Por qué se sabe tan poco sobre las causas y los efectos de las migrañas
La investigación sobre las migrañas sigue siendo poca. ¿A qué se debe?
Afectan a una de cada cinco mujeres y son la segunda causa de incapacidad laboral, pero la investigación sobre estos agudos dolores de cabeza sigue siendo poca y los fondos que recibe resultan escasos. ¿A qué se debe?
La primera vez que sufrí una migraña fue una tarde después de salir del colegio.
Una pequeña molestia en la cabeza terminó convirtiéndose en un dolor insoportable, que nubló mi visión y convirtió la luz que había en el cuarto en fuente de pura agonía.
Entonces llegó el vómito.
Es un ciclo que he vivido innumerables veces en los últimos años. Una de esas veces, la migraña me obligó a renunciar a mi trabajo y quedarme con la sensación de que ya nada me podía ayudar.
Pero mientras un simple dolor de cabeza se puede pasar con una aspirina o un ibuprofeno, la migraña es agresiva y puede terminar debilitando a quien la sufre.
Y no se ha descubierto todavía cuál es la razón exacta por la que ocurre (las hormonas y la actividad cerebral anormal son sólo dos teorías posibles) y tampoco hay un tratamiento sostenible que ofrezcan los médicos.
Por ello, tal vez no sorprenda que en la encuesta global más importante de bienestar que hizo la Organización Mundial de la Salud, con datos de 195 países, revela que, cada año desde 1990 hasta 2016, los ataques de migrañas fueron la segunda causa principal detrás de los años de vida con discapacidad.
Esto es, la segunda afección más frecuente en la lista de aquellas que hacen que una persona se sienta incapaz de trabajar o realizar sus actividades cotidianas de manera normal.
Pocos recursos
Y a pesar de que es una de las principales causas de incapacidad laboral – solo en Reino Unido, por ejemplo, tiene un costo de US$29 millones para los servicios de salud y las empresas-, sigue siendo uno de los padecimientos menos estudiados en el planeta.
No solo eso: es una condición que sufren en su mayoría las mujeres. Una de cada cinco, para ser precisos, mientras que la prevalencia en hombres es de un caso por cada 15.
¿Por qué ellas? De nuevo, las razones son poco claras.
Una investigación de la Universidad de Arizona, publicada en abril de 2018 y realizada con ratas macho y hembra, mostró que tal vez una de las razones sea la relación que hay entre altos niveles de estrógeno y los bajos registros de la enzima NHE1.
Sin suficiente NHE1 en el cuerpo, las señales del dolor aumentan de forma exponencial.
“Basándonos en estos hallazgos, pensamos que las mujeres son más susceptibles de sufrir de ataques de migraña debido a que la magnitud de sus fluctuaciones hormonales hace que cambie el nivel de la NHE1”, explicó la investigadora Emily Galloway.
Sin embargo, paradójicamente, la mayor parte de las investigaciones que se han hecho sobre la migraña utilizan ejemplares macho en el laboratorio, aun cuando en la vida real son las mujeres las que más las padecen.
Larga historia
Estos severos dolores de cabeza son una de las dolencias más antiguas registradas por la humanidad.
Escritos hallados en Egipto y que datan del año 1.200 antes de Cristo describen con precisión este mal.
Sin embargo, la primera descripción más precisa, con síntomas y nombre, se debe a un doctor griego del siglo II, Areteo de Capadocia.
De hecho, la palabra migraña viene del vocablo griego “hemicrania“, que significa “medio cráneo”.
Pero a pesar de la clasificación médica, el tratamiento para aliviarla estuvo siempre condicionado por la superstición.
En la Edad Media se sugerían remedios relacionados con la brujería, como la aplicación de un diente de ajo sobre las sienes.
Otros recomendaban la trepanación: una práctica que consiste en agujerear el cráneo. Este procedimiento agresivo se usaba para liberar espíritus malignos de aquellos que sufrían enfermedades mentales, según las creencias de la época.
Pero más allá de estos cuestionables tratamientos, no fue sino hasta el siglo XIX que los médicos comenzaron a notar la mayor prevalencia de la migraña en las mujeres.
Aunque, de nuevo, los diagnósticos fueron poco acertados. Muchos de los especialistas de entonces señalaron que se trataba de una enfermedad mental a la que llamaron “desorden de madres de clases bajas”, cuyas mentes se decían debilitadas por el trabajo diario, la falta de sueño, la lactancia y la malnutrición.
Las mujeres que sufrían estos agudos dolores de cabeza eran ridiculizadas y catalogadas de histéricas, lo que dio inicio al estigma de neurosis que todavía no ha sido erradicado del todo.
