Qué opinas: ¿Tenemos derecho a no estar solos?
La filósofa Kimberley Brownlee tiene una propuesta algo peculiar para prevenir la soledad que hace daño
Los navegantes de larga distancia en solitario, que enfrentan meses solos en el mar, a menudo confiesan que su mayor desafío es la “soledad desmoralizadora”.
Somos propensos a sentirnos solos cuando estamos socialmente aislados, aunque la soledad también puede invadirnos cuando no lo estamos, incluso si tenemos lazos con personas que se preocupan por nosotros.
Entonces, ¿qué es esa “soledad terrible en que una conciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida“, como lo expresa el filósofo Bertrand Russell?
La soledad es la sensación no deseada de que carecemos de compañeros, de que tenemos menos relaciones o menos satisfactorias de las que queremos.
Sentirse solo es como sentir dolor, sed y miedo.
Activa nuestra respuesta de “lucha o huida”.
En pequeñas dosis, la soledad puede ayudarnos. Nos puede impulsar a buscar a otras personas.
Pero, cuando la soledad se vuelve crónica y aguda, es corrosiva.
Algunos de nosotros recurrimos a las drogas para lidiar con la soledad.
Otros, nos unimos en relaciones abusivas o en pandillas.
Además, la soledad se correlaciona con otros riesgos para la salud, como la depresión, la inmunidad reducida e incluso el comportamiento suicida.
Los estudios indican que los jóvenes se sienten solos tan a menudo como las personas mayores.
Incluso los niños pequeños pueden sentir profunda soledad.
Entonces, si la soledad puede llevar a graves problemas sociales y de salud, ¿qué hacemos al respecto?
¿Podemos tener el derecho a no estar solos?
No podemos tener un derecho contra sentirnos solos.
Pero podríamos tener derechos contra algunas de las condiciones subyacentes que tienden a causar soledad, como…
- el derecho a no ser aislado socialmente de forma persistente
- el derecho a no tener que arreglárnoslas solos cuando necesitamos ayuda para mantenernos sociales, como en el caso de personas con discapacidades físicas que necesita ayuda para salir de la casa.
Aunque esto no es actualmente un derecho explícito en los acuerdos internacionales, quizá debería serlo dado que los derechos humanos tratan de asegurar el mínimo moral que nos debemos unos a otros como seres humanos.
Además de hablar sobre los derechos, podemos esforzarnos individualmente para aliviar nuestra soledad y la de los demás.
Las pequeñas conexiones sociales, como la visita al médico, el viaje en autobús, el viaje a la tienda de comestibles, son muy valiosas.
Podríamos habituarnos a iniciar conversaciones con personas que no conocemos, como sugiere el escritor George Monbiot.
Estos micromomentos de conexión no son simplemente agradables.
Según la psicóloga social Barbara Fredrickson, nos hacen sentir mejor, emocional y físicamente.
Son tan beneficiosos, asegura, “como comer verduras y hacer ejercicio”.
Por otro lado, la capacidad de amor de nuestro corazón obedece a la ley biológica“úsala o piérdela“.
Entonces, como dice la cantante de canciones infantiles Charlotte Diamond:
“Nadie recibe suficientes abrazos al día
Porque el número mínimo es cuatro
Si no te han dado cuatro abrazos hoy
Será mejor que vayas a conseguir más abrazos.
Cuatro abrazos al día, eso es lo mínimo, ¡no es el máximo!“.
¿Y tú qué opinas?
¿Deberíamos tener el derecho a no estar solos? ¿Qué piensas de esta reflexión de Kimberley Brownlee?
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