172 millones de estadounidenses beben agua contaminada con PFAS
Los PFAS son químicos tóxicos ligados a cáncer y graves riesgos de salud

Son las personas de la costa este las más afectadas por el agua contaminada. Crédito: Shutterstock
La contaminación por sustancias químicas PFAS en el agua potable de Estados Unidos se ha convertido en una crisis ambiental y sanitaria de gran escala.
De acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), más de 172 millones de personas están expuestas a estos compuestos, catalogados como peligrosos para la salud y de persistencia casi eterna en el ambiente.
La información fue recopilada bajo la Quinta Regla de Monitoreo de Contaminantes No Regulados (UCMR 5), que obliga a las compañías de agua a analizar la presencia de 29 tipos de PFAS en sus sistemas de suministro. Los datos han sido procesados por el Environmental Working Group (EWG), que diseñó un mapa interactivo donde se observa que la costa Este concentra la mayoría de los casos en comparación con la región Oeste del país.
Hasta agosto de 2025, se han identificado 3,309 sitios con reportes de contaminación por PFAS en el agua potable. En el mapa, los colores varían según el nivel de riesgo: azul claro para niveles por encima de lo aceptado por la EPA, azul oscuro cuando se mantienen dentro del rango permitido, púrpura en bases militares y naranja en otras instalaciones identificadas.
Qué son los PFAS y por qué son peligrosos
Los PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas) conforman un grupo de miles de químicos sintéticos que se utilizan desde mediados del siglo XX en múltiples industrias. Están presentes en utensilios de cocina antiadherentes, empaques de comida rápida, textiles resistentes al agua, espumas contra incendios y hasta en pulseras de relojes inteligentes.
Su mayor característica es la resistencia: no se descomponen fácilmente en el ambiente, lo que les ha valido el apodo de “químicos eternos”. Esa misma durabilidad favorece su acumulación en el cuerpo humano y en los ecosistemas.
La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) clasificó a los PFAS como carcinógenos de Grupo 1, lo que significa que existe evidencia suficiente para confirmar su relación con el cáncer en humanos. Además, investigaciones recientes los vinculan con enfermedades de tiroides, daño hepático, debilitamiento del sistema inmune, problemas de fertilidad y efectos adversos en el desarrollo infantil.
Límites fijados por la EPA
Aunque la EPA aún no define un límite general para todos los PFAS, sí ha establecido valores máximos para algunos de los más estudiados:
* PFOA y PFOS: 4 partes por trillón (ppt).
* PFHxS y PFNA: 10 ppt.
Superar esos umbrales ya representa un riesgo para la salud pública.

Conforme a las regulaciones actuales, los sistemas de agua deben concluir su monitoreo antes de 2027. Para 2029, será obligatorio implementar tratamientos que reduzcan los niveles de contaminantes por debajo de los límites permitidos.
Una amenaza silenciosa y extendida
En el noveno informe publicado por la EPA en agosto de 2025 se reveló que 7 millones de estadounidenses adicionales estaban consumiendo agua con PFAS respecto a los datos anteriores, lo que eleva la cifra total a 172 millones de afectados.
Es importante destacar que los registros muestran los niveles más altos detectados en cada comunidad. Esto significa que los valores pueden variar en el tiempo, ya que algunos sistemas de agua han cambiado de fuente o adoptado procesos de tratamiento para mitigar la contaminación.
La propia EPA reconoció que los PFAS son químicos de uso tan extendido que han terminado por acumularse en fuentes de agua potable en todo el país. Por ello, la agencia asegura que trabaja en regulaciones más estrictas y busca alternativas para que los costos de tratamiento no recaigan exclusivamente en los consumidores.
Para la doctora Jennifer Freeman, profesora de toxicología en la Universidad de Purdue, la situación tiene un impacto directo en la salud pública: “Es fundamental continuar con las pruebas de agua potable para entender dónde se concentra la contaminación y qué métodos de tratamiento deben aplicarse”.
Por su parte, el doctor Vasilis Vasiliou, director del departamento de Ciencias de la Salud Ambiental en la Escuela de Salud Pública de Yale, subrayó el riesgo de largo plazo: “La exposición crónica a PFAS, incluso en niveles bajos, está asociada con cáncer, alteraciones inmunológicas, enfermedades de tiroides y toxicidad hepática. No estamos frente a un simple problema ambiental, sino ante una emergencia de salud pública”.
Ambos especialistas coinciden en que se requiere mayor inversión en tecnologías de tratamiento, regulación más estricta y eliminación progresiva de usos no esenciales de estos químicos.
Qué viene después
La recopilación de datos de la UCMR 5 comenzó en enero de 2023 y se extenderá hasta diciembre de 2025. Los resultados finales se darán a conocer en 2026, lo que permitirá dimensionar el alcance real de la contaminación en el país.
Mientras tanto, comunidades enteras en EE.UU. viven con la incertidumbre de depender de sistemas de agua donde los “químicos eternos” permanecen presentes. La magnitud de este problema garantiza que la lucha contra los PFAS será un tema central en la política ambiental y de salud pública durante los próximos años.
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