TIJUANA.- Cuando Pedro tenía 10 o 12 años, trabajaba distrayendo a la Patrulla Fronteriza mientras, en otro punto de la frontera con Tijuana, un coyote introducía de manera irregular a un grupo de migrantes a Estados Unidos. Fueron sus primeros pasos como coyote o guía, como prefiere que le llamen.
Pedro [no es su nombre real] creció en Soler y Libertad, dos colonias que bordean el enorme muro de metal por el que se cuela el brillo de San Diego, el sueño americano en esta parte de la frontera. A los 18 años ya cruzaba él mismo a los migrantes por el desierto. Hoy, con 51 años y 40 de oficio a sus espaldas, conoce todos los trucos para intentar convertir ese sueño en realidad a cambio de unos miles de dólares, aunque hay migrantes que lo pagan también con su vida.
El camino del coyote y de sus clientes está lleno de peligros: “Una vez me perdí y cayó una nevada muy fuerte. Perdí el rumbo, no sabía hacia dónde caminar y comenzamos a sufrir de hipotermia. Nos encontraron del lado americano y nos agarraron, ya cuando estábamos muriéndonos la mayoría”.
Tijuana es el final del camino para miles de migrantes que atraviesan México. Mientras la mayoría espera en albergues y campamentos a que Estados Unidos atienda sus peticiones de asilo, otros deciden contratar coyotes para que los crucen de forma irregular, arriesgando sus vidas y su libertad.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza registró en febrero un récord de 100,441 personas interceptadas en la frontera, a razón de 3,500 diarias, tres veces más que en febrero de 2020. Se desconoce cuántas pagaron a un coyote, pero a Pedro no le falta el trabajo.
Lo imprescindible para ser un buen coyote en este punto de la frontera, dice Pedro, es tener un buen carro, grande, un buen chófer, y una casa en la que puedan refugiarse una vez en Estados Unidos, cerca de la línea. Dependiendo de cuánto dinero puedan pagar los migrantes, existe todo un catálogo de opciones para cruzar a Estados Unidos.
“Un pollero nunca abandona a sus pollos”
El método más utilizado es cruzarles por el desierto, en áreas donde no existe el muro fronterizo pero sí una variedad de obstáculos naturales que hacen que el trayecto dure entre cuatro horas y cuatro días, según la época del año y la ruta que se elija.
En una camioneta, meten de cinco a diez migrantes, y conducen al menos dos horas hasta abandonar los límites de Tijuana, y llegar a zonas desérticas en los estados de Baja California y Sonora.
Por esos cruces los coyotes cobran $8,000 dólares, la mitad por adelantado, asegura Orlando, otro coyote [tampoco es su nombre real] con casi 40 años de experiencia entrevistado en la colonia Soler de Tijuana, a espaldas del muro fronterizo.
“Esta es la forma más difícil de llegar a Estados Unidos pero la más segura, porque está menos vigilada y hay más probabilidad de lograrlo”, explica.
Cuando habla de seguridad, parece referirse solo a la certeza de no ser interceptado por las autoridades migratorias. Las altas temperaturas durante el día y el intenso frío de la noche, sumados a la escasez de alimentos y de agua, hace que muchas veces los migrantes se deshidraten o se desorienten.
Orlando sostiene que los coyotes no suelen abandonar a sus clientes a mitad del camino, y se esfuerzan para que el grupo permanezca unido. Pero durante el último año fiscal, la Patrulla Fronteriza encontró a 300 migrantes muertos en la frontera con México, sobre todo por hipotermia, deshidratación y neumonía.
“A mí nunca se me ha muerto un migrante. Un guía nunca abandona a los pollos, los que fallecen son aquellos que ya cruzaron el desierto una vez y, por no pagar, se les hace fácil meterse ellos mismos por el camino y ahí es donde suceden las desgracias, se pierden y mueren de sed, calor y hambre porque no llevan calculada su supervivencia”, explica Orlando refiriéndose a las raciones de alimento y agua que necesitan.
