Las razones para no devolver a México a los migrantes
Dolor, la desesperación, la rabia y el peligro son motivos de peso que tienen migrantes que han pasado por territorio mexicano
Migrantes centroamericanos Crédito: Agencia Reforma
MÉXICO.- “Amor, nos van matar”. Esas últimas palabras que una mujer hondureña escuchó de su esposo en Nuevo Laredo resumen el dolor, la desesperación, la rabia y el peligro que padecen los inmigrantes que esperan refugio en Estados Unidos de lado mexicano.
Fue durante el secuestro de su familia (integrada por un niño de tres años y sus padres) poco después de que el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) los regresó para que esperaran la respuesta a su solicitud de asilo del lado sur del río Bravo. Desde entonces, no sabe nada del marido; a ella y al hijo sí los liberaron.
A principios de este año el presidente estadounidense Donald Trump y su homólogo Andrés Manuel López Obrador acordaron devolver a México a los solicitantes de asilo para esperar la respuesta a sus solicitudes como parte de un cuestinado “Protocolo de Protección de Migrantes”.
Desde entonces retornaron a la franja fronteriza mexicana a alrededor de 50,000 hombres, mujeres y niños procedentes de Cuba, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Venezuela y otros países extracontinentales.
No es cualquier cosa esperar ahí. El estado de Tamaulipas, por ejemplo, fue clasificado por el Departamento de Estado de la Unión Americana con un riesgo de amenaza 4, el mismo nivel de advertencia que Afganistán, Irak, Siria, Somalia, Corea del Norte y Yemen que son zonas de guerra.
“Sin embargo, la administración de Trump promociona cínicamente a este peligroso lugar como una alternativa efectiva porque mantiene a las familias juntas y no bajo custodia”, criticó la organización Human Rights First (HRF) que realizó un estudio sobre el tema.
Este documento analiza a detalle por qué México es, a su juicio, una especie de trampa mortal para los solicitantes de asilo y por qué los inmigrantes no deberían ser regresados de EEUU.
“México está muy lejos de ser un país seguro”, coincidió Gretchner Khuner, fundadora del binacional Instituto para las Mujeres en la Migración, quien se opone también al acuerdo.
Los ejemplos de víctimas recopilados por HRF son múltiples. Un solicitante de asilo hondureño y su hijo de nueve años fueron expulsados de EEUU por el CBP hacia Matamoros a pesar de que el hombre explicó que ya habían sido secuestrados. Al regresar, cayó en manos de agentes policíacos que lo quemaron con cigarros.
En otros casos, un nicaragüense fue devuelto a pesar de que advirtió que un grupo de presuntos policías mexicanos lo habían entregado a secuestradores y lo mismo pasó con un transgénero mexicano.
La lista de documentación a través de las entrevistas por parte de HRF es larga e incluye a mexicanos que también han sido devueltos para vivir en condiciones “inhumanas”: más de mil niños, familias y adultos duermen en las calles frente al Puerto de entrada de Matamoros sin acceso adecuado al agua o saneamiento adecuado, algunos con vómitos y diarrea.
A la par de la insalubridad el proceso legal es una loza para los inmigrantes: el 99% de todos
los solicitantes de asilo pasan meses sin abogado debido a la inseguridad: los litigantes de EEUU no pueden viajar a esas zonas y muchas audiencias han tenido que ser por videoconferencia.
‘”De estas videoconferencias pueden surgir problemas al debido proceso”, advirtió HRF después de que algunos jueces se quejaron por tener que interpretar el lenguaje corporal y
la comunicación no verbal ––que determina la credibilidad de un testimonio de solicitante de asilo–– a distancia.
La Oficina de Derechos Civiles presentó en agosto pasado información sobre la violación, el secuestro y asalto a los retornados en México. Pero la política continúa.
