Qué son la anosmia y la ageusia y qué tan probable es que las hayas sufrido
Pero ¿cómo se les dice a los que pierden el olfato o el gusto?
¿Te ha pasado alguna vez que cuando estás resfriado no puedes oler o sentir el gusto de la comida?
Es una sensación incómoda y frustrante ver un plato que por su apariencia a uno se le hace agua la boca pero que al probarlo es lo mismo que comer nada.
O como cuando caminas frente a una panadería y tu memoria te recuerda que de ahí se desprende un aroma que hace despertar ruidos en tu estómago. Pero tú no hueles nada.
Sabemos que las personas que no pueden ver sufren de ceguera y las que no pueden oír, de sodera.
Pero ¿de qué padecen las personas que no huelen o no tienen la capacidad del gusto?
Anosmia
Los seres humanos podemos oler gracias a las neuronas sensoriales olfativas que se encuentran en un pequeño trozo de tejido dentro de la parte superior de la nariz.
Estas neuronas se conectan directamente al cerebro y cada una tiene un receptor olfativo.
Las moléculas microscópicas liberadas por sustancias a nuestro alrededor, ya sea el aroma del café o los productos de la panadería, estimulan estos receptores.
Una vez que las neuronas detectan estas moléculas, envían mensajes al cerebro, y éste identifica el olor, explica el Instituto Nacional de la Sordera y Otros Trastornos de la Comunicación de Estados Unidos, que también estudia los trastornos del olfato y el gusto.
Y la persona que no puede detectar esos olores, por infinidad de causas, sufre de anosmia.
“En principio (la falta de olfato) no tiene preferencia por sexo, aunque sí por edad. En la misma medida en la que perdemos vista y oído a lo largo de los años, también perdemos capacidad de olfacción”, le dice a BBC Mundo Héctor Vallés, profesor de Otorrinolaringología de la Universidad de Zaragoza, España.
Esa pérdida de olfato producto del envejecimiento se llama presbiosmia.
Es posible nacer con anosmia, que es la anosmia congénita, y también se puede perder la capacidad del olfato durante la vida por diferentes causas, y por un período breve, como puede ser cuando estás resfriado.
De hecho, según la clínica Mayo en Estados Unidos, el resfriado con congestión nasal es la causa más frecuente de la pérdida de olfato parcial y temporal.
“Hay muy pocos datos sobre a quiénes afecta porque el paciente le da poca importancia a los trastornos de olfacción. No es muy consciente”, dice Vallés.
La anosmia puede ocurrir como una anomalía aislada o estar asociada con un trastorno genético específico, como el síndrome de Kallmann o la insensibilidad congénita al dolor, señala el Centro de Información de Enfermedades Genéticas y Raras (GARD, por sus siglas en inglés) que depende del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos.
Los estudios sugieren que aproximadamente 1 de cada 10.000 personas en Estados Unidos se ven afectadas por anosmia congénita, señala el GARD.
La pérdida de olfato puede producirse también cuando se lesionan o deterioran los nervios que conducen al centro olfatorio del cerebro. Esto puede tener múltiples causas, entre ellas el haber sufrido un aneurisma o un tumor cerebral.
Dentro de las dificultades en el olfato hay muchas variantes. Entre las principales están:
- Hiposmia: la disminución de la capacidad de detectar olores
- Parosmia: oler incorrectamente. Por ejemplo, cuando se distorsiona el olor de algo familiar, o cuando algo que normalmente te agradaba de repente se vuelve desagradable
- Heterosmia: confundir un olor con otro. Por ejemplo, cuando hueles una flor y percibes un olor a queso
Según resalta Vallés, “el olfato se ha perdido. Así como en el animal el olfato es uno de los sentidos más importantes en la reproducción, en la búsqueda de alimentos o en la detección de amenazas, en el hombre, el desarrollo del cuerpo humano y el de la sociedad hizo que el olfato sea menos importante, menos utilizado”.
“Nosotros hemos tenido que organizar nuestros sentidos de acuerdo a nuestro entorno. Tampoco interesa tanto olfatear en busca de alimentos. Vamos al supermercado y compramos por los ojos”, dice el especialista.
Ageusia
Los seres humanos podemos sentirle el gusto a los alimentos gracias a las células gustativas que se encuentran agrupadas dentro de las papilas gustativas de la lengua, el techo de la boca y a lo largo de la garganta.
Al nacer, tenemos alrededor de 10.000 papilas gustativas que podemos empezar a perder después de los 50 años, señala el Instituto Nacional de la Sordera y Otros Trastornos de la Comunicación de Estados Unidos.
La dificultad para detectar el gusto se llama ageusia.
“Se puede nacer con ageusia, pero la pérdida del gusto es menos frecuente que la del olfato“, asegura el otorrinolaringólogo Vallés.
Y la razón es que “el gusto tiene una inervación más rica y más compleja que la del olfato. Tenemos muchos nervios en el proceso de gustación“, enfatiza.
Además, los sentidos del gusto y del olfato están muy relacionados. Según el Instituto Nacional de la Sordera y Otros Trastornos de la Comunicación, la mayoría de la personas que van al médico porque creen que han perdido el sentido del gusto, se quedan sorprendidas al saber que en realidad lo que tienen es un trastorno del olfato.
Muchas veces la pérdida del gusto se debe a resfriados e incluso algún medicamento que estemos tomando, pero una vez que el proceso de la enfermedad termina o se deja de ingerir la medicina, el gusto se recupera.
La pérdida del gusto puede estar relacionada también con haber sufrido infecciones respiratorias y del oído medio o haber pasado por radioterapia, entre otras razones.
Dentro de los principales trastornos del gusto están:
- Hipogeusia: la disminución de la capacidad gustativa
- Disgeusia: cuando la sensación gustativa que se percibe no es la normal. Es una alteración del gusto
El gusto no se pierde con los años, a diferencia del olfato.
“Lo que sí cambia es la preferencia por los sabores. A lo largo de los años tendemos a buscar otros sabores y nos alejamos de aquellos propios de la infancia, señala el profesor de la Universidad de Zaragoza.
Consulta
Como el resto de los sentidos, el olfato y el gusto juegan un papel importante en nuestras vidas.
El olfato puede darnos la primera alerta del humo en un incendio, de una pérdida de gas o de si un alimento no está en condiciones para comerlo.
Del mismo modo, el gusto nos indica si comidas o líquidos se echaron a perder.
Sin embargo, a diferencia de la vista y la audición, las personas no suelen consultar al médico cuando sienten que perdieron el olfato o el gusto.
“Los pacientes le dan poca importancia a los trastornos de olfato, y menos aún si pierden el gusto”, afirma Vallés.
Si la pérdida no pasa tras unos días, es mejor ir al médico para descartar enfermedades.
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