Ni la migra impide que las familias salgan por su pan de muerto
Miles de familias migrantes en LA mantienen la tradición culinaria y cultural para celebrar a sus difuntos
Ni el miedo a las redadas de migración han impedido que las familias de origen mexicano en Los Ángeles salgan a comprar el delicioso pan de muertos, no solo para ponerlo en sus altares en honor a sus difuntos, sino para disfrutarlo con un café o un chocolate caliente.
La fila de compradores de pan de muerto no cesa en la panadería Coatzingo en el sur centro de Los Ángeles, propiedad de la familia Flores, originarios de Puebla, México.
“Han aumentado las ventas, pero ahorita están un poquito bajas porque la gente tiene miedo a las redadas”, dice Gloria Flores quien desde hace 20 años junto con su familia son los dueños de la panadería que permite a sus clientes disfrutar del pan, fundamental en la mesa mexicana, y de paso seguir ciertas tradiciones que aprendieron de pequeños y que ahora ellos quiere pasar a las nuevas generaciones.
Gloria explica que vende como diez variedades de pan de muerto.
“La hojaldra y el muertito son los preferidos”, comenta. Y platica que a la gente le gusta mucho el pan que ellos preparan porque es un producto casero.
Algunos de los ingredientes principales son: la harina, el azúcar y el ajonjolí.
El pan de muerto es un tipo de pan de dulce que se prepara y vende para la celebración del Día de Muertos entre el 30 de octubre y el 2 de noviembre. El 1 de noviembre se recuerda en México a los menores de edad fallecidos; y el 2 de noviembre a los difuntos adultos.
Pánfilo Silva, el jefe panadero del negocio, dice que los días que más se vende el pan de muertos son el 30 y 31 de octubre y el 1 de noviembre.
“Comenzamos a hacer pan de muerto desde el 27 de octubre, a partir de las cinco de la mañana y hasta las seis de la tarde”, comenta.
Generalmente, el pan de muerto dura alrededor de tres días en muy buen estado; y aguanta perfectamente el tiempo de la ofrenda.
La gente lo compra para ponerlo en los altares que montan en sus hogares, y ya cuando pasa el Día de Muertos se lo comen, dice el panadero Pánfilo.
Josefa Álvarez, quien por años no falta para comprar su pan de muerto, dice que ella se lo come con un buen café cuando levanta su altar, una tradición que le enseñaron sus padres y abuelos.
“Soy de Guerrero, México. Se me hace muy bonita esta época. En mi estado, en los panteones, la gente lleva comida para honrar a sus difuntos”, indica.
Y comenta que después de 26 años de haber emigrado a los Estados Unidos, a ella le sigue gustando poner su ofrenda con flores, pan de muerto y veladoras. “Así me siento cerca de mis seres queridos que han fallecido y los recuerdo. Es una tradición que voy a cumplir mientras viva. Quién sabe si mis hijos la sigan”.
María dice que todos los años acude a la panadería Coatzingo a comprar su pan de muerto.
”Es una tradición que sigo desde que vine a este país hace 11 años. El pan me lo como con café o chocolate. Está muy bueno”, dice al mismo tiempo que saborea un pedazo; mientras que Nayely cuenta que, tan pronto levantan la ofrenda en su casa, se comen el pan entre toda la familia.
La panadería Coatzingo se encuentra en la esquina de las calles Broadway y 42 de Los Ángeles.