Beber mucha cerveza puede dañar irremediablemente la salud del hígado

El hígado es el órganos impulsor de funciones corporales básicas y esenciales, una de sus principales es filtrar las toxinas y es por ello propenso a saturarse. El alcohol es considerado una toxina, se ha comprobado que beber de 2 a 3 cervezas al día incrementa considerablemente el riesgo de daño hepático y enfermedades

Cerveza

Crédito: Foto Kindel Media | Pexels

Durante el verano existen bebidas que simplemente son irresistibles y sin lugar a dudas una de las más populares es una cerveza helada, y aunque es bien sabido que el alcohol deshidrata es un gusto tremendamente refrescante. Sin embargo, como sucede con cualquier bebida alcohólica demasiada cantidad nunca será un buen hábito para la salud. Si bien existen muchos daños asociados con un alto consumo de alcohol y representa una de las más grandes amenazas para los órganos vitales, uno de los que más se ven afectados es el hígado. Esto se debe a que una de las funciones clave del hígado es descomponer y filtrar las toxinas y otras sustancias nocivas en la sangre, y el alcohol se considera una toxina.

Lo cierto es que el hígado cumple con funciones indispensables en el funcionamiento del organismo: produce proteínas, enzimas y hormonas que el cuerpo usa para evitar infecciones. Es clave en el proceso de digestión, en gran parte por que es responsable de producir bilis y ayuda a descomponer las grasas en el intestino delgado y elimina los desechos. Inclusive ayuda a regular la coagulación de la sangre. De tal manera que al ser el impulsor de tantos procesos esenciales en el cuerpo, es vital que permanezca óptimo para que pueda funcionar correctamente y mantenernos saludables.

Si embargo beber demasiado alcohol, lo cual puede considerarse como un promedio de dos a tres cervezas al día, aumenta el riesgo de sufrir daño hepático. De hecho se sabe que los bebedores empedernidos tienen un alto riesgo de desarrollar la enfermedad del hígado graso alcohólico, también conocida como esteatosis hepática. De hecho, se estima que el 90% de los bebedores  tienen algún grado de la condición. Además, beber demasiado alcohol puede inhibir la descomposición de las grasas en el hígado, lo cual se relaciona con la acumulación de grasa en el cuerpo y aumenta el riesgo de padecer obesidad.

El hígado es responsable de descomponer la mayor parte del alcohol que bebemos, es un proceso que genera sustancias nocivas. Estas sustancias a su vez pueden causar inflamación y daños en las células del hígado, por si fuera poco terminan debilitando al sistema inmunológico y nos hacen mucho más propensos a contraer infecciones y enfermedades. Pero no todo está perdido, se ha comprobado que la enfermedad  hepática alcohólica es reversible y la forma de lograrlo es eliminando el alcohol de la dieta. Si bien en algunos casos hacerlo por varias semanas suele relacionarse con buenos resultados, nunca se recomienda volver a beber en exceso.

Las personas que beben cerveza con regularidad, comienzan a notar molestias cerca del hígado, presentan fatiga o inclusive una pérdida de peso inexplicable. Son tres de los principales síntomas que anuncian una enfermedad hepática alcohólica. Lo cierto es que cuando estas afecciones no son tratadas durante un período de tiempo, pueden convertirse fácilmente en hepatitis alcohólica, que se trata de una enfermedad mucho más grave y que en algunas ocasiones puede no ser reversible. De hecho, el mejor tratamiento para las personas con este tipo de daño hepático es dejar de beber alcohol de forma permanente. El daño puede llegar a ser tal que después de años de consumo rutinario de alcohol, el tejido cicatricial puede reemplazar el tejido sano en el hígado y daño hepático en un proceso llamado fibrosis. A medida que este tejido cicatricial continúa formándose, se desarrolla una cirrosis alcohólica que impide que el hígado funcione correctamente. En el peor de los casos, puede ser necesario un trasplante de hígado.

Finalmente el excesivo consumo de alcohol se relaciona activamente con daños irreparables en el hígado, como pueden ser:

– Acumulación excesiva de grasa, que es considerada la afección hepática más común y se conoce como hígado graso.

– Mayor riesgo de padecer hepatitis, que es una enfermedad inflamatoria que proviene de una infección viral. Y mayor riesgo de cirrosis, que es la cicatrización permanente del hígado.

– Ralentiza y deteriora el funcionamiento hepático. Y con ello afecta numerosas funciones básicas del organismo.

Si bien el hígado suele ser un órgano muy resistente, cuando algo anda mal envía señales contundentes. Es importante el seguimiento médico para obtener un diagnóstico adecuado, limitar el consumo de alcohol, seguir una dieta saludable basada en el consumo de alimentos integrales, evitar los procesados y comidas rápidas, realizar actividad física y claro dormir bien. Son hábitos que protegen al hígado de cualquier daño y alteración, y que se relacionan con otras grandes bondades para la salud. Finalmente no podemos negar que todo se trata del equilibrio, recuerda normalmente cualquier cosa en exceso es mala.

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