Venezolano narra su encierro en Guantánamo: “Fue muy duro; vi mucho odio”

Jhon Bastidas, de 25 años, cree que lo calificaron de criminal solo por tener tatuajes. Ahora vende perros calientes para adaptarse y sobrevivir en su país

Venezolano narra su encierro en Guantánamo: “Fue muy duro; vi mucho odio”

Johan Bastidas pasó 16 días en aislamiento, sin acceso a información sobre su futuro y bajo vigilancia constante Crédito: Juan Arráez | AP

Jhoan Bastidas, un joven venezolano de 25 años, nunca imaginó que su intento de empezar una nueva vida en Estados Unidos lo llevaría a la base naval de Guantánamo, en Cuba. Tras ser deportado bajo las estrictas políticas implementadas por el gobierno de Donald Trump, pasó 16 días en aislamiento, sin acceso a información sobre su futuro y bajo la vigilancia constante de las autoridades.

“Fue muy duro; todas esas experiencias fueron muy duras. Hay que ser fuerte ante esos problemas, ¿sabes? Pero vi mucho odio”, expresó en una entrevista con la agencia de noticias AP, en la que habló de cómo por sus tatuajes lo señalaron de ser un criminal.

Después de cruzar la frontera y entregarse a los agentes migratorios, lo trasladaron a un centro de detención en Texas. Sin explicaciones, una mañana lo esposaron y lo subieron a un avión sin informarle su destino. Al aterrizar, junto a otros venezolanos, se dio cuenta de que no estaban en su país, pero no entendió de inmediato que se encontraba en Guantánamo.

“Cuando vi ‘Guantánamo’ escrito en el piso, no significaba nada para mí. Nunca había escuchado esa palabra antes”, contó.

Durante su estadía en la instalación, el venezolano permaneció en una celda pequeña y sin contacto con el exterior. “Estuve encerrado todo el día en un cuartico —conté los pies: 7 de ancho y 13 de largo— sin poder hacer nada, sin un libro, mirando las paredes”, recordó.

Foto: Juan Arráez / The Associated Press

Además, contó a AP que la única ventana era un pequeño panel de vidrio en la puerta que daba al interior del edificio. Solo cada tres días podía ver el sol durante una hora en lo que describió como una “jaula”.

Las condiciones de detención y la incertidumbre llevaron a los migrantes a apoyarse mutuamente en la fe. Bastidas relató que en algún momento comenzaron a orar en voz alta y ponían sus oídos en las puertas para escucharse entre sí.

“Decíamos que el que nos iba a sacar de ahí era Dios porque no veíamos otra solución. No teníamos a nadie en quien apoyarnos”, afirmó.

Finalmente, después de más de dos semanas en la base, lo enviaron a Honduras y luego lo deportaron a Venezuela en un vuelo coordinado por el régimen de Nicolás Maduro. De regreso en Maracaibo, pasó dos semanas descansando antes de comenzar a trabajar en un puesto de perros calientes para intentar adaptarse a una ciudad profundamente afectada por la crisis económica y la migración masiva.

El caso de Jhon Bastidas es parte de un proceso de deportaciones más amplio, en el que cientos de venezolanos han sido retornados en las últimas semanas. Mientras algunos cuestionan las condiciones en las que fueron detenidos y trasladados, él trata de darle un significado a lo vivido.

“Lo veo como una especie de prueba que el Señor me puso. Tenía otro propósito para mí. No era para que estuviera en Estados Unidos y por alguna razón me retuvo allí (en Guantánamo)”.

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