Hace 20 años, Orlando llevaba grupos hasta de 70 migrantes en un solo viaje por el desierto. Sin embargo, con el avance de la tecnología de detección por satélite y los cientos de torres de vigilancia que ha instalado Estados Unidos a lo largo de la frontera para detectar el movimiento de migrantes, ahora los coyotes hacen viajes de 10 personas como máximo, y caminan a un ritmo más lento.
Cuando cruzan exitosamente a Estados Unidos, los migrantes son llevados a casas de seguridad en poblaciones cerca de la frontera. El coyote recibe el resto del pago a través de transferencias bancarias o giros en efectivo, y los migrantes pasan a manos de los raideros, los transportistas que los llevan a las ciudades donde los esperan sus familiares o amigos.
[Visa para inmigrantes jóvenes, ¿quiénes pueden solicitarla y cuáles son los requisitos?]
El servicio del raidero va incluido en el precio del coyote: cobran alrededor de 1,000 dólares por llevarlos a ciudades lejanas como Chicago o Nueva York, y unos 600 dólares por dejarlos en Los Ángeles, Houston, o ciudades más cercanas a la frontera.
Narcos y ‘bajadores’
Cruzar por el desierto conlleva otros peligros: muchas veces las rutas por las que los coyotes llevan a los migrantes son las mismas que utilizan los cárteles para mover la droga. Por eso, deben pagarles un derecho de piso por cada inmigrante.
“Eso te da seguridad, porque ese cartel no va a permitir que en su área operen bajadores y puedes transitar la ruta libremente”, explica Pedro.
Los bajadores son bandas de criminales que se dedican a secuestrar migrantes para luego cobrarles el rescate a sus familiares y amigos que viven en Estados Unidos. Para Orlando, estos representan el mayor peligro de la travesía por el desierto.
“La clave para caminar por el desierto es no parar mucho tiempo para descansar, porque ahora hay muchos asaltantes y secuestradores que traen aparatos para ver de noche y nos localizan para llevarse a los migrantes”, explica Orlando.
Según la organización Human Rights Watch, el secuestro y la extorsión son los crímenes que más afectan a los migrantes en su paso por México. Claudia, una migrante hondureña, lo vivió en carne propia. Salió en octubre pasado de San Pedro Sula, donde las maras la amenazaron de muerte, asegura. Al llegar a Puebla, en el centro de México, fue secuestrada y violada.
Dos meses después logró escapar, y al hacerlo se fracturó un pie. Hoy, espera en una ciudad fronteriza de Tamaulipas a que Estados Unidos le de asilo. “Desde que salí de mi casa ha sido una pesadilla, en el camino me han pasado tantas cosas”, asegura Claudia con voz entrecortada y lágrimas.
‘Clavos’ y oficiales corruptos
Una de las formas más seguras y costosas para cruzar a Estados Unidos, y que ofrecen solo algunos coyotes, es esconder a los migrantes en clavos, como se conoce a los compartimientos secretos en los vehículos que pasan por la frontera. Sin embargo, no todos los migrantes pueden elegir esta opción.
“Normalmente son personas de una complexión delgada, pequeñas, que puedan caber inclusive en el tablero de un carro, atrás del asiento, en las plataformas de las pickups, o las vans”, explica Pedro.
[Disuelta en Honduras la caravana de migrantes que salió rumbo a EE.UU.]
El coyote asegura que estos cruces están coordinados con oficiales de inmigración de Estados Unidos, que reciben sobornos cuantiosos por dejar pasar ciertos vehículos. Por eso, añade, el coste para los migrantes puede ascender a 20,000 dólares.
“Muchas veces se nos indica un horario y la línea por la que se debe ir, puesto que a veces está arreglado también el Migra para dejarnos pasar”, explica Pedro, refiriéndose a las garitas y oficiales de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza.
Noticias Telemundo Investiga envió una solicitud a esta agencia para consultarle sobre estos supuestos sobornos que reciben algunos de sus agentes, pero no obtuvimos respuesta.
El cruce más barato y los migrantes que más pagan
A Tijuana llegan miles de migrantes cada año, con distintos perfiles, pues no todos son centroamericanos o mexicanos. Hay personas de América del Sur, Asia, África y el Medio Oriente, que esperan durante semanas la oportunidad de cruzar a Estados Unidos con uno de estos coyotes. Y no todos los migrantes reciben el mismo trato.