El capitalismo se la juega
Personas influyentes en el mundo de las finanzas admiten que el sistema no funciona para todos
El 30 de marzo comenzaron a cotizar las acciones de Lyft en la Bolsa. Su competidor, Uber, tiene previsto debutar en los mercados en breve. Estas empresas que han irrumpido en el mercado del transporte privado cortejarán, con más o menos éxito, el favor de los fondos para obtener el capital de inversionistas y jubilados o ahorradores que preparen su jubilación.
Con ello se consagra un tipo de empresa que según muchos think tanks progresistas no solo cambia las cosas en el sector del transporte sino también en el modelo de relaciones laborales. La actividad central de estas empresas y otras como taskRabbit o Handy, se desarrolla mediante contratistas independientes y no trabajadores de plantilla. Como dice the National Employment Law Project (NELP), “se transfiere buena parte del riesgo de operar un negocio y pocos de los beneficios a los que hacen el trabajo”.
La red social que se construye a partir del trabajo se debilita. La acción colectiva, con la que se hace fuerza, desaparece.
Y esto ocurre en un momento particularmente frágil para los fundamentos de las sociedades modernas en las que la Gran Recesión y la ya también Gran Recuperación, han dejado al descubierto la falla fundamental del sistema: la profunda desigualdad social económica y de oportunidades.
Es algo que se refleja en las estadísticas sobre ingresos, sobre patrimonio, sobre deuda, sobre oportunidad y es algo tan indiscutible que no solo se habla de socialismo en política para repartir esa oportunidad como nunca antes se había hecho en la cuna del capitalismo y muchos de los capitalistas de toda la vida, quienes han construido su posición económica y empresas o instituciones de gran poder económico, saben que el sistema se la está jugando.
En su reporte anual a la ciudadanía, Michael Corbat, presidente del banco Citi explicaba que una de las cuestiones que me mantenía despierto por la noche es “la cada vez mayor brecha de ingresos en EEUU y globalmente”.
Corbat dice que es algo que le ha preocupado durante muchos años “y mucho más recientemente al ver las consecuencias de la división fundamental y como está afectando a lo que nos rodea”.
Para este ejecutivo de banca, una de los problemas que ve en ello es la polarización política nacional y global. Aunque vive en la contradicción de tener unos ingresos astronómicamente más elevados que el empleado medio de su empresa y en una reciente comparecencia en el Congreso fue una cuestión que defendió de forma incómoda, Corbat plantea que se tiene que hacer más porque permitir el crecimiento no es suficiente.
Y es algo que está en la calle.
Hay muy poco desempleo, pero los salarios de los consumidores, la mayoría de las personas que viven de los ingresos de sus trabajos, apenas han notado este momento histórico de baja desocupación. Tanto es así que la inflación (la subida de precios que viene con el aumento de la demanda, es muy baja y en las recientes estimaciones de crecimiento del país se vio una fuerte caída del consumo privado.
Otro ejecutivo de banca, el presidente de JP Morgan Chase, Jamie Dimon aludió con preocupación recientemente a que el 40% de los americanos ganan menos de $15 la hora, no podrían pagar una factura de $400 porque no tienen ahorros para ello (según un informe de la Reserva Federal) y unos 70,000 mueren agarrados a sus opiáceos, adictos por el camino de la desesperanza.
Un inversionista, Ray Dalio, quien en las alas del capitalismo ha construido una fortuna desde los años setenta con uno de los mayores Hedge Funds del mundo, Bridgewater Associates, mira el paisaje social de las primeras décadas del siglo XXI para concluir que el sistema tiene importantes fisuras.