El uso del tatuaje en México salta… ¡de hijos a padres!

Conoce la historia de la famili de Andrea Aboyo

MÉXICO – La creación de tatuajes dio a Fernando Yáñez una razón para disfrutar del trabajo. Pero a su madre, Andrea Aboyo, le dio más: descubrir que su piel puede ser como un papel para grabar su vida.En ambos casos, los acercó como una familia.

Hoy comparten un espacio en la colonia San Pedro de los Pinos, en la capital mexicana, donde ella tiene su academia de manejo de motocicletas; él, un estudio para tatuar.

“Desde que tengo ocho años me imaginé haciendo lo que me diera la gana”, dice Andrea entre risas. “Me imaginé una vieja tatuada”.

Ahora, con 52 años, vive de dar clases a motociclistas y fue su propio hijo quien le hizo 10 de los 14 tatuajes que tiene. Entre ellos,  una mariposa que vuela a la altura de los ovarios: “La hija que no tuve”, dice.

Dos más le recuerdan cuán efímera es la vida:  ella sobrevivió a un accidente en el que derrapó y rebotó 40 metros a 175 kilómetros por hora. “El Ave Fénix (que renace de sus cenizas) es  mi etiqueta de protección”. Su socio, en cambio, se mató  al derrapar a sólo 40 kilómetros de velocidad, con un tope. “Cuando te toca, te toca”, dice Andrea al mostrar la cruz celta es su honor.

Fernando ha diseñado 10 de los 14 tatuajes que lleva su madre
Fernando ha diseñado 10 de los 14 tatuajes que lleva su madre

A ella le tocó un tiempo más amable con el uso del tatuaje: según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, actualmente en México está tatuadas alrededor de 12 millones de personas (12% de la población); previamente, eran mal vistos, como una cultura de prisioneros. Hoy incluye a  padres, hijos, sobrinos, tíos…

En la familia de Andrea y Fernando, la tradición del tatuaje la arrancó un hermano de ella, el “Tío Carlos”, quien en los años 90 se hizo una lagartija en Tepito, uno de los barrios más peligrosos de la capital mexicana, cuando las técnicas eran muy rudimentarias, había que esterilizar los equipos, las tintas dejaban marcas verdes  y los diseños eran muy básicos.

La abuela ponía el grito en el cielo. En últimas fechas sólo conserva un comentario: “Parecen vacas”.

Fernando tiene actualmente 21 tatuajes  desde que a los 17 años se hizo un tiburón, luego la caricatura de un mosquito del canal 11 de la televisión pública; una iglesia en llamas, un símbolo agnóstico, una pizza…

“La música definitivamente hizo más popular al tatuaje. Yo empecé a ver a muchos famosos en MTV y me llamaba la atención”.

De aquella época en la década de los 90 quedó esa semilla. Pasaron muchos años para que Fernando finalmente decidiera hacer del tatuaje un negocio hasta que comenzó a practicar con naranjas y piel de cerdo, a documentarse autodidacta en internet. El primero que hizo en persona fue a la novia que tenía hace cuatro años, quien estudiaba arte.

“Desde entonces he hecho más de 300 tatujes”, calcula.

Fernando Yañez en su estudio.
Fernando Yañez en su estudio.

De acuerdo con la consultoría Ibis World, los ingresos para la industria del tatuaje en México es equivalente a los 450 millones de dólares. El promedio del costo es de entre 35 y 100 dólares, un precio que sorprende a los tatuadores por una razón:

“No es congruente que una persona gasten hasta 20,000 pesos (unos 1200 dólares) en un celular que tendrán que cambiar en unos dos años y no quieran pagar por algo que tendrán toda la vida”.

Fernando sigue adelante con la convicción de que día a día el tatuaje deja de ser un tabú en México a pesar de que algunas señoras agarran su bolsa en la calle cuando lo ven cerca de ellas o los guardias del supermercado le imponen marcaje personal como señal de peligro. “Aún se ve mal, pero también se ve bien”, reconoce.  ¿O no, mamá?”

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