Bordando y pintando sueños en artesanías

Tres jóvenes originarios de la comunidad Yuvinani y Olinalá, en la zona montañosa de Guerrero, idearon un proyecto para ayudar a su comunidad aprovechando el talento local que a pesar de las circunstancias sociales adversas todavía persiste: el bordado ancestral

Una artesana de Yuvinani trabaja el telar de cintura, una técnica de antaño que está a punto de perderse.

Una artesana de Yuvinani trabaja el telar de cintura, una técnica de antaño que está a punto de perderse.  Crédito: Suministrada

Fue como mirarse en un espejo. Al ver las caritas contentas, en libertad, pero rodeadas de miseria y falta de oportunidades, Saúl Rivera sintió que estaba reviviendo sus días de infancia en la comunidad Yuvinani en Me-
tlatónoc, Guerrero, uno de los municipios más pobres y rodeados de violencia en México.

Las fotografías las recibe con frecuencia vía WhatsApp por parte de su hermano, Leonel Rivera, quien trabaja como profesor en la región montañosa de Guerrero. “Me tocó el corazón porque nada ha cambiado hace más de 25 años y quisiera que esos niños tengan oportunidades y no terminen emigrando, como nosotros”, afirmó Saúl, quien vive en Brooklyn desde hace unos cinco años

Junto a su primo Honorio, quien también emigró hace casi una década, comenzaron a idear en 2017 un plan para ayudar a la comunidad en la que crecieron, aprovechando el talento local que a pesar de las circunstancias sociales adversas todavía persiste: el bordado ancestral.

Parte del grupo de tejedoras y bordadoras de la comunidad Yuvinani. Algunas de ellas podrán viajar a finales de este mes a Nueva York y reunirse con sus hijos. /Suministrada

“Cuando nuestros padres tenían que ir a la ciudad a estudiar para ser maestros nos dejaban a cargo de las señoras que bordan y tejen, eso nos dio de comer. Lamentablemente la violencia, los secuestros y el narcotráfico han alejado el turismo de la zona… nuestro proyecto quiere salvar la tradición además de dar opciones de ingresos para nuestra comunidad”, afirmó Saúl.

Las madres de Saúl y Honorio, las hermanas Cristina y Ofelia Espinobarros Reyes, respectivamente, conocen las técnicas de bordado y tejido que han pasado de generación en generación como todo el conocimiento de la cultura mixteca, y no dudaron en ponerse manos a la obra para enseñar y producir, con el objetivo de atraer ingresos y mejorías para la comunidad, especialmente para los niños

Cuando las primeras piezas de ropa y manteles tejidos y bordados comenzaron a llegar, Saúl emprendió la tarea de buscar clientes en las calles de Nueva York. Primero probó en la Avenida Roosevelt, de Queens, pero para su sorpresa, recibió malos comentarios de sus mismos paisanos. “Me decían que para qué vendía eso, que sus madres lo podían hacer igual o mejor, me dieron golpes a la autoestima”, recuerda. Pero lejos de darse por vencido, se movió a otras zonas como el Bajo Manhattan, arriesgándose a ser multado por la policía, pero se dio cuenta que los residentes y turistas valoran mucho y aprecian el trabajo, pagando por él.

Honorio Rivera, uno de los organizadores en Nueva York del proyecto transnacional con la comunidad Yuvinani, de Guerrero, México. /Suministrada

Con las ventas, el proyecto de Yuvinani ha ido creciendo al grado de que el taller ahora cuenta con máquinas de coser y se reúnen 26 señoras. Ellas no aportan nada material, solo el talento y la creatividad para las piezas, aclaró Saúl.

Poco tiempo después, trabajando en el área de cocina, conoció a Ángel Castillo, quien se unió al proyecto aportando otro producto ancestral comunitario: las famosas cajitas de madera de Olinalá.

Famosas porque la técnica de elaboración se remonta a más de 200 años; tanto la madera como los colorantes son obtenidos de árboles y minerales cuyo proceso de elaboración es complejo y meticuloso. La creatividad sin límites le ha valido el nombre de “pueblo mágico”.

Por ejemplo, la madera proviene del árbol llamado “Linolué”, nativo de esa región; el color blanco, que se ocupa como base en la pintura se obtiene de una piedra que es cocinada por largo tiempo y luego es molida en metates. El verde y el rojo son extraídos de hojas y el negro del carbón del árbol antes mencionado.
“Cada parte del proceso, como la fabricación de los colores, la elaboración de los diseños, la pintada a mano y los acabados como el pulido, son roles que le corresponden a una persona en particular, de forma que el producto al final es de todos”, afirmó Ángel Castillo.

Para formalizar el proyecto en la comunidad nació el comité “Ti Toro Miko” (El toro meco, o pintado de negro y café), el cual a su vez se ha replicado en Ixcuinatoyac, Alcozauca, donde se han reunido 14 personas para elaborar cojines, caminos de mesa y bolsos.

Ese nombre también es el de la tienda electrónica que han abierto, que puede ser contactada en Facebook: https://www.facebook.com/pg/FASHTITOROMIKO2018.

Ofelia Espinobarros
Reyes, parte del grupo de tejedoras y bordadoras de la comunidad Yuvinani.
/Suministrada

Reunificación familiar

Estos proyectos de desarrollo comunitario forman parte de la Red de Pueblos Transnacionales en Estados Unidos y cuentan además con el apoyo de sus organizaciones espejo como la Asamblea Popular de Familias Migrantes, una de las organizaciones que junto a La Colmena y Ñani Migrante organizan el festival de cultura, tradición y reunificación familiar de los pueblos indígenas migrantes NewYorkTlán, el cual se realizará en Staten Island el 30 de septiembre.

“Frente a la incapacidad e inmovilidad de los gobiernos para una reforma migratoria, los proyectos locales son altamente efectivos”, declaró Marco Castillo, coordinador de la Red. “Ti Toro Miko es un ejemplo de una comunidad profundamente olvidada y marginalizada que está saliendo adelante gracias al trabajo organizado, se han recuperado tradiciones, hay cohesión y desarrollo económico”, añadió.

Una niña de la comunidad Yuvinani muestra un vestido tradicional de la zona mixteca de Guerrero. /Suministrada

Para esta oportunidad se espera que las dos señoras Espinobarros viajen por primera vez a Nueva York y vean a sus hijos junto a un grupo de más de 50 de otras poblaciones. Las visas y permisos que han obtenido no son ordinarias sino culturales, ya que ellas se han comprometido a mostrar la parte que les corresponde del proceso en la producción de las artesanías y además son invitadas por entidades culturales de Estados Unidos.

Los jóvenes se están preparando para recibirlas y declamarán el poema “El hijo del pueblo de Yuvinani”, escrito en mixteco por don Saúl Rivera padre.

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