La “economía de la precisión” donde los trabajadores son espiados hasta cuando van al baño
De acuerdo con algunas predicciones, la hipervigilancia sobre los trabajadores aumentará en los próximos años
El concepto de un “trabajo para toda la vida” parece un sueño distante para la mayoría de las personas en 2019.
Después de todo la llamada “gig economy” (economía de los pequeños encargos) está expandiéndose a una tasa impresionante. Se estima que cerca de 57 millones de personas en Estados Unidos y 1.1 millón de personas en el Reino Unido dependen de trabajos de medio tiempo a corto plazo para pagar sus cuentas.
Y seguirá aumentando. Para 2035 la mayoría de nosotros estará haciendo trabajos sin la seguridad de contratos a largo plazo y cada uno de nuestros movimientos será monitoreado en el trabajo gracias a miles de millones de dispositivos que funcionan en el mundo del “Internet de las Cosas”.
Es la desoladora visión de un informe de la Sociedad Real para el fomento de las Artes, Manufacturas y Comercio (RSA, por sus siglas en inglés), diseñado para destacar los desafíos y oportunidades que nuestro podría depararnos. Y ya se está convirtiendo en una realidad.
“Tenía que ingresar mi llegada y mi salida del trabajo y declarar cualquier descanso, incluso si voy al baño“, cuenta Sara McIntosh, una exempleada de una tienda en línea.
“Contaban cuántas investigaciones había hecho en su sistema en el día, luego las dividían por las horas trabajadas -menos los descansos- para supervisar si había logrado la meta diaria”.
La mayor parte de los trabajadores británicos (56%), cree que actualmente son espiados en su trabajo, según un informe de la organización sindical Trades Union Congress (TUC).
Un espionaje que va desde el uso de internet, las pulsaciones de teclas y las cámaras web, hasta la ubicación y la identidad supervisadas mediante dispositivos portátiles y tecnología de reconocimiento facial.
El informe del TUC da el ejemplo de un empleados de la construcción llamado Barry, que ha trabajado en lugares donde no utilizaban una hoja de registro.
En cambio, cuenta, “tomaban nuestras huellas digitales“, explica. “Sentí que era una invasión a mi privacidad”.
El informe de la RSA imagina cuatro escenarios en el año 2035, uno de los cuales es llamado la “economía de la precisión”.
Los autores eligieron el 2035 porque parece lo suficientemente lejano como para estimular la imaginación de las personas, pero lo suficientemente cercano para especular fácilmente sobre distintas posibilidades.
“2035 probablemente será cercano, pero diferente”, dice Asheem Singh, director de Economía de la RSA.
Los cuatro escenarios, explica, están diseñados para proveer herramientas para vislumbrar hacia dónde va el futuro y evitar una visión catastrófica del mismo.
El escenario de la economía de la precisión (que funciona con extrema vigilancia), no es necesariamente más probable que los otros tres escenarios, pero es el más inquietante.
Economía “gig” 2035
En el escenario de la economía de la precisión, las empresas serán capaces de usar datos recolectados por sensores de manera automática para distribuir recursos de manera eficiente.
Esto les permitirá adoptar estrategias laborales a pedido, con patrones de trabajo propios de la economía gig (también llamada economía compartida), transformándose en la norma en los sectores deatención médica y comercio minorista para el 2035.
Además, la proliferación de sensores permitirá a las empresas analizar cada movimiento de sus trabajadores.
Por lo tanto, en el comercio minorista, los sensores en la tienda se utilizarán para recopilar información al paso, mientras que los dispositivos portátiles se utilizarán para realizar un seguimiento de la actividad del personal, incluido el registro de tiempo inactivo.
Estos datos serán usados por los empleadores para recompensar o castigar a los trabajadores, quienes recibirán calificaciones basadas en la información recopilada.
Singh dice que este escalofriante escenario ya está ocurriendo, con el registro del tiempo dedicado a las distintas actividades y con el uso de dispositivos de vigilancia que supervisan a los trabajadores en bodegas y call centres.
Bethia Stone trabajó en una agencia de relaciones públicas que usaba un software para registrar cada actividad realizada en bloques de 15, 30 o 60 minutos, haciendo que los empleados terminaran trabajando horas extra en una “atmósfera de ansiedad y estrés”.
También había experimentado vigilancia laboral cuando era estudiante y trabajaba en un supermercado que tenía mediciones de productividad en las cajas.
“Tenía que escanear un determinado número de productos en un minuto y si no lo hacías, podían aplicarte medidas disciplinarias“.
Singh dice que este tipo de vigilancia va en aumento.
“En la medida que los trabajadores se cambian de un empleo a otro, los empleadores les exigen más”.
“No es tanto el control del tiempo, como la vigilancia de cada cosa que haces cada vez que inicias sesión en un computador. Esto implica serios problemas en términos de privacidad, bienestar, autonomía y es un desafío el sentirse humano en un mundo cada vez más mecanizado”.
Por otro lado, los sistemas de vigilancia pueden contar con el apoyo de trabajadores que creen que se beneficiarán del pago de salarios en relación al desempeño, de tener mayores oportunidades de ascenso y de que se apliquen medidas severas cuando sea requerido, sugiere el informe.
