Las dos caras del trabajo sexual en NY

Activistas defienden la despenalización de esta actividad para frenar la violencia y trata

Defensores de las trabajadoras sexuales  coinciden en que merecen los mismos derechos que cualquier otro trabajador.

Defensores de las trabajadoras sexuales coinciden en que merecen los mismos derechos que cualquier otro trabajador. Crédito: Getty Images

Sea en un exclusivo apartamento en Manhattan donde las cifras que se cobran por servicio sexual justifican el perfil ejecutivo de los clientes, hasta el asequible mercado donde mexicanas, centroamericanas o europeas víctimas de secuestro son explotadas por organizaciones criminales, la oferta sexual en Nueva York se mueve entre exigencias de activistas por una despenalización total y discretas detenciones de traficantes que han mirado siempre a la Gran Manzana como un lucrativo mercado.

Sx Noir es el perfil en redes sociales de una trabajadora sexual empeñada en impulsar el concepto Sex Tech Crypto, el cual ella explica como un espacio “más seguro, y libre de vergüenza, para explorar el futuro del sexo, la cultura y la tecnología” el cual incluye pagos en criptomonedas o en Token No-Fungibles (NFT por sus siglas en inglés).

Organizadora de eventos donde busca explicar este vanguardista modelo de trabajo sexual, SX Noir apoya a marcas como Decrim NY (DNY), una organización nacional sin fines de lucro, que persigue una estrategia para poner fin a la prohibición de la prostitución adulta consensuada en los Estados Unidos. Un primer escalón de DNY, es detener los arrestos relacionados con la prostitución al tiempo que defienden la idea, basada en evidencia, de que eso “ayudará a terminar con la trata de personas, mejorará la salud pública y promoverá la seguridad de la comunidad”.

“El trabajo sexual está penalizado en todo el estado de Nueva York y algunos fiscales de distrito han anunciado que no enjuiciarán a las trabajadoras sexuales por prostitución”, dijo a El Diario de Nueva York Ariela Moscowitz, directora de Comunicación de Decriminalize Sex Work. Sin embargo, como estas políticas son informales “podrían cambiar en cualquier momento a falta de una ley estatal uniforme que apoye y proteja a las trabajadoras sexuales” reclamó.

Siendo los Estados Unidos el quinto país donde los hombres gastan más dinero en sexo con un estimado de $14,000 millones al año, según cifras que maneja la Coalición Contra la Trata de Mujeres (CATW), ese relevante sector de compradores, por un lado mantiene activa las finanzas de quienes miran al trabajo sexual como uno que debe merecer los mismos derechos que otros trabajadores. Aunque por el otro impulsa la “maquinaria del tráfico sexual” colmada de violaciones a la ley, según conclusión a la que llegó el informe “De la Impunidad a la Responsabilidad: Disuadir a los compradores de servicios sexuales en el estado de Nueva York y más allá”, publicado por la CATW.

“Como el cuarto estado más poblado del país, Nueva York alberga la ciudad de Nueva York, una de las más grandes del mundo y centro importante para el tráfico y el comercio sexual”, observa el texto lanzado a mediados del 2022 en el que recuerdan que la prohibición mencionada por Moscowitz aplica para cualquier local donde se presten servicios sexuales en la ciudad, salvo los clubes de striptease autorizados por el estado.

Una prohibición de algún modo maleable según un estudio reciente encargado por las autoridades de la ciudad y citado en el mismo informe del CATW donde sueltan la cifra de 629 “salones de masaje” (o prostíbulos) ilícitos existentes en la ciudad de Nueva York, donde Queens es el líder de los cinco barrios pues ahí se contabilizaron al menos 269 establecimientos (el 42 %) de este tipo.

Al navegar por páginas donde se ofrecen servicios sexuales como SexAdult o Bedpage se descubre que muchas de las trabajadoras activas en la ciudad viajaron de Europa del este, de Sudamérica, y algunas pocas de otros estados en la Unión Americana.

Perfiles que se ofrecen en catálogo donde aparecen todas las tonalidades de piel y diversidad cultural, con tarifas que van de los 60 dólares por media hora, hasta los $500 en la misma cantidad de tiempo. Los servicios se prestan en departamentos u hoteles esparcidos en toda la ciudad o, en el caso de algunas mexicanas explotadas por sus parejas, bajo la modalidad de servicio a domicilio.

