Ilia Calderón con valentía levanta la voz para decir: ‘Es Mi Turno’
En exclusiva habla de los momentos claves que la marcaron para hoy, como mujer afro-latina, decir que no se calla nunca más
Hoy, 4 de agosto, Ilia Calderón, a quien vemos todas las noches al lado de Jorge Ramos en ‘Noticias Univision’ y los domingos conduciendo ‘Aquí y Ahora’, lanza su primer libro: ‘Es Mi Turno’, donde con la valentía que la caracteriza y que se forjó a través de los golpes y las enseñanzas, habla de su lucha, como mujer afro-latina, contra el racismo y la discriminación.
‘Es Mi Turno’, es un libro que habla desde sus vivencias familiares en su querida Chocó, en Colombia, hasta su primer choque contra el racismo a los 10 años en la escuela de monja. Como descubrió su amor por el periodismo, esas oportunidades que le negaron por su color de piel y también los logros que obtuvo por hacer respetar quién es. Su desafortunada experiencia Chris Barker, presidente del Ku Klux Klan y hasta el día que “explotó”, cuando el que era su compañero en la cadena Univision, Rodner Figueroa, comparó a Michele Obama con un personaje de ‘El Planeta de los Simios’.
-¿Por qué ahora decides que es tú turno?
Ilia Calderón: Porque me siento cómoda, siento que no tengo más miedo, porque ahora puedo abrazar mi historia, puedo entender, desde mi madurez, y desde mi experiencia, mucho mejor las cosas que me pasaron, y poder utilizar toda esta remoción de sentimientos y emociones como un proceso sanador… También porque es importante que la gente entienda, que el silencio de alguien que ha sufrido algo en algún momento de su vida es respetable, no todo mundo puede hablar cuando todo el mundo quisiera que hablara o cuando le pasan las cosas, hay cosas que son de personalidad.
– La primera vez que, en el libro, mencionas: “Es Mi Turno”, fue en el capítulo que hablas del momento en el que Rodner Figueroa compara a Michell Obama con un miembro del ‘Planeta de los Simios’, ¿sientes que ese fue el momento en donde dijiste: ¡Ya no más!?
I.C.: Yo venía en un proceso de ver lo que le había ocurrido a mis sobrinos, porque le ocurrió a mi sobrina Luciana en Medellín, a mi sobrino Samuel en Nueva Zelanda también, y lo venía hablando con mis hermanas… Me daba mucho miedo de que Anna le pasara tan chiquita, y por eso es que yo decido escribir esa carta a ella y hacerme la pregunta de, ¿por qué yo la tenía que preparar para lo que sin duda le iba a pasar en la vida?… Siento que fueron una sería de sucesos, y cuando eso pasa es cuando, yo tomo la decisión de escribir esa carta particularmente a mi hija, pensando en ella y a las nuevas generaciones que, desafortunadamente, van a tener que seguir con este problema, porque yo siento que, aunque los movimientos se suceden y quisiéramos que todo parara aquí, desafortunadamente no va a parar porque habría muchas cosas que cambiar en una sociedad para que pudiéramos erradicar el racismo.
-¿Volviste a ver a Rodner después de ese suceso? ¿Tuviste la oportunidad de reconciliar esa parte?
I.C.: Yo lo he visto una sola vez más y nos saludamos brevemente, fue hace como dos años. Nunca fue un problema personal entre nosotros, él hizo algo con lo que yo quise expresarme a propósito de lo que estaba pasando en la sociedad, pero no solamente por ese hecho sino por todas las cosas que pasan todos los días… Seis años después y hemos llegado a este punto, a este punto en el que se ha tenido que producir un movimiento internacional.
– En varias partes de tu libro y de una manera simbólica y real, hablas del kerosene, desde lo que significa desde el amor, hasta el momento más difícil y en el que temiste por tu vida, ¿qué es hoy para ti el kerosene?
I.C.: Me lleva todavía a los recuerdos de las lámparas en las que permanecían en las mesas de mi casa, y bajo esa luz era que teníamos que hacer las tareas o leer… Pero también me revuelve al recuerdo, de ese olor, de ese kerosene quemando esas antorchas en esa casa de esos miembros del Ku Kulux Klan, y cómo pues al final los círculos son los círculos ,y quizás todos no estábamos tan separados como ellos quisieran vernos, como digamos que se niegan a ver. En un punto, cuando yo llegue a esa casa tan pobre, de madera, recordaba las casa y mi Chocó, recordaba la pobreza, la escasez de muchas cosas, entonces me trae buenos y me trae amargos recuerdos, pero me concentro mejor en lo bueno.
– ¿Sientes que cerraste ese capítulo o te queda una asignatura pendiente ahí con Chris Barker?
