. Es una enfermedad como la de alguien que tiene depresión o síndrome de déficit de atención”, dice Derek Perkins, un especialista en psicología forense que ha creado programas de tratamiento para delincuentes sexuales.
Cuando Adam cumplió 17 años, se dio cuenta de que su atracción por los niños no era algo que fuera a desaparecer.
“Me preocupaba mucho que pudiera acabar haciéndole daño a algún niño y acabar en prisión. Sería el fin de mi vida”, lamenta.
“Mi edad de atracción es de 1 a 15 años”
La gente como Adam empezó a crear foros en línea y grupos de chat en los que comentan su lucha.
Muchos detestan la palabra “pedófilo” por la manera en que se usa en los medios de comunicación como sinónimo de un “violador de menores” o un “abusador de menores”.
En su lugar, Adam se refiere a si mismo como un MAP, un acrónimo en inglés para minor-atracted person, es decir, una persona que se siente atraída por menores.
En la superficie, Adam parece una persona agradable. Es educado, aunque carece de confianza en sí mismo. Él mismo admite que es muy introvertido.
Le pregunté si alguna vez, durante su pubertad, estuvo tentado a actuar de acuerdo a su atracción sexual.
“Era demasiado tímido como para hacer algo, en cualquier caso, con cualquiera. Incluso si no fuera pedófilo”, dice.
Adam explica que se “enfada mucho” cuando ve en las noticias historias sobre abuso sexual de menores.
“Estoy haciendo esto (la entrevista) para que la gente deje de hacer eso”, explica.
Adam es firme en lo que quiere decir: que nunca ha abusado de ningún niño, ni en persona ni en Internet.
Antes de terminar la pregunta ya me responde enfáticamente: “Nunca, nunca lo haría”.
No hay ni un atisbo de duda en su respuesta. Dice que se mataría antes de hacerle daño a un niño.
Sin embargo, cuando le pregunto por la naturaleza exacta de su atracción se pone incómodo. Se avergüenza, tartamudea y calla.
Admite que tiene “fijaciones” con los niños pequeños, pero dice que se esfuerza mucho para distraerse de esos pensamientos.
” Mi edad de atracción es de 1 a 15 años. Pero cuanto más jóvenes son, más prominente es la atracción emocional (en lugar de la física)”, responde.
Adam piensa mucho en las palabras que utiliza, haciendo pausas antes de hablar.
“En realidad no pienso mucho en un niño de uno o dos años de una manera sexual. Lo quiero abrazar y quiero que sea feliz. Principalmente, eso es todo con los niños más pequeños”, señala.
Es difícil no inquietarse con estas palabras, y más con lo que no dice, sobre todo con matices como “no mucho” y “principalmente”.
Intenta aclararlo más: “Si eres un padre y tienes un niño de uno o dos años quieres abrazarlo, besarlo, asegurarte de que ha comido y de que se siente seguro y contento. Y ese es más o menos el mismo sentimiento, pero yo lo tengo con todos los niños. O con los varones”.
Pero le digo que la mayoría de la gente quiere que los niños estén seguros y contentos.
Tras una pequeña vacilación, responde que obviamente “hay una pequeña atracción”, pero dice que se queda ahogada por su respuesta emocional.
Entre un 1 y un 5% de los hombres
Hay cierto debate en torno a las cifras, pero se estima que entre un 1 y 5% de los hombres tienen algún tipo de interés sexual por los niños.
También existe una pequeña cantidad de mujeres que cometen delitos sexuales, pero se desconoce cuántas de ellas son pedófilas genuinas.
Aunque claramente sí hay mujeres que abusan de niños, una gran proporción de las mismas lo hacen en conjunto con un delincuente varón.
Algunos pedófilos se sienten únicamente atraídos por los niños. Otros también se sienten atraídos por los adultos y tienen relaciones “normales” con sus pares.
A Adam no le atraen los hombres ni las mujeres adultos. ¿Qué lo hizo ser así?
Durante mucho tiempo se pensó que los pedófilos habían sufrido abusos o pasado por algún evento traumático durante sus infancias.
Pero según el psicólogo clínico canadiense James Cantor, la pedofilia se debe a un “cruce de cables” en el cerebro.
Cantor cree que la clave está en la formación del cerebro durante las etapas tempranas de la gestación.
“Una bomba de tiempo”
A pesar de su determinación a evitar el contacto con los niños, hubo un período en la vida de Adam en el que su voluntad tembló.
A los 18 años, Adam entró en contacto por Internet con un grupo de pedófilos “procontacto”.
Le dijeron que “tener contacto sexual con niños estaba bien, que no era nada malo y que no le causaban daños al niño”.
Él quería creerles. Adam está claramente incómodo y nervioso al hablar sobre este período de su vida.
