Ganar tiempo y perder salud: las consecuencias de comer rápido
Sumar unos minutos más a nuestra rutina de vida restándoselos a las horas de comida genera problemas digestivos
Una alimentación sana requiere de varios aspectos: los alimentos que consumimos, cómo los preparamos y hasta la manera cómo los consumimos, por esto es tan importante el tiempo que invertimos en hacer las comidas.
La cultura de la prisa nos ha llevado a restarle importancia al tiempo que nos tomamos para consumir nuestros alimentos, incluso a prepararlos de una forma rápida y ganarle unos minutos al reloj.
Sin embargo, esta manera de relacionarnos con la comida puede traernos problemas de salud como exceso de gases, problemas digestivos y que nuestro cerebro no procese la información de que estamos comiendo y llegue la señal de parar, reseña The Convertation.
En muy común desayunar algo rápido, comemos a toda velocidad una galleta o un bocadillo de camino al trabajo, sin medir las repercusiones que esto trae para la salud.
El hábito de comer rápido trae consecuencias para la salud como el exceso de gases que es solo el comienzo de la cadena de problemas como consecuencia de la deglución excesiva de aire durante y entre las comidas, a esto se le llama aerofagia.
La aerofagia puede provocar un aumento objetivo y visible del diámetro abdominal tras la ingesta de alimentos, así como otros síntomas que van desde una leve incomodidad y sensación de pesadez.
Hay varios razones por las cuales hay aumento tanto de la ingesta de aire como de la producción de gas: comer rápido, consumo de chicles, el tabaquismo o las alteraciones de la microbiota.
Al comer rápido estamos creando un sobreesfuerzo digestivo, ya que el tiempo de masticación disminuye y no trituramos suficientes los alimentos antes que lleguen al estómago.
Cuando los alimentos llegan al estómago, prácticamente enteros, se requiere una mayor producción de jugos gástricos para poder digerirlos de forma adecuada, generando un mayor esfuerzo metabólico y problemas con la digestión.
La correcta masticación de los alimentos contribuye a la efectiva acción de las enzimas orales, que permiten la absorción de alimentos en el intestino delgado. Cuando comemos rápido la comida pudiera llegar el intestino sin estar lo suficientemente digerida.
Sin señal de parar
Hay una relación entre el hambre y saciedad que se activa cuando nos tomamos el tiempo para comer y masticar los alimentos. Esta acción que parece tan simple le permite al cerebro procesar la información de que estamos alimentándonos gracias a dos hormonas, la leptina y la grelina, regulan respectivamente la saciedad y el hambre.
En el caso de la leptina tarda entre 20 y 30 minutos en activarse, es decir cuando comemos muy rápido, que no le damos tiempo de avisarnos de que ya estamos saciados e ingerimos cantidades que superan nuestras necesidades energéticas reales.
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