Copa América: Messi no se rinde como otras veces, pero ya no es decisivo

El delantero del Barcelona ya no es un referente para la selección de Argentina

Lionel Messi dejó de ser un referente para la Selección de Argentina

Lionel Messi dejó de ser un referente para la Selección de Argentina Crédito: EFE

Otra vez esos gestos abatidos, otra vez frustrado. Las manos en el rostro, el andar perdido. El desconsuelo como indeseable inquilino. Así se marchó Lionel Messi al entretiempo. Las peores presagios, como si el destino estuviera empecinado con él.

Incluso, cuando en la reanudación del partido, a los 6 minutos del segundo tiempo, y después de un rebote en el travesaño, Lionel Messi giró con determinación y su zurdazo lo desvió el arquero Roberto Fernández. Podía hundirse, pero aun lejos de brillar, se mantuvo activo, inquieto. Rebelde, pero terrenal. Con la versión burocrática que trajo a Brasil.

El penal lo puso a prueba. La Argentina estaba en desventaja, si fallaba era la carta de salida para la selección. La comparación con el duelo ante Islandia, en el triste debut de la Copa del Mundo de Rusia se volvió inevitable.

Aquella vez se lo atajaron y Messi se desconectó por cinco días. Ahora, no dudó: cruzó el zurdazo para perforar el arco guaraní. Lo gritó con fiereza, como si quisiera desahogarse. Y hasta regaló para las cámaras un corazón de desconocida significación. El acierto sirvió para rescatar un empate que minutos más tarde sostuvo Franco Armani. Otra vez, con un penal de por medio.

En el juego alternó una iniciativa rescatable con muchas insinuaciones incompletas. Corrió, hasta lucho por momentos. Descendió hasta su campo para encontrarse con la pelota. Las sociedades volvieron a dejarlo casi a la intemperie; sin empatía con Lo Celso, ni con Lautaro Martínez, tampoco con los históricos cuando Scaloni pensó en ellos: ni Agüero ni Di María le ofrecieron opciones al capitán.

Pero Messi estuvo desteñido, no rendido, pero decolorado. Sus tiros libres, si sirven de medida, no llevan veneno. Tibios, intrascendentes, otra vez a las manos del arquero, anoche Fernández, como Ospina en el debut.

Para Messi se trató de su cuarta vez en el estadio Mineirao. Debutó en 2008 y se llevó una ovación, nada menos, del público brasileño. La Argentina empató 0 a 0 con el Scratch por las eliminatorias, y cuando Leo salió, en el último minuto y lo reemplazó Rodrigo Palacio, los torcedores lo vivaron.

Luego, vendrían otras dos visitas. Una, la más recordada, fue en junio de 2014, ante Irán, en el Mundial: en el cierre del partido dibujó un golazo al ángulo derecho de Haghighi, que resolvió un partido incómodo. El 1-0 desató su festejo con los brazos estirados.

Un alivio. Y la siguiente fue una cachetada. De aquel Messi con aspecto de estudiante de primaria del Mundial se pasó a uno barbado y pelos amarillos, que deambuló por el Mineirao al son del baile que Brasil le dio a la Argentina. Fue en noviembre de 2016, por las eliminatorias para el Mundial de Rusia, con la selección en crisis y Brasil disfrutando del gran inicio de la era Tite. El 3-0 de sus amigos Dani Alves y Neymar fue un golpe durísimo para el tambaleante equipo de Bauza y un alivio para Brasil: volvía al Mineirao después de inolvidable 7-1 que le había enrostrado Alemania en la semifinal del Mundial. Anoche, de nuevo se fue apagado.

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