Bukele contra las maras | Human Rights Watch: “Los atroces delitos de los pandilleros no dan carta blanca a El Salvador para vengarse de esta manera”
El director para las Américas de la organización Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, es crítico con las medidas implementadas por Nayib Bukele en las cárceles salvadoreñas, que considera crueles e inhumanas
Las imágenes de cientos de presos hacinados, semidesnudos, esposados y amontonados en plena pandemia del coronavirus logró que medio planeta mirara hacia las cárceles de El Salvador.
Fue el mediático paso de su gobierno para dar a conocer internacionalmente sus drásticas medidas contra los miembros de pandillas encarcelados, convencido de que sus órdenes desde prisión están detrás del reciente incremento de homicidios en el país.
Aislamiento total sin ver la luz del sol o la inédita mezcla en la misma celda de miembros de maras rivales a muerte fueron algunas de las iniciativas del Ejecutivo salvadoreño que recibieron duras críticas de organismos de derechos humanos.
“Es increíble el apoyo internacional que tienen las maras. Organizaciones que callan al ver cómo descuartizan salvadoreños, ponen el grito en el cielo porque les quitamos privilegios”, les respondió este jueves desde Twitter el presidente salvadoreño, Nayib Bukele.
Es increíble el apoyo internacional que tienen las maras.
— Nayib Bukele (@nayibbukele) April 30, 2020
Organizaciones que callan al ver como descuartizan salvadoreños, ponen el grito en el cielo porque les quitamos privilegios.
No nos equivocamos, cuando dijimos que eran una organización criminal internacional.
“Guardan total silencio ante actos de barbarie; pero desatan toda su furia si se intenta poner orden en centros penales, que fueron controlados por las maras durante décadas. Está claro para quién trabajan y cuáles son los intereses de sus financistas”, agregó.
Una de las organizaciones más críticas con varias políticas en El Salvador ya desde el inicio de la pandemia de coronavirus es Human Rights Watch (HRW), especialmente en voz de su director para las Américas, José Miguel Vivanco, quien calificó las medidas de Bukele de crueles e inhumanas.
Vivanco se mostró extraordinariamente crítico con Bukele y dijo que “si no hay una reacción internacional fuerte esto puede realmente terminar con la democracia de El Salvador”.
“Bukele entiende que por su popularidad es invencible y El Salvador va camino de convertirse en otra dictadura latinoamericana“, afirmó.
Este es un resumen de la entrevista que Vivanco concedió a BBC Mundo.
Basado en informaciones de inteligencia, el gobierno de El Salvador aisló a los miembros de pandillas presos y selló sus celdas para evitar que se comunicaran con otros reclusos y cortar así órdenes de asesinatos hacia el exterior. ¿Le parecen justificadas las medidas?
En una sociedad democrática donde rige el Estado de derecho, las decisiones sobre castigos se toman sobre la base de un proceso penal, de una investigación, no sobre la base de informes de inteligencia. Eso es propio de una dictadura.
Aún asumiendo que fueran ciertos esos informes, que apuntan a que el incremento en los asesinatos del fin de semana se originó por una orden de presos, la pregunta es ¿por qué castigar a todos los presos? ¿Son todos responsables por esos asesinatos?
Todo esto parece de un grado de arbitrariedad y de un capricho realmente repugnante, no es propio de unas reglas del juego democráticas que todos pasen a ser culpables y por ello a ser castigados.
¿Qué cree que pueda pasar en las cárceles tras la decisión de juntar en la misma celda a miembros de diferentes pandillas?
Revela una maldad y crueldad por buscar deliberadamente enfrentamientos entre estos grupos, aún a sabiendas de su rivalidad, hacinándolos y obligando a vivir en un espacio estrecho y sin condiciones básicas.
La apuesta que le hace el presidente Bukele es a que terminen unos con otros en las prisiones o fuera de ellas, o bien a que acaben contagiándose de coronavirus. Como para que el coronavirus le haga el trabajo al Estado de terminar con estas pandillas.
