Sistema de salud en México azota a familia de deportados

Conoce la desgarradora historia de la familia Patiño

MÉXICO – Los Patiño apenas cumplieron dos meses en este país y ya tienen una deuda de alrededor de $10,000 dólares, un hijo sin ojo, una madre con cáncer y la decisión inmovible de entregarse a las autoridades estadounidenses para pedir una visa humanitaria que devuelva algo de luz a sus vidas.

“Ser pobre en México te puede matar”, concluye la madre, Angélica Pérez.

La historia de la familia es una sucesión de infortunios que se remonta a febrero pasado, cuando Jesús Patiño fue deportado de Carolina del Sur, donde habían nacido sus cuatro hijos, donde tenía una pequeña empresa constructora y el embeleso del Sueño Americano.

Por eso Jesús Patiño había solicitado un “perdón” migratorio para regularizase. Su esposa padece leucemia. Las autoridades del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) se mostraron abiertos al caso, hasta le dieron un permiso de trabajo, pero un día que acudió a las oficinas le pusieron un grillete y poco después una orden de deportación. Pronto lo echaron de Estados Unidos.

El se quedó en México porque volver sería peor: tenía una multa por manejar ebrio en 1999 y una primera captura en la frontera en 2004. Se mudó a Comonfort, Guanajuato, su tierra natal. La familia lo alcanzó medio años después, cuando la madre no pudo pagar la renta en EU, conseguir un trabajo y lidiar con los niños. No sabía manejar ni hablar inglés.

“Le dije que viniera, que aquí las cosas irían bien”, recuerda Jesús. “No sabía lo que decía”.

Aunque la familia vivía en un tráiler en EEUU, un tanto hacinada, el dinero alcanzaba para comer, rentar y ahorrar mientras el Estado cubría las consultas, revisiones médicas y medicina de los niños como a todos los niños estadounidenses: Milagros, tiene 11; María, nueve; Jesús, ocho y Catherine, seis.

En México, el sistema de salud está obligado por ley a dar servicios cualquier persona independientemente de su condición migratoria, pero la realidad dista del papel: el personal responsable desconoce esta norma y niegan la atención. Otras veces no tiene equipo.

Jesús Jr. llegó sangrando al Centro de Salud de Comonfort, en Guanajuato (centro). Tenía la cara partida en dos por un ring que se le incrustó entre la nariz y el ojo izquierdo: jugando dio un martillazo a la llanta de una carretilla y ésta explotó en pedazos de goma y metal.

El pequeño Jesús Patiño buscará ir a EEUU en busca de una prótesis.
El pequeño Jesús Patiño buscará ir a EEUU en busca de una prótesis.

“No tenemos el equipo para sacar el coágulo de la cabeza”, dijo la enfermera que los atendió.

Las palabras resumieron al sistema de salud publica mexicano, principalmente en provincia, aunque los padres Patiño aún no lo sabían. Tenían fe. O desesperación. O ambas.

Llamaron a una ambulancia privada que, por alrededor de 40 dólares los transportó al Hospital Regional. Ahí sí tenían los instrumentos quirúrgicos, pero, ¡el único neurólogo estaba de vacaciones! Buscaron a un especialista particular quien, finalmente, extrajo la sangre de la cabeza por 10,000 dólares.

“¡Le debemos dinero a todo mundo!, lamenta Angélica en entrevista con este diario en un hotel de la Ciudad de México a donde viajaron en busca de apoyo: la organización de deportados New Comienzos los enlazará con activistas de Tijuana quienes los acompañarán a entregarse y pedir ayuda humanitaria. “No podemos más”.

Después de que el médico privado quitó el coágulo a Jesús siguió otro reto: el ojo. Habían pasado algunos días sin que se atendiera y comenzó a tener síntomas de putrefacción. Era un caso perdido, dijeron en el Hospital Regional, donde la familia había vuelto en busca de atención pública y donde tampoco quisieron atenderlo porque el niño no contaba con la doble nacionalidad.

“No es mexicano”.

De no ser porque el caso llegó a algunos medios de comunicación, la Secretaría de Salud local no hubiera intervenido. Un funcionario ordenó “atención inmediata”, ¡quién sabe lo que hubiera sido del muchacho si no! Hoy lleva un parche en la cara y una gorra en el cráneo: le faltan dos prótesis en cada sitio y toda una vida para superarlo. “Ojalá sea en Estados Unidos”, advierte la madre.

––¿Cómo se tratará su cáncer?

––No lo sé todavía. Ahora urgen otras cosas.

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