Inmigrante deportada regresa y crea zapatillas que honran a mujeres detenidas

Son de suela azul, el color del uniforme que usó mientras estuvo bajo custodia 

En sus diseños de zapatos, Katherine Méndez recuerda cuando fue detenida por migración. (Cortesía Katherine Méndez)

En sus diseños de zapatos, Katherine Méndez recuerda cuando fue detenida por migración. (Cortesía Katherine Méndez) Crédito: Cortesía

Katherine Méndez pasó un año y dos meses detenida en varios centros de migración donde fue víctima de conducta inapropiada por los carceleros y estuvo a punto del suicidio. Pero su vida dio un vuelco inesperado. Después de ser deportada, regresó a Estados Unidos, consiguió la residencia que parecía imposible y se convirtió en diseñadora de calzado para mujer.

KM by Katherine se llama la línea de zapatillas de alta calidad que creó, y que poseen una característica única que las hace diferentes a todas las demás, tienen la suela color azul.

“Ese fue el color del uniforme que llevé durante el tiempo que estuve detenida por migración. Lo escogí porque ese azul simboliza la lucha de las mujeres detenidas por salir libres y continuar con sus sueños”.

Pero para llegar a convertirse en residente permanente y empresaria, Katherine tuvo que pagar un precio muy alto.

Katherine Méndez crea una línea de zapatos con suela azul. (Cortesía Katherine Méndez)

Nacida en Perú, vino hace 21 años a Estados Unidos. “Yo entré sin papeles en el 2001”, dice abiertamente.

Ya en el país inició una relación sentimental con un hombre que la golpeaba, abusaba y amenazaba. “Al grado que me echó a la policía. Los agentes del Sheriff que él me mandó, me detuvieron en Los Ángeles cuando iba en mi carro. Me dijeron que tenía mi récord limpio, pero que me entregarían a migración por estar ilegal en el país”.

Su detención fue en 2008. Kaherine pasó un año y dos meses bajo custodia en varios centros de migración del sur de California y Arizona. Fue ahí donde inició su pesadilla.

Fue llevada al Centro de Procesamiento de Migración de San Pedro,  donde – dice –  pasó algunos de los peores momentos de su vida cuando un guardia intentó abusar de ella.

“Lo reporté con mi oficial de migración. Me sacaron, me esposaron y me amarraron de manos y piernas para interrogarme durante 12 horas. Todo para que al final me dijeran que no podía decir nada de lo ocurrido. De ahí me trasladaron a la cárcel de Santa Ana”.

A partir de esa experiencia, revela que se sintió muy dañada emocionalmente, más cuando se enteró que el padre de sus hijos le había quitado la custodia. “Intenté matarme, y estaba preparando las sábanas para colgarme cuando pasó un oficial antes de la ronda, se dio cuenta y me pusieron a un psicólogo para que me tratara”.

En las cajas de los zapatos viene una hoja con la historia de migración. (Cortesía Katherine Méndez)

De nuevo volvió a poner la denuncia contra el guardia que la había tocado inapropiadamente en San Pedro, pero no pasó nada. “Me di cuenta que se solapan y se protegen entre ellos mismos”.

Todo lo que estaba viviendo la hacia sentir sucia y ultrajada, pero al conocer a una pastora dentro de la cárcel, dice que su vida comenzó a cambiar y hasta se convirtió en una líder. “Empecé a poner orden porque a las latinas nos tenían muy relegadas”.

Sin embargo, llegó el momento en que se dio cuenta que no tenía manera de salir libre y pidió su deportación al Perú en abril de 2009.

“El oficial que me anunció mi fecha de deportación, me dijo que si volvía al país, cometería un delito. Yo le respondí que iba a regresar. ¿Me estás desafiando?… me respondió.  Le contesté, ‘voy a regresar por la necesidad que tengo de ver a mis hijos’. Entonces quizá te veo aquí de nuevo, me dijo”.

De vuelta en el Perú, tan pronto pudo, viajó a Tijuana y buscó a una mujer a la que ella alimentó y cuidó cuando estuvo detenida en la cárcel de Santa Ana. “Cuando la deportaron a México, me dio su teléfono y me dijo que si algún día necesitaba algo que la buscara para devolverme el favor. Cuando llegué a Tijuana, la contacté. Resultó ser una coyote muy poderosa. Ella arregló todo para que cruzara ese mismo día. No me quiso cobrar nada, por más que le insistí”.

Los zapatos creados por la inmigrante Katherine Méndez. (Cortesía Katherine Méndez)

El 13 de mayo de 2009, un día antes de su cumpleaños, Katherine cruzó la frontera escondida en la parte trasera de una camioneta. “El hombre que me cruzó me dejó en Hawthorne – una ciudad al sur del condado de Los Ángeles -. Lo primero que hice fue llamarle al padre de mis hijos”.

Recuerda que desconcertado el hombre le preguntó quién eres. “Soy tu pesadilla y estoy de regreso”, le contesté.

Katherine cuenta que de inmediato hizo una petición de residencia con base al Acta de Violencia contra las Mujeres (VAWA), debido a la violencia doméstica que sufrió por parte de su pareja, antes de ser detenida por migración.

“Fui aprobada, me dieron la residencia; y en septiembre voy a solicitar la ciudadanía”, dice feliz.

Como en su juventud había estudiado diseño en Venezuela, cuando regresó al país, comenzó ganándose la vida en los swap meets como se conoce en  inglés a los tianguis o mercados de pulgas. “De ahí me fui proyectando, y me di cuenta que las mujeres latinas damos mucho por las demás, pero no hacemos nada por ayudarnos a nosotras mismas”.

Así fue como el año pasado se animó a crear su línea de calzado y vestidos de noche para mujer a la que bautizó como KM by Katherine.

“Esos años detenida por migración, me hicieron darme cuenta que soy una guerrera y que lo imposible estaba dentro de mi”, dice.

Katherine Méndez se convierte en empresaria de su propio calzado. (Cortesía Katherine Méndez)

Parte de sus ganancias de su línea de zapatillas y vestidos de noche, las dedica a apoyar a mujeres, niños y hombres, víctimas de violencia doméstica.

Pero también se inspira en la memoria de su hijo Breydy, quien a los 19 años murió al ser embestido por un auto, cuando manejaba su motocicleta en Los Ángeles.

“Le quitaron la vida, pero pude perdonar al hombre que hace ocho años mató accidentalmente a mi hijo, y me hice amiga de él cuando me di cuenta que estaba sufriendo mucho”.

Katheryne tiene dos hijos adultos. Es divorciada y vive en la ciudad de Downey al sureste del condado de Los Ángeles.

“He tenido que superar muchas cosas. Por eso quiero decirles a todas esas mujeres que están detenidas en una cárcel de migración que confíen, que nada es fácil, pero que yo soy un ejemplo de esperanza y de que sí se puede”.

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