No hay la mas mínima consideración por la dignidad de unos reclusos que obviamente han cometido delitos atroces, pero eso no le da carta blanca a El Salvador ni a ningún gobierno democrático para castigarlos y vengarse de esta manera. Es sumamente preocupante.
¿Cuál cree que fue el mensaje que el gobierno intentó lanzar al difundir esas imágenes de cientos de presos amontonados y esposados que dieron la vuelta al mundo?
Es un afán del actual presidente por mostrar que es un hombre fuerte y que gobierna con mano militar, que no le preocupa lo que opinen de él más allá de las fronteras salvadoreñas. Es alguien extraordinariamente populista y popular, y le apunta a su futuro electoral.
¿Cómo interpretó usted ese anuncio de que Bukele autoriza el uso de “fuerza letal” a policía y ejército para defensa propia o defender la vida de los salvadoreños?
Lo interpreto como creo que lo van a interpretar los agentes de las Fuerzas de Seguridad de El Salvador: una licencia para incurrir en ejecuciones extrajudiciales, nada mas y nada menos.
Si bien es cierto que tanto el derecho salvadoreño como el derecho internacional permiten el uso de fuerza letal, esa opción debe entenderse no como la primera opción, sino como la última, cuando efectivamente la vida de una persona esté en inminente peligro.
Pero da la impresión que lo que Bukele alienta es a usar esa fuerza letal como primera opción legítima. Y que si hay problemas con la Justicia, él ofrece incluso recursos del Estado para defender a esos policías que han usado ese tipo de fuerza.
El lenguaje del presidente en sus tuits es de tal amplitud, que puede ser interpretado como una autorización para tirar a matar. Lo que en la practica significa ejecuciones extrajudiciales y también podría llevar a masacres, donde esos policías tengan la expectativa de que lo que han hecho está protegido por la ley y tendrán apoyo en su representación jurídica.
Pero el vicepresidente, Félix Ulloa, le dijo este martes a La Voz de América que aunque la gente pudo pensar que Bukele “estaba autorizando ir a matar gente, no se trata de eso”, e hizo referencia precisamente a tratados de la ONU que contemplan la fuerza letal pero solo “en casos extremos”.
No conozco esa entrevista, pero me da la impresión de que es un esfuerzo por bajarle el tono, por matizar las declaraciones de Bukele y hacer frente a las críticas recibidas.
Es revelador de su personalidad que él no haya hecho ninguna aclaración al respecto sino las haga el vicepresidente, que aún así no le restan el grado de beligerancia que tienen sus declaraciones originales.
Ya desde antes de estas medidas en las cárceles, organismos como el suyo criticaron a Bukele por su orden de detener a quien incumple la cuarentena domiciliaria vigente en el país e ingresar en centros de contención. Pese a que la Sala de lo Constitucional emitió una resolución para detener esos arrestos, siguen realizándose.
La obligación de quedarse en casa existe en muchos países, lo grave es ese enfoque punitivo y no preventivo. La idea ha sido la de implementar una política de salud pública sobre la base del miedo, con un enfoque casi militar.
No ha habido manera de corregir esa política, pese a los reiterados fallos de la Corte, que dice que solo la violación de la cuarentena no puede llevar a la detención en esos centros.
Bukele ignora y desafía a los magistrados de la Corte Suprema. Ha dicho incluso que “cinco personas no van a decidir la muerte de cientos de miles de salvadoreños por más tinta y sellos que tengan”.
Frente a alguien que actúa con una política de amedrentamiento constante contra quien se cruce en su camino, hay que tener gran coraje y compromiso por las instituciones democráticas para arriesgarlo todo y defender la Constitución, que es lo que han hecho estos magistrados.
Sin embargo, Bukele dijo que, al igual que no acataría una resolución que ordene matar salvadoreños tampoco puede acatar una resolución que le ordene dejarlos morir… que, para él, es lo que supone esta decisión de los tribunales.
Eso es demagogia pura y barata. Solo intenta ofrecer algún tipo de ropaje a lo que es simple y llanamente un desacato que le debería costar el puesto como presidente por la vía de un juicio político en un Estado democrático.
