¿Con o sin tiempo? He ahí el dilema
Los padres deber buscar el tiempo para compartir con sus hijos
Ante la inminencia de un cargo por posesión de una substancia controlada, Antonia, la madre de un adolescente, se preguntaba: ¿En qué he fallado? Antonia ha llevado las riendas de su casa prácticamente sin ayuda. El padre de su hijo se casó de nuevo y ahora saca adelante los niños pequeños de su segundo matrimonio, por lo que ha dejado a Juan casi en el olvido.
A su vez, ella trabaja a tiempo completo como asistente de un gerente. Además, a fin de redondear su magro salario, lleva la contabilidad de varios negocios desde la casa. Su tiempo y energías se van en proveer las necesidades materiales de su hogar, de tal manera que le restan pocos momentos para estar presente, conversar con Juan y monitorear las andanzas de este prometedor deportista de 16 años, quien parece haber sucumbido a la presión de los amigos, el deseo de aceptación y el asalto hormonal propio de su edad.
En alguna ocasión lo cuestionaron y dijo no creer en su capacidad para ser “alguien” en el mañana, que se sentía inadecuado, ignorado, con falta de ánimo para jugar balompié y, en general, sin propósito en la vida. Asimismo, decía sentirse inclinado hacia el consumo de marihuana porque le adormecía los sentidos, reduciendo la ansiedad para sobrellevar las tareas cotidianas en soledad, las incesantes demandas relativas a la interacción social y (lo más absurdo y preocupante de la lista) ¡lidiar con las presiones de estar al último grito de la moda!
Este tipo de sentimiento no es extraño en los jóvenes y parece permear los más diversos estratos sociales. Para enfrentar la situación, Antonia ha sacado de su arsenal cuanta herramienta tiene a la mano: llamó al padre y le pidió reconectarse con su hijo, buscó un grupo de ayuda para jóvenes con problemas de abuso de drogas, pidió a las tías que ayudaran con llevarlo a las citas pendientes y tocó en la puerta del vecino, que prefirió marcar el número de la policía antes que el suyo personal para advertirla de lo que estaba observando.
Con un poco de suerte, el juez será benigno ante la falta. Independientemente de los resultados, nos encontrarnos con un problema cuya solución se hace cada vez más urgente: ¿hasta dónde el ritmo acelerado del zeitgeist está acabando con la interacción familiar, con los espacios dedicados a nutrir emocionalmente a nuestros hijos, dedicándoles la atención, la guía, el tiempo que ellos tanto necesitan de nosotros en su entorno?
Antonia no falló en nada. No hubo un error. Hubo una decisión, la de dar prioridad al sustento por encima de todas las cosas. Pero eso, como todo, está sujeto a reconsideraciones, si así lo decidimos. ¿Verdad?