El destape de escándalos sexuales salpica a ambos partidos y exige medidas correctivas

Líderes del Congreso promueven un proyecto de ley para combatir el acoso sexual en sus filas.

WASHINGTON – Las acusaciones de acoso sexual contra celebridades y líderes políticos de izquierda y derecha no solo han provocado un debate nacional sobre los derechos de las víctimas sino que obliga al Congreso, aún dominado por hombres, a sopesar cambios en una cultura política que ha tolerado conductas indebidas durante décadas.

Salvo sonadas excepciones, el acoso sexual de mujeres, en el Capitolio, Hollywood o el sector privado, hasta ahora había sido un secreto bien guardado por temor a represalias pero ahora, gracias en parte a la campaña virtual “#MeToo”,  cada vez más mujeres se atreven a revelar sus historias de agresión sexual y humillaciones.

La líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, dijo ayer que el país afronta “un momento de inflexión”,  y ha pedido que el Congreso revise y reforme el proceso legislativo para combatir el acoso sexual en sus filas.

El martes pasado,  un comité de la Cámara Baja realizó una audiencia precisamente para empezar ese proceso porque, según la congresista demócrata, Jackie Speier, el Congreso tiene que ser un sitio de empleo seguro y libre de acoso sexual.

Por ello, Speier presentó un proyecto de ley bicameral y bipartidista para reformar la Oficina de Cumplimiento del Congreso, para que se enfoque en las necesidades de las víctimas.

El Senado aprobó la semana pasada una resolución bipartidista encabezada por los senadores Catherine Cortez Masto,demócrata por Nevada, y Chuck Grassley, republicano por Iowa, que obligará a todos los senadores,  empleados administrativos, asesores y becarios de la Cámara Alta a recibir capacitación contra acosos.

Esta semana, alrededor de 1,500 exasesoras del Congreso firmaron una carta abierta exigiendo la puesta en marcha de un programa obligatorio contra el acoso sexual que abarque a ambas cámaras del Legislativo, y una reforma del proceso para presentar quejas, como la que promueve Speier.

En julio de 2016, una encuesta conjunta de “Congressional Quarterly” y “Roll Call” reveló que una de cada seis mujeres en el Congreso dijo ser víctima de acoso sexual, y un 40% cree que es un problema serio en el Capitolio.

¿“Contagio de acosos?

El goteo de acusaciones en el caso del influyente productor de cine, Harvey Weinstein, ahora parece un torrente de casos que amenaza con arrastrar a políticos de todo el espectro ideológico.

Así, en las últimas semanas, los titulares de prensa han mostrado cómo el destape de escándalos sexuales ha salpicado tanto a políticos de izquierda, como el senador demócrata por Minesota, Al Franken, como a los de derecha, como es el caso del candidato republicano por el escaño de Alabama en el Senado, Roy Moore.

Franken ha pedido disculpas por haber acosado a Leeann Tweeden, una comentarista de radio de Los Angeles, durante un viaje a Afganistán en 2006, antes de ganar el escaño del Senado, y ha dicho que colaborará con una investigación de ética del Senado.

Moore ha negado las acusaciones de acoso sexual en la década de 1980 por al menos ocho mujeres, incluyendo una que entonces tenía 14 años, no piensa pedir disculpas, y ha dicho que abandonará la contienda solo si cae muerto.

Además, Moore sigue teniendo el apoyo del Partido Republicano de Alabama y de buena parte de los republicanos en el Congreso, ansiosos de retener el control del Senado en los comicios de 2018.

En esta lista de acosadores caben también figuras públicas como Louis C.K, Mark Halperin, Kevin Spacey y el expresidente, George H. W. Bush.

El presidente Donald Trump, que ganó la contienda en 2016 pese a más de una decena de acusaciones de acoso sexual – hace comentarios vulgares contra una mujer en un video de 2005– no tardó en atacar anoche la doble moral de Franken, pero en el caso de Moore, ha dicho que su futuro en realidad está en manos de los votantes el próximo 12 de diciembre.

Trump ha dicho en una declaración escrita que si las acusaciones contra Moore son ciertas, éste debería dejar la contienda por el escaño que dejó vacante el actual fiscal general, Jeff Sessions, pero no ha sido una denuncia contundente ni le ha retirado su apoyo político, como han hecho los principales líderes republicanos en ambas cámaras del Congreso.

La portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, nuevamente insistió ayer en que la postura de Trump es que la decisión sobre Moore está en las manos de los votantes de Alabama.

En la historia reciente del país, cada vez que surge un nuevo escándalo, siempre se cuela el caso del expresidente Bill Clinton, que en 1998 afrontó un juicio político por mentir sobre su amorío con la becaria de entonces, Monica Lewinsky.

Aunque Clinton fue exonerado por el Senado en febrero de 1999, dos meses después de iniciado el proceso de destitución, su nombre siempre ha estado asociado con críticas a su “vacío moral” en la Casa Blanca.

Para la comentarista de CNN, Amanda Carpenter, el escándalo que enloda a demócratas y republicanos es un recordatorio de que la respuesta a semejante conducta indebida debe transcender la política.

“Por cada Clinton, habrá un Trump. Por cada Roy Moore, habrá un Al Franken. Cuando has encubierto a uno, entonces habrás perdido la credibilidad moral para exigir cuentas” a nadie, advirtió.

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