Columna de Ismael Cala: No pares, ¡sigue, sigue!
Todos en algún punto de nuestras vidas cotidianas pasamos de una tarea a la otra, mientras pensamos: “esto lo puedo dejar para después” o “esto no me provoca hacerlo hoy”, y así, vamos dando largas y largas a esa tarea
Así dice el estribillo de una pegajosa canción de merengue house de los 90, cantada en la voz de Proyecto Uno, reconocida agrupación neoyorquina de raíces dominicanas, la cual me pareció que era ideal para el tema que hoy nos compete: la procrastinación.
Todos en algún punto de nuestras vidas cotidianas pasamos de una tarea a la otra, mientras pensamos: “esto lo puedo dejar para después” o “esto no me provoca hacerlo hoy”, y así, vamos dando largas y largas a una tarea que independientemente de su dificultad, vamos relegando.
Tienes algo que necesitas hacer. Está en tu lista de tareas. Tiene que hacerse. Sabes que tiene que hacerse. Y, de hecho, incluso sabes que tienes que hacerlo tú. Pero realmente no quieres hacerlo.
Entonces, aspiracionalmente, lo incluyes en tu lista para hoy. Y luego no lo haces hoy. (Porque, nuevamente, ¡no quieres!) Y luego lo mueves para mañana. Y tampoco lo quieres hacer entonces. Así que lo pospones de nuevo.
Y así sucesivamente, hasta que llega el día en que absolutamente tienes que hacerla sí o sí o de lo contrario, vas a vivir las consecuencias de no haber cumplido con tus responsabilidades, como la tan detestada declaración de impuestos, entonces te toca “correr” con el tiempo encima, para poder cumplir con tus plazos.
Cuando terminas, entonces llega el alivio ¿Conoces esta sensación, verdad? Suele pasar que, una vez cumplida la tarea, resulta que tu pendiente realmente no era tan malo o pesado como pensabas, así que realmente esa no es una justificación para haber terminado todo a último momento. ¿O me equivoco?
Ahora, echemos un vistazo más de cerca a lo que realmente es lo que te ha pasado en todo ese tiempo: Has pensado sobre tu pendiente durante días, semanas, posiblemente incluso meses, te has sentido mal por no hacerlo durante todo el tiempo que te ha estado atormentando en tu listado de pendientes, y aún así, tuviste que hacerlo.
Evidentemente te ha tomado muchísimo más tiempo claudicar, pensar en tener que ejecutar y en recordar constantemente lo que tenías que hacer, que llevar a cabo la tarea en sí. Entonces, eso es todo. La procrastinación fue, de hecho, peor que la acción. Pero no todo son malas noticias. Porque eso ya es pasado. Y solo puedes avanzar. Entonces, ¿qué vas a hacer la próxima vez? ¿Quedarte pensando? ¿O actuar?
Así que cuando esa sensación de dejadez te alcance, tú actúa: ¡no pares, sigue, sigue!
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