Las tres verdades de Tierno Bokar
En un pueblito acariciado por el río Níger y que recientemente había sido convertido al islam, nació Bokar, el Maestro
A Sotigui Kouyaté, in memoriam
En un pueblito acariciado por el río Níger y que recientemente había sido convertido al islam, en la República de Mali, África Occidental, región acosada por la colonización francesa de finales del siglo XIX, nació Bokar, el Maestro. Lo escribo con timidez ya que nunca le gustó ser llamado de tal forma. Fue un hombre sencillo, amable y guiado profundamente por su espiritualidad. Conocido también por su extraordinaria calma y belleza –parafraseo aquí al poeta Maabal Samburu quien decía que además de tener una sonrisa constante que te llamaba, también tenía una hermosa frente que brillaba como un espejo. Como un espejo estampado en la frente. Tal vez haciendo referencia al espejo de la espiritualidad del morabito, líder y sabio Sufí, quien fue condenado por su propia comunidad a sufrir la pena del destierro debido a una discordia entre el número once y doce.
Mi primera exposición, fuera de mi país, a la tradición oral africana del palabrero, trovador tradicional o griot, fue en un verano de comienzos de la década de los noventa en un pueblo de Suiza, mientras participaba de un taller de narración oral. Fui afortunado de tener como instructor a un gran actor burkinés, alto y muy flaco, quien por ese entonces gozaba de gran fama en Europa y traía consigo un orgulloso bagaje de memoria de su tierra y tradiciones, que inmediatamente conectaron con mis propias raíces mestizas colombianas. Fue de boca de este actor, una década más tarde, en un teatro de Nueva York, que conocí la historia del Maestro Bokar –esta vez lo escribo con más seguridad. Aún recuerdo sus lecciones ayudadas con un tambor bajo el brazo y un palito en forma de “L” para golpearlo y llamar la atención del público, en este caso nosotros, sus alumnos, a la mejor manera de anunciador de plaza de pueblo. Ya en el teatro de la gran manzana, las memorias son los detalles de sus ojos grandes y profundos y su túnica color hueso, de la que se proyectaba un brazo muy largo con una mano de falanges infinitas palma arriba, sosteniendo un pajarito imaginario, mientras se le oía pronunciar la famosa frase de las Tres Verdades.
A sus 33 años, Bokar empezó su escuela espiritual en el pueblo de Bandiagara donde él y su familia habían sido forzados a buscar refugio. El número de alumnos que empezó siendo apenas cuatro, muy rápidamente se convirtió en 400, debido a la notoriedad que lograron sus enseñanzas. Una de las cosas más encantadoras de la historia de Bokar y su reputación de gran maestro, es que su primer nombre “Tierno” significa “maestro” en lengua fulani. Es decir que sus padres bautizaron como maestro, a quien jamás quiso ser llamado así. Tierno Bokar hizo honor a su nombre hasta el último día de su muerte y a pesar de haber sido empujado al exilio.
Llamaba la atención la metodología y división de su enseñanza que hacía a través de un sistema inventado de puntos en la arena para facilitar su aprendizaje. Con base obvia en sus preceptos de fe, Tierno Bokar consideraba tres partes fundamentales en su docencia: la primera era llamada el Pacto Primordial, el acuerdo consigo mismo y la idea de que cada ser lleva un sello de la presencia divina y es esta partícula, la que permite destilar la verdad esencial desde las dudas y las mentiras. La segunda hablaba del camino, en el que mencionaba la existencia de 73 rutas donde 72 son erradas y sólo una es aquella que lleva a la virtud. La tercera y última apuntaba a la verdad, a las Tres Verdades.
Tierno Bokar fue conocido por su oposición a la hegemonía colonialista francesa que, unida a ciertas familias tradicionales poderosas de la región, ejercían opresión sobre su pueblo. Estas familias promulgaron cambiar el número de una de las letanías sufíes ancestrales; de doce a once. Al principio Tierno Bokar se oponía a este cambio en defensa de la fe y la cosmogonía de su pueblo. Dicho asunto, sencillo en apariencia, pero de profundo significado, sumado a los intereses de los gobernantes foráneos, escaló dramáticamente y viéndose allegado a una posible contienda, Tierno Bokar hizo un retiro de ayuno y meditación de la mano de otro guía espiritual. A su regreso, en búsqueda de la paz y el bienestar de su pueblo, se sometió a un pacto con el líder de quienes promulgaban el “once”. Este fue un acto que su comunidad no entendió. A su vez, el gobernador francés, a la mejor manera de Pilatos, aprovechó la coyuntura para echar atrás el pacto, juzgar al Maestro por escandalizar a los ortodoxos y provocar desordenes públicos. Es condenado al destierro y le prohíben enseñar y predicar por el resto de su vida.
A las sugerencias de sus discípulos para que ejerciera su defensa mas allá de la condena, decía Bokar: “Hay tres verdades: mi verdad, tu verdad y la verdad. Mi verdad, al igual que tu verdad, no es más que una fracción de la verdad. Nuestras verdades son lunas crecientes situadas a un lado y otro del círculo perfecto de la luna llena. La mayor parte del tiempo, cuando discutimos, solo nos escucharnos a nosotros mismos, nuestras lunas crecientes se dan la espalda. Cuanto más discutimos, más se alejan. Primero debemos volvernos hacia el otro, luego nuestras dos lunas crecientes estarán cara a cara, y gradualmente llegarán más y más cerca y tal vez al final se encuentran en el gran círculo de la verdad”. Obligándonos a mirar más allá de la superficie, pero más que nada a debatir, con gran sentido crítico, las falsas “únicas” verdades que pululan en estos tiempos.
A los dos maestros –hoy lo digo con todo el convencimiento– al gran Tierno Bokar y al actor burkinés quien lo representó con extraordinaria poesía teatral, les brindo un humilde homenaje en este mes de la herencia africana.
Brenner, Louis. (1984). West African Sufi: The Religious Heritage and Spiritual Search of Cerno Bokar Saalif Taal. (2nd ed, pp 47, 126, 133, 193) London: C. Hurst & Co. Ltd.
Estienne, Marie-Hélène. (2005) About Tierno Bokar. Le Monde des Religions, Hors série no. 4.
Sobre el autor
Ramiro Antonio Sandoval es dramaturgo y director teatral. También es consejero de paz por la Nación en el exterior— Américas, ante el Consejo Nacional de Paz, Reconciliación y Convivencia de Colombia.