En otras páginas como Eros.com las tarifas parten de mil dólares la hora “de acompañamiento”, e igualmente el perfil de las mujeres cambia y pareciera que fueran tomadas de alguna agencia de modelos. En otro sitio llamado Tryst.lynk los precios escalan a 1,500 dólares por hora o hasta 9 mil toda la noche.

Despenalizar, la mejor opción

La cultura de los servicios sexuales en el estado de Nueva York ha generado la apertura de foros de internet donde los compradores, carentes de empatía, muestra abiertamente cómo al contratar los servicios recurren a prácticas como cosificación, mercantilización y pornificación de la mujer; explotación de embarazadas; indiferencia ante un malestar visible de una mujer y disimulo tras entender y no denunciar cuando se halla ante trata de personas, entre otras prácticas nocivas detalladas por el informe de CATW.

Por eso despenalizar es la mejor opción según Moscowitz quien insiste que “donde el trabajo sexual ha sido despenalizado, los trabajadores sexuales y los sobrevivientes de la trata disfrutan de derechos humanos, además de que disminuyen la trata, explotación y violencia contra las mujeres”. Otro argumento en que se apoyan en Decrim NY es que al dejar de operar en la sombra “las trabajadoras sexuales pueden buscar ayuda y depender menos de potenciales explotadores” además de alejarse “de la violencia y la explotación causada por el estigma”.

Ponen como ejemplo a Nueva Zelanda donde el trabajo sexual se despenalizó en 2003 empoderando con éxito a las personas en la industria del sexo que ahora pueden denunciar la violencia contra trabajadoras del sector. Con ese modelo, al menos en ese país el tráfico terminó abruptamente y por eso “instituciones como Amnistía Internacional, Human Rights Watch, ONUSIDA, la Alianza Global contra la Trata de Mujeres, el Relator Especial de la ONU sobre el Derecho a la Salud, la Organización Mundial de la Salud y muchos otros grupos de derechos humanos se han manifestado en apoyo de la despenalización del trabajo sexual consentido”, ilustra Ariela Moscowitz.

Actualmente la Ley de Alto a la Violencia en el Comercio Sexual (SVSTA) ha sido presentado y remitido al Comité de Códigos del Congreso del Estado de Nueva York. El mismo proyecto de ley para combatir la trata mediante la despenalización del trabajo sexual consensuado de adultos que se ha presentado ante el Senado de Nueva York cada año desde el 2019. Además de despenalizar los delitos de prostitución, el proyecto de ley, cuyo patrocinador principal es la senadora demócrata, Julia Salazar, modificaría las disposiciones relacionadas con el enjuiciamiento de tales delitos y la anulación de sentencias.

Combatir estigmas y discriminación

En el Sex Workers Project (SWP), rama del Urban Justice Center dedicada a la defensa de las trabajadoras sexuales, coinciden que este sector “merece los mismos derechos y protecciones que cualquier otra trabajadora”. Con su postura que impulsa la reglamentación, buscan combatir estigmas y discriminación, “para que las trabajadoras sexuales sean respetadas y valoradas”.

RJ Thompson-Rodríguez, director general de SWP aclara que prohibir el trabajo sexual “es hipócrita y obsoleto” y describe que ese intento lo único que pretende es buscar “controlar nuestros cuerpos y faltar el respeto a nuestros derechos humanos inherentes al trabajo sexual”.

Y mientras los congresistas se deciden a discutir y votar la ley, organizaciones como Decrim NY continúan “buscando evidencia, datos y testimonio de trabajadoras sexuales y sobrevivientes de la trata para guiarnos”, a decir de Moscowitz quien remata diciendo que esta organización insistirá en que se garantice la inmunidad de trabajadoras sexuales y sobrevivientes cuando se presenten a denunciar delitos en su contra.

Y detalla uno de los mayores retos de cualquier activista en “la confusión entre el trabajo sexual consensuado de adultos y la trata” cuando las leyes los abordan de la misma forma. “El esfuerzo de desenredarlos para aumentar la seguridad para todos es un gran desafío”, culmina.

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