I.C.: El capítulo siguió abierto y todo lo que viene ocurriendo, después de la muerte de George Flyd, demuestra que esto es un tema que hay que poner en las mesas de todas las casas y todos los grupos sociales y de nuestras amistades, todas las veces sea necesario. La conversación del racismo y sobre el racismo, no es una conversación de una sola sentada, es una conversación larga, es una conversación en la que hay que aprovechar cada oportunidad para abordar este tema, y yo creo que, y espero, que este movimiento así como nos ha llevado a algunos cambios, en algunas ciudades que tomaron decisiones de hacer cambios en su policía, algunas ciudades que tomaron decisiones de remover estatuas de líderes confederados, y una intención de que hay a nivel legislativo de poder lograr una justicia. No nos quedemos en que fue un movimiento más, sino que se puedan lograr muchas cosas, pero la tarea creo que más difícil, está en la sociedad y en que la gente reconozca de que eso existe y de que lo llamen por su nombre, y que tenga la voluntad para poder erradicarlo.
– Una de las enseñanzas más grandes de tu libro, la da tu hija Anna, cuando dice que ella quiere seguir jugando con las niñas que la rechazaron porque las puede volver buenas, ¿crees que sí se pueda lograr lo que para Ana es un hecho?
I.C.: Yo creo que es una pelea difícil que hay que seguir logrando…No creo que mi generación logré ver ese cambio, si te soy sincera ,y se lo dije a Jorge Ramos cuando hablamos para escribir su columna en el New York Times, pero espero que a mi hija sí le toque ver ese cambio. Espero que lo que ella siente hoy de pensar que todo el mundo puede cambiar hacia la bondad y hacia ser mejor, eso sí pueda pasar, tendríamos la sociedad ideal, pero siempre vamos a encontrar obstáculos. Ahora mismo, con la pandemia, yo al principio pensaba que esto nos iba a poder curarnos como sociedad, pero ya vemos que el egoísmo para quien es más importante no ponerse la máscara porque piensa que le están violando sus derechos, cuando hay gente que la están matando y eso sí es violarle sus derecho a la vida, o que piensan más en divertirse que en cuidarnos unos a los otros, pues me demuestra que quizás no estamos preparados para enfrentar una cosa así como sociedad.
Hay sociedades mucho más avanzadas, en Nueva Zelanda, mi hermana vive allí, y ella no sabe que es ponerse una máscara porque cuando la primera Ministra, Jacinda Ardern, que goza de toda mi admiración, dijo: “¡Hay que encerrarse!”… Todo el mundo se encerró, y cuando empezaron a abrir por etapas, todo el mundo entendió como era el proceso y están afuera. Mis sobrinos están practicando fútbol, van a su escuela y está haciendo todo como debe ser.
– Hoy eres una mujer exitosa, tienes la familia que superó tus sueños, pero nadie te regaló nada. Desde esos castings a los que no te invitaron, desde los 10 años que conociste el racismo en una escuela de monja, ¿en algún momento pensaste: “no doy más, no puedo seguir con esta lucha”?
I.C.: Claro que sí, lloré muchas noches, estuve frustrada, no sabía el camino… a veces me tocaba hacer cosas, en el trabajo que no estaba de acuerdo, que no violentaban mi dignidad pero me ponían en lugares y con responsabilidades que yo hubiera preferido no hacer, pero también lo asumí como parte de todo. Mi mamá, y lo digo en el libro, ella muy sabia me decía: “Alguien está viendo tu trabajo, y aunque no te guste tienes que hacerlo lo mejor que puedas, y hacer de tripas corazón”… Alguien en Univisión me estaba viendo, y bueno ahí estoy, llegué a la cadena número 1, y ahí he estado por 13 años, y me ha dado la oportunidad de crecer. Es una cadena que en este momento, de este movimiento que estamos viviendo ha apoyado, se ha abierto al dialogo, a entendido que hace falta hacer un trabajo por tener más diversidad, no solamente en la pantalla, sino también en la parte de producción y en la parte corporativa, y eso es lo más importante, trabajar en una compañía que escuche, que entienda y que esté dispuesta hacer las cosas que sean necesario para poder propiciar un cambio desde adentro también.
– Muchas veces te ha tocado ser la primer afro-latina en pantalla: en el noticiero en Medellín, en Telemundo, en Univisión, y tienes ese doble sentimiento de “qué bueno que soy la primera, pero por qué” ¿En qué te gustaría hoy ser la primera?
I.C.: No sé, pero sí quisiera participar del proceso de la industria en general, de poder incluir más diversidad. Para mí sí es un orgullo estar aquí, pero también entiendo y soy muy consciente de que falta mucho por recorrer, y de que falta más representación porque la representación importa y quisiera poder ser pionera trabajando en que en nuestra pantalla haya más representación de afro-latinos.