Para trabajadores esenciales, el miedo al coronavirus no se acaba
Cocinero aconseja a consumidores no tocar productos que no van a comprar
Durante la cuarentena impuesta para frenar la propagación del coronavirus, Jaime Estrada no ha faltado ni una sola vez a su trabajo esencial como cocinero en Costco, una de las cadenas comerciales más grande del país.
Ganas no le han faltado de quedarse en su casa, pero dice que la necesidad del trabajo, le ha impedido tomarse unos días de descanso.
“Sí tengo miedo de contagiarme. Todos los empleados lo tenemos, pero trato de controlarlo porque hay que pagar las cuentas, y la vida sigue”, dice.
Sin embargo, pide a los angelinos que pueden trabajar desde su casa; o que no tienen que salir a laborar fuera, que obedezcan la orden de permanecer en su hogar.
Desde hace 15 años, Jaime trabaja para Costco como cocinero de comida caliente para llevar.
Nació en Sinaloa, México. A los dos años de edad, su familia lo trajo a vivir al área de Los Ángeles. Actualmente reside en la ciudad de Downey, en el condado de Los Ángeles, en la casa de sus padres, a la que volvió tras la separación de su esposa, con quien procreó dos hijos de tres y seis años.
Jaime cuenta que cuando recién se declaró la emergencia por el coronavirus, todos los empleados se asombraron al ver las grandes filas de clientes abarrotando la tienda, desesperados por comprar y almacenar alimentos.
“La gente se ha enfocado en comprar comida para congelar y productos de limpieza”.
Pero en el área de alimentos preparados donde él labora, las ventas se han reducido desde que comenzó la enfermedad. “Digamos que si en una semana, vendíamos 65,000 dólares. Ahora andamos en los 41,000 dólares”, observa.
Fue gran alivio para los trabajadores – admite – cuando para mantener la distancia social, se estableció un tope al número de personas que pueden estar dentro de la tienda.
Jaime Estrada teme contagiar a su familia. (Cortesía)Aunque Jaime no labora en la atención directa al cliente, para entrar a su área de trabajo, debe recorrer toda la tienda.
Pero antes de ponerse a trabajar, debe pasar por una oficina donde le toman la temperatura, y contesta un cuestionario de salud. Este es un proceso que siguen todos los empleados.
“Me preguntan si he tenido dolor de cabeza, y si he estado en contacto con personas enfermas con el coronavirus, entre otras cosas”, dice.
Una vez que demuestra que está saludable, le dan el acceso para que se vaya a trabajar.
Ya en su puesto de labores, comenta, que las reglas de higiene no han cambiado mucho.
“Antes del COVID-19, siempre usábamos mascarillas, gorro para el pelo, guantes y un saco blanco”, dice.
Cuando el coronavirus explotó en Los Ángeles, les solicitaron ser más escrupulosos con el lavado de manos.
“Nos piden ponernos doble mascarilla; y las mujeres tienen que usarla. Anteriormente, a ellas no les exigían cubrirse la boca y nariz”, dice.
Además, antes de la contingencia sanitaria, solían trabajar en grupos. “Con la llegada del virus, cada quien tiene su área de producción, y estamos a seis pies de distancia uno del otro”.
Aún con el temor que le despierta ir a trabajar, se siente contento de contar con un empleo seguro.
“Trabajo cinco días a la semana, de seis de la mañana a tres de la tarde”, dice.
Al llegar a su casa, se desprende de su ropa y se da un baño.
“Me enjabono y me tallo varias veces. Me preocupa contagiar a mis padres, y tengo una hermana que vive con nosotros y está embarazada”,.
Sentimientos encontrados
Jaime dice que se viven sentimientos encontrados entre sus compañeros de trabajo. “La gente mayor o con condiciones de salud está preocupada. Tengo una compañera que sufre de diabetes, y pidió tres semanas de vacaciones para no exponerse”, dice.
Pero el ambiente es completamente diferente entre los jóvenes empleados. “Ellos están incrédulos. Simplemente no creen”, dice.
Pasada la efervescencia de los primeras semanas cuando se declaró la emergencia en el estado, las compras son más ordenadas en el Costco de la ciudad de Azusa en el condado de Los Ángeles.
“La gente sigue haciendo compras sobre todo carne para congelar, comida enlatada, pastas, sopa Maruchan. Los productos de higiene como llegan, se acaban. No duran”, dice.
Lo que no se acaba es el temor entre los empleados. “Uno no puede deshacerse del miedo. No quiere enfermar a su familia”, confiesa.
Si Jaime pudiera dar un consejo a los consumidores, sería que no manoseen lo que no van a comprar.
“Si no ocupan tocar los productos, no lo hagan. Toquen lo que se van a llevar a casa. Hay gente que no solo manosea los artículos sino que los pone en sus carritos, y cuando llega a la caja, decide que siempre ya no los quiere”.
En momentos en los que aún no se puede aplanar la curva de la pandemia, urge a no tocar los productos que no van a comprar. “Existe la posibilidad de que puedan contaminarlos, o dejar el virus y pasarlo a otras personas. Por favor, sean más considerados con los demás”.
La Opinión se ha unido a la Coalición por los Derechos de los Inmigrantes (CHIRLA) para invitar a todos a que este viernes Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajo, a las seis de la tarde, abran las puertas de su casa y brinden un aplauso a los trabajadores esenciales como Jaime Estrada; o bien, publiquen una porra en sus redes sociales con el hashtag #PorraDeTrabajadores.