Familiares de internos: cerrar Rikers no es suficiente si no termina el racismo
La boricua “Nora” tiene muy claro que cuando cierren en el 2026 la cárcel de Rikers Island, su hijo de 35 años, quien espera sentencia por un delito menor, ya estará muy lejos de allí. Estos últimos ocho largos meses, para la residente de El Bronx quien vino desde hace 27 años de la región cafetalera de la isla, han significado viajes al centro penitenciario, tres veces a la semana.
“Yo no abandono a mi nene. Aquí le llevo cuatro periódicos, para que lea. El está en un área en donde se han presentado peleas, pero a él no le ha pasado nada. Cada vez que vengo a visitarlo, lo reviso bien porque a veces pienso que me oculta cosas. Para que yo no me preocupe”, narró la puertorriqueña mientras esperaba abordar el autobús gratuito que traslada a los visitantes desde Harlem, en Manhattan, hasta Rikers.
Otra que aborda el transporte gratuito con otra expectativa es la dominicana Lucy Ferrer, de 45 años y quien también es residente de El Bronx, y quien tiene a su esposo recluido desde hace nueve meses por “haber asesinado a un joven en defensa propia en Washington Heights”.
A diferencia del hijo de “Nora”, en el pabellón en donde se encuentra el padre de las dos hijas de la quisqueyana, sí se han reportado situaciones violentas teñidas de sangre.
“Yo quisiera venir todas las veces que tengo permitidas a la semana. Estoy sola en esto y pagar el abogado significa una deuda que estamos tomando por años. Si no trabajo, tengo menos dinero para ayudarlo. Al tercer mes me lo golpearon en la cabeza. Este verano, los días de emergencia por el calor casi se ahoga. Es terrible. Todo es dinero. Yo también estoy presa de alguna manera”, dijo entre sollozos Ferrer.
“Es un asunto de racismo”
El Diario acompañó a ambas en su recorrido desde Manhattan hasta Rikers en el autobús cuya mayoría de pasajeros eran hispanos y mujeres. El transporte gratuito es provisto por el Departamento de Correccionales de la Ciudad varias veces por semana, y además de Harlem tiene otra salida desde el downtown de Brooklyn.
Y durante la conversación, tanto Lucy como“Nora” destacaron que, luego de casi un año de estar envueltas en el proceso judicial que significa tener a un familiar detenido en Rikers, pueden hablar “con cierta propiedad” de lo que implica el sistema penal en esta ciudad.
“Aquí se paga la pobreza. Observas en la corte que un asesino paga una fianza y sale libre, mientras mi hijo por una tontería, por estar en el sitio equivocado y no ser blanco, tiene meses encerrado”, exclamó “Nora”.
La puertorriqueña celebra que cierren Rikers y le den a los familiares la oportunidad de tener a sus parientes presos en lugares que estén más cerca de sus vecindarios, además de que se construyan cárceles más humanas. Sin embargo, asegura que ésta “no es la solución de fondo”.
“Mientras el sistema siga criminalizando a los latinos por cosas pequeñas, todo seguirá igual. El proceso es lento. A mi hijo le han suspendido el juicio por falta de fiscales en tres oportunidades. Yo he estado en la corte esperando hasta cuatro horas, y al final, al último minuto, me dicen que la sesión está suspendida”, contó la madre.
Lucy tiene críticas más severas: “pongan las cárceles donde las pongan, si no cambia el racismo del sistema, así sean grandes o pequeñas, no pasará nada. Siempre estarán las cárceles llenas de latinos pobres, nosotros estamos doblemente marcados, por los blancos, pero también por los afroamericanos”.
La dominicana relata, sin mayores detalles, que todo el caso que envuelve a su esposo, con quien ha compartido 15 años de vida,“tiene que ver con el odio que muchos afroamericanos le tiene a los latinos”.
“Allí hay un custodio en Rikers, afroamericano, que mi hijo me cuenta que es un verdugo con los hispanos. No tiene piedad con ellos. Detrás de todo este sistema hay un tema de racismo que no podemos negar. Si alguien hizo algo malo que lo pague. Yo siempre lo digo. Pero la justicia aquí no es ciega, aunque reconozco que en Puerto Rico es peor”, comentó.
Lucy destaca como un “hecho que no podemos negar” que lamentablemente los crímenes de los pandilleros de origen caribeño en la Gran Manzana, “es algo con lo que tenemos que cargar, pero tenemos que cambiar esa idea, pues yo te digo que el 99%, de nosotros es gente honesta y trabajadora”.
Al culminar el trayecto de más de 38 minutos, el bus bajó su velocidad, cuando ingresó a la isla en donde el controversial complejo carcelario, provisto de máxima seguridad, empieza desde este jueves a contar sus días de existencia.
“A mi nunca me han tratado mal en las inspecciones de seguridad para entrar. Son rígidos, pero es lo normal. No estás entrando a Disney. Yo he sido testigo de tratos salvajes a gente que viene con actitud, sabes”, comentó la madre boricua, minutos antes de una nueva visita, exactamente de una hora, de acuerdo con el reglamento. Ella espera recibir en casa a su hijo pronto.
Entre tanto, Lucy no es tan optimista, antes de pasar el primer punto de control en una cabina en donde es revisada por sabuesos, antes de ser trasladada al salón de visitas, asegura que “me persigno cada vez que llego aquí, pues quisiera que fuese la última vez que piso este infierno. Pero el caso de mi marido, no está fácil”, avizora.