Debilidad del PRI, PAN y PRD

El tiempo corre y, a solo 45 días de las elecciones en México, uno de los fenómenos que más llama la atención es la debilidad de los candidatos del PRI, PAN y PRD para enfrentar a Andrés Manuel López Obrador, el favorito para ocupar la silla presidencial.

Los priístas han recurrido a todo tipo de tácticas para atacar al tabasqueño, especialmente la del miedo. Varios de sus spots asocian a El Peje con la situación que se vive en Venezuela. Otros presentan las calamidades que supuestamente traerá un triunfo del candidato de Morena: caos en las calles, más pobreza, agudización de la violencia, fuga de capitales y falta de empleo.

Se trata de la misma estrategia que se utilizó contra AMLO en el pasado y que ha funcionado entre varios estratos de la sociedad, entre ellos los empresarios. Pero esta vez no le ha hecho la más mínima mella a la sólida ventaja de López Obrador. Una de las principales razones es que el PRI no tiene autoridad moral para denunciar a nadie. El 80% de los mexicanos rechaza al gobierno del priista Peña Nieto debido a que durante su mandato han florecido como nunca antes la corrupción, el crimen organizado y la violencia.

La mayor debilidad del candidato José Antonio Meade, quien desde el inicio de la contienda se ha mantenido en un lejano tercer lugar, es justamente que ha hecho su campaña tratando de defender lo indefendible: el nefasto legado del PRI y de Peña Nieto.

Para Ricardo Anaya, candidato de la coalición entre el PAN y el PRD, la situación tampoco es fácil. Aunque es el aspirante con más posibilidades de derrotar a López Obrador, hasta ahora no ha logrado acortar de manera significativa los 20 puntos que le lleva de ventaja el tabasqueño.

A sus 39 años, Anaya cuenta con dos grandes activos: su juventud y sus indiscutibles dotes oratorias. Pero no tiene el carisma necesario para conectarse con la mayoría del pueblo. Muchas de sus propuestas pasan desapercibidas. A ello se agrega el escepticismo válido de que pueda funcionar la coalición que representa entre el PAN, que es conservador, y el PRD, de izquierda. Por si fuera poco, se le ha acusado de lavado de dinero por la venta de una nave industrial.

Sus estrategas, por otra parte, debaten si debe centrar sus ataques en el PRI o en AMLO para poder avanzar.
Mientras tanto, López Obrador se beneficia claramente del hartazgo y la decepción de las mayorías ante el fracaso del PRI y del PAN para combatir de manera eficaz los problemas ancestrales de México. Después de competir sin éxito en dos ocasiones por la presidencia, todo indica que, a menos que ocurra algo totalmente inesperado, esta vez sí tendrá éxito. Solo queda desear que, de ser así, no decepcione a los millones que hoy lo apoyan.

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