Le pregunto si alguna vez pensó que podría acabar abusando de un niño.
“Pensé que tal vez en algún momento de mi vida, quizás sí. No inmediatamente. Pero me di cuenta de que esto realmente daña a los niños y yo no quiero formar parte de eso”, revela.
Cuando le pregunté si había visto imágenes ilegales de niños en internet, Adam me respondió que no, en parte porque no tenía “las destrezas técnicas” necesarias para evitar que lo pillaran.
En un mensaje posterior con más contexto, Adam admitió que había querido “mirar por curiosidad”.
“Pero supongo que no seguí adelante, ni busqué más las imágenes porque en el fondo sabía que estaba mal”, dice.
Otros pedófilos “anticontacto” a los que contacté, me dijeron que pasaron por fases similares durante las cuales pensaron que acabarían cometiendo delitos. Uno de ellos se describió a sí mismo como “una bomba de tiempo”.
Adam dice que él no escogió ser así: “Tuve mala suerte en la vida. Nunca he sido malo con nadie. ¿Por qué me ha pasado a mí esta cosa horrible?”.
Admite que tuvo pensamientos suicidas durante esa época ¿, pero que ahora esos sentimientos son mucho más raros.
Adam dice que se alejó del grupo de pedófilos “procontacto” después de investigar más y asegura que nunca podría encontrar placer alguno mirando imágenes de niños.
Después decidió que nunca abusaría de un menor.
Falta de ayuda profesional
Algunos pedófilos que nunca han delinquido decidieron en algún punto de sus vidas pedir ayuda médica.
Pero a pesar de la confidencialidad entre el doctor y el paciente, tantos los doctores como otros profesionales tienen el deber de avisar a las autoridades si creen que un niño ha estado o podría estar en peligro.
Muchos expertos, como Dereck Perkins, creen que no hay una “cura mágica” para la pedofilia, pero que los tratamientos sí pueden ayudar.
El fin principal de esos tratamientos no es ayudar a los pedófilos a lidiar con su atracción por los menores sino reducir la posibilidad de que se cometan abusos sexuales de niños.
“Desde el punto de vista de la protección de menores, cuanta más ayuda podamos proveer y cuanto antes, mejor”, dijo.
Pero Tom Squire, director clínico de la Fundación Lucy Faithfull, una entidad que trabaja contra el abuso infantil, dice que no hay suficiente apoyo.
En Reino Unido existen organizaciones que pueden ayudar a las personas que no cometieron delitos sexuales, como la organización sin ánimo de lucro StopSO. Pero tratarse puede costar entre $900 y $1,300 dólares y en muchos casos al hacerlo los pacientes pierden el anonimato.
Aunque existe cierto consenso entre el gobierno, los expertos y las instituciones de ayuda de que tratar a los pedófilos podría servir para prevenir delitos sexuales contra menores, ninguno de los pedófilos a los que contacté ha recibido ningún tipo de ayuda profesional.
Parece que el mayor apoyo que reciben procede de otros pedófilos.
Adam valora el impacto que tienen los foros “anticontacto”, porque dice que refuerzan la idea de que actuar sobre la atracción está mal.
Pero también se lo contó a algunos amigos y recibió apoyo.
Decirle a su madre fue mucho más complicado.
Incredulidad
No lo planeó, pero un día ella lo encontró llorando. Le preguntó qué le pasaba, pero él le dijo que no podía hablar de eso.
Ella le preguntó si era porque le gustaban los hombres. Él dijo que no, así que volvió a preguntar.
—¿Te gustan las mujeres?
—No.
Finalmente, le preguntó a su hijo si le gustaban los niños.
—Sí.
Adam dice que ella sí le cree cuando le dice que nunca abusaría de un niño.
Sin embargo, no pudo ocultar su reacción cuando le contó que se sentía atraído por niños de hasta un año.
“Me parece que no me creyó… Ella… ella… mmm, ella decía ‘son demasiado pequeños‘“, cuenta.
“Me seguía preguntando si era cierto. Tenía la cara pálida, como de incrédula”, recuerda.
“Era horrible. No quería hacerla sentir mal y no quería ser un mal hijo. Me sentía tan disgustado conmigo mismo… Ella me hizo sentir así”, añade.
Cuando le pregunto por sus esperanzas de un futuro feliz, Adam dice tristemente: “No sé”.
Todavía es muy joven.
Le digo que puede que esté totalmente convencido de que nunca abusará de un niño, pero que la vida es larga.
Y el se muestra firme. “Nunca he lastimado a la gente de ninguna manera, ni a niños, ni adultos, ni a nadie. No creo que esté en mí hacer daño a nadie“, indica.
* Ilustraciones realizadas por Katie Horwich