“El escenario en la novela 1984 es el final lógico de la economía de la precisión: un mundo donde la esfera laboral, política y personal son controladas“, dice Singh.
Él cree que, si lo permitimos, la tecnología puede acelerar este proceso.
Ganadores y perdedores
La economía gig está diseñada para que las empresas puedan ajustar su fuerza de trabajo según la demanda de bienes, y para que los trabajadores puedan elegir qué trabajos hacen en un esquema flexible.
Pero mientras esto suena genial en la teoría, encierra efectos negativos.
Las empresas pierden la lealtad de los empleados, mientras los trabajadores pueden verse forzados a estar en un sistema sin seguridad social, dice Keith Bender, profesor de Economía de la Universidad de Aberdeen.
Mientras que actualmente los trabajos que no garantizan un mínimo de horas no se pagan bien, en el futuro surgirán plataformas exclusivas, señala el informe.
Esta situación podría polarizar la economía gig en dos mundos: uno donde están los empleados con alto desempeño, y otro donde trabajadores desesperados realizarían trabajos desalentadores, como moderar contenido en redes sociales.
Los trabajadores con alta demanda -como enfermeros o doctores- se benefician de tener un mejor equilibrio entre su vida laboral y personal, en la medida que pueden cobrar más por trabajar en horarios que no son los más deseados.
Y algunos trabajadores podrían tomar medicamentos para mejorar sus capacidades cognitivas y así tener un mejor desempeño bajo el escrutinio constante de sus empleadores.
En el escenario de la economía de la precisión, a las personas más jóvenes les será más fácil desenvolverse y en ocasiones ascender más rápido en la escala laboral.
Pero eso ocurrirá a expensas de otros empleados más viejos y aquellos que tienen menos flexibilidad.
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Bender cuestiona si la gente mayor es la que va a salir perdiendo.
“El estereotipo es que las generaciones mayores no se adaptan tan bien al cambio tecnológico en comparación a los jóvenes. Pero como los jóvenes no valoran tanto su privacidad, también pueden quedar en una posición de riesgo, explica.
Ya sean viejos o jóvenes, Bender cree que las personas más afluentes son los que serán capaces de protegerse contra las condiciones de trabajo inestables, porque tienen más dinero.
Singh está de acuerdo, advirtiendo que corremos el riesgo de estar frente a una “vigilancia desigual”, donde los que tienen los medios pueden conseguir mejores condiciones, mientras que los que no los tienen, pueden terminarán sufriendo.
Por lo tanto, es probable que muchos trabajadores terminen luchando por conseguir empleos mal remunerados.
Fuga de cerebros
“Si seguimos el camino donde la economía gig se expande, tendremos que replantearnos las cosas”, dice Bender.
Por ejemplo, es probable que los sistemas de salud tengan que gastar más recursos en salud mental, dado que no tener seguridad laboral es estresante.
La vigilancia también puede minar la confianza en el lugar de trabajo.
Los emails y mensajes que Carly Thompsett le enviaba a otro colega eran leídos por su empleador, cuando ella trabajaba como asistente de administración en un equipo de ventas.
“Sentíamos que nos trataban como niños”.
Pero además, la vigilancia también continuaba fuera de línea.
“Si nos parábamos cerca o hablábamos, nos observaban constantemente. Nos sentíamos como en una prisión“, dice Thompsett.
“Aunque hay argumentos positivos sobre la vigilancia de los empleados como la seguridad y el reconocimiento de un buen desempeño, parece que usualmente es implementado de maneras que aumentan el estrés y reducen la autonomía y la dignidad de las personas“, señala Naomi Climer, vicepresidente de la Academia Real de Ingeniería.
Un contrato social
La economía gig ya está siendo culpada por hacer a los pobres aún más vulnerables.
Con la hipervigilancia tecnológica, el resultado final de este fenómeno dependerá de los gobiernos, organizaciones laborales y sindicatos.
Ellos tendrán la responsabilidad que crear un marco regulatorio para proteger a quienes están en riesgo.
Singh dice que necesitamos un nuevo contrato social, una nueva red de protección para el siglo XXI, que permita que cualquier persona pueda prosperar y desarrollarse.
Se trata de una seguridad social 2.0, que debería ser tan grande como la visión que creó el estado de bienestar hace más de siete décadas, agrega.
David Spencer, jefe de Economía de la Escuela de Negocios de la Universidad de Leeds, cree que habrá resistencia a la hipervigilancia, limitando su impacto.
“Al final, tenemos alternativas sobre cómo evoluciona la tecnología“.
Singh da ejemplos de estas opciones.
“Tenemos que decirles a nuestros empleadores, colectivamente, que no está bien etiquetar a los trabajadores de las bodegas. Debemos insistir en que se reconsidere la legislación de derechos humanos en una era de vigilancia de precisión”, apunta.
“Necesitamos unirnos en formas cada vez más innovadoras para asegurarnos de que nuestras voces sean escuchadas. Necesitamos foros para deliberar sobre la automatización ética y la inteligencia artificial, y debemos compartir y denunciar las malas prácticas y traer al gobierno y las empresas a nuestro lado”.
La libertad no tiene que significar la esclavitud, y podríamos ser capaces de evitar que el Gran Hermano nos observe demasiado … si tenemos cuidado.
Lee la nota original en inglés (en BBC Capital) aquí.
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