¿Qué está pasando en esos centros de contención? Hay denuncias de quienes aseguran que se les lleva a pasar la cuarentena y acaban contagiadas allí dentro por juntarles con personas positivas en covid-19.
Pasa que son insalubres, no están preparados, no hay un método para garantizar que no haya contagio entre las personas que tienen ingresadas.
Incluso el ministro de Seguridad (Rogelio Rivas) reconoció que en esos centros se corre el riesgo de contraer el virus, por lo que era mejor que la gente se quedara en casa.
En resumen, sus medidas draconianas se han traducido en cientos de detenciones arbitrarias y denuncias de uso de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad y donde no hay rendición de cuentas, son hechos impunes.
Pero pese a las muchas críticas que recibe, gran parte de la población salvadoreña apoya medidas de “mano dura” como las que mencionamos en las cárceles para frenar la violencia. Y Bukele es, de hecho, uno de los presidentes con más aceptación de América Latina. ¿Cómo lo explica?
Por muy popular que sea un régimen, eso no le da autorización para avasallar derechos y libertades públicas, para violar las normas básicas de un Estado de derecho, para desconocer y estigmatizar a los magistrados de la Corte Suprema.
El juego de mayorías y minorías no le permite a un gobierno impulsar medidas que se traducen en masivas detenciones, donde se ignoran las normas básicas sanitarias y se obliga a los ciudadanos a permanecer en centros de contención que mas bien parecen centros de contagio.
Una sociedad democrática no se puede basar sobre la popularidad del gobernante, que ya ha cruzado ese umbral y ha pasado a ser un régimen autoritario. Que tenga mas popularidad no le da mas legitimidad.
Sin embargo, su apoyo popular es innegable. No hay más que ver su tirón en Twitter.
Bukele ordena al país y dispone sobre la base de Twitter y se sostiene gracias a un apoyo incondicional de policías y militares dispuestos incluso a seguirle en sus aventuras políticas, como cuando llegó hasta el Congreso fuertemente armado para intimidar a los legisladores.
Si no fuera porque felizmente se conectó con Dios -porque es un hombre que, a diferencia del resto, tiene una inspiración divina y una capacidad para dialogar directamente con el Todopoderoso- si no fuera porque Dios le aconsejó ser paciente con el Congreso y darles más días, eso quizá habría acabado en un baño de sangre.
Enfrentamientos con el poder judicial, con el poder legislativo… ¿cómo cree que puede evolucionar la situación institucional en El Salvador, más allá de la pandemia?
Creo que si esto sigue así, en muy corto plazo Bukele se titulará de caudillo y empezará a gobernar el país según su capricho vía Twitter. No hay poder en El Salvador capaz de frenar sus abusos, de fiscalizarlo, de asegurarse que haya respeto por los derechos básicos.
Bukele entiende que por su popularidad es invencible, que puede seguir adelante con lo que quiera implementar, y El Salvador va camino de convertirse en otra dictadura latinoamericana a menos que haya una respuesta internacional.
¿De dónde tendría que llegar esa respuesta?
Ante esta conducta escandalosa, la reacción internacional ha sido floja, débil, casi inexistente. Es dramático lo que ocurre y me parece reprochable el silencio cómplice tanto de Estados Unidos como de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Pareciera que para ellos solo violan derechos humanos en la región Venezuela, Nicaragua y Cuba, lo que muestra un doble estándar escandaloso.
Creo que con el ejercicio que hizo de militarizar el Congreso quiso “medirle el aceite” a las instituciones, pero muy calculadamente a la comunidad internacional para ver qué pasaba, y la reacción fue pobrísima.
Ese silencio es en buena parte lo que le permite a Bukele seguir avanzando en su avalancha contra los derechos y libertades publicas porque no hay ningún nivel de contención. A nivel interno está la Corte Suprema, pero eso no alcanza.
Realmente me parece que si no hay una reacción internacional fuerte esto puede realmente terminar con la democracia salvadoreña. Eso creo que puede estar muy cerca y traducirse en aún peores violaciones a los derechos y libertades publicas.
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