“Era una enfermedad que se relacionaba con un sistema nervioso delicado. Y se consideraba que las mujeres no tenían la misma capacidad del hombre para el trabajo intelectual y, como consecuencia, eran más susceptibles de sobre exigir su ‘débil sistema nervioso'”, explicó Joanna Kempner, profesora de sociología de la Universidad Rutgers.
De hecho, el que es considerado el padre moderno de la investigación en dolores de cabeza, el estadounidense Harold G. Wolff, estableció una diferencia similar entre la migraña de los hombres y la que sufren las mujeres.
Según él, los hombres eran ambiciosos y exitosos y solo sufrían de migraña cuando estaban cansados.
Mientras que las mujeres padecían estos fuertes dolores de cabeza debido a que eran incapaces de aceptar su rol de mujer, particularmente cuando se relacionaba con el sexo.
Según Wolff, las mujeres “creen que el sexo es, a lo sumo, un deber marital razonable. En muchos casos, para ellas es francamente poco placentero y lo resienten”.
“Para el final del siglo XX, la migraña era casi sinónimo de las amas de casa neuróticas. De hecho, en algunos diccionarios se listaba la palabra migraña como sinónimo de esposa”, apuntó Kempner.
La mente importa
No se puede negar que parece existir una relación entre esta dolencia y la salud mental.
Muchas investigaciones concluyen que las migrañas están asociadas a distintos desórdenes psiquiátricos.
Un estudio de 2016 señaló que las personas que las sufren son casi tres veces más propensas a desarrollar el trastorno de ansiedad generalizada (TAG), mientras que los pacientes con depresión son tres veces más proclives a sufrir ataques de migrañas.
Otro estudio encontró que una de cada seis personas con migrañas recurrentes ha tenido pensamientos suicidas en algún punto de su vida (la media en la población general es de una cada 10).
“Pero la gran pregunta es si hay una relación de causalidad. Cuando tienes un desorden como la migraña, la probabilidad de que se superponga con otras enfermedades es muy alta”, dijo Messoud Ashina, directora de la Unidad para la Investigación de la Migraña de Dinamarca.
Y por supuesto, sufrir de migrañas también puede llevar a tener una salud mental deficiente, en lugar de ser la “constitución mental delicada” la que conduce a las migrañas como creían los médicos victorianos.
Pero, más allá del efecto debilitante, la condición es sorprendentemente poco entendida o investigada.
“Muchos especialistas en neurología consideran a la migraña como una enfermedad benigna. No es cáncer, no es Parkinson. Pero si miras el impacto personal y público que tiene, se ve que es un gran problema”, dijo Ashina.
La profesora de neurología en la Clínica Mayo en Arizona, EE.UU., Arleen Starling señala que, en la comunidad médica, muchos no consideran a la migraña como un tema de estudio para la neurología “seria”.
Y parte de esa dificultad puede estar basada en un sesgo de género: se sabe ya que, en general, las mujeres tienen mayor dificultad para que tomen en serio sus síntomas o para llegar a un diagnóstico acertado, en comparación con los hombres.
Muy común
Según los expertos, el gran número de pacientes que padece migrañas debería significar que los especialistas conocen bien la condición.
Pero no siempre es así:
“El dolor de cabeza es el síntoma más común entre los pacientes ambulatorios de neurología y es el que menos se enseña a los médicos residentes de la especialidad. Es como entrenar electricistas pero sin contarles sobre las bombillas”, le dijo a Kempner una fuente, cuando escribía su libro “Esta noche no: la migraña y las políticas de género y salud”.
Afortunadamente, un nuevo tratamiento parece estar en camino: una inyección llamada Erenumab, que se administra una vez por mes y bloquea un receptor en el cerebro que activa el ataque de migraña.
“Lo interesante de esta nueva droga es que fue diseñada especialmente para combatir la migraña, no creada para otra enfermedad y que resultó que podría ayudar a aliviar la migraña”, dijo Starling.
“Y al ser una droga creada para un mal específico la toxicidad es menor. Es decir, tiene menos efectos colaterales”, agregó.
Como paciente afectada por las migrañas que soy, no puedo estar más emocionada. Actualmente el tratamiento que sigo es con bloqueadores beta, que originalmente fueron diseñados para la hipertensión.
Resultó que también combatían la migraña, pero no son una droga específica para este padecimiento, por lo que sufro constantemente de fatiga, mareos y, si dejo de tomarla de forma súbita, puedo tener un ataque al corazón.
Ahora, y después de pasar seis meses sin migrañas, estoy en plan de reducir la dosis.
¿Mi meta? Llegar al punto de “medicación cero“.
Pero hace poco tuve un nuevo ataque, y unos meses antes me habían tenido que hospitalizar porque tenía todos los síntomas de un ataque cardíaco.
Por suerte fue una falsa alarma. Pero me abrió los ojos sobre la necesidad de un tratamiento para mi migraña que no afecte mis órganos vitales.
Por suerte, parece que ya se ve una solución en el horizonte.
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