Es necesario reportar los delitos de odio
Hay maneras para hacerlo de una manera segura para evitar que se sigan propagando
El incidente puede ser por otro motivo. Aunque el menosprecio y “el porqué no se regresan a su país” ataca la condición de inmigrante de la mujer en el supermercado, por el hecho de hablar inglés con acento y tener apariencia latina.
El hombre que regresaba a su casa después de trabajar es golpeado brutalmente por otros individuos que lo insultan gritándole mexicano de tal por cual. Su falta fue parecer “mexicano” ante los ojos de los agresores.
En la escuela el grito “Trump”, retumba con odio cuando es exclamado en la cara a un alumno latino.
Esta es una señal del momento por el que pasamos.
Es una expresión tristemente repetida de un sector de la población que le dice a otro que es una molestia. Que la vida sería mejor si esta gente no estuviera aquí. Por eso le grita, la insulta, le pega y hasta la mata, según el grado de frustración y odio.
En el caso de los inmigrantes latinos se unen dos motivos que causan las reacciones enconadas. Una es la competencia por recursos escasos que se ha manifestado en otras olas migratoria, desde lo económico a la amenaza a la cultura nativa. La segunda es el racismo que prevaleció históricamente hacia el mexicano.
Cuando el apellido del presidente se usa para ofender y se toma como un insulto es evidente que hay una conexión con el discurso surgido desde la Administración Trump y los incidentes de este tipo.
No hay datos oficiales que midan adecuadamente la relación entre los inmigrantes latinos y los delitos de odio. Aunque se puede deducir, según estimados, que una cantidad significativa de ellos no reporta estos incidentes son deducciones de otra información.
Por ejemplo, en un reporte oficial (U.S. Department of Justice Office of Justice Programs Bureau of Justice Statistics) estima que entre 2004 y 2015 se produjeron aproximadamente 250,00 hechos de este tipo, de los cuales solo 230,000 fueron violentos. Entre 2011-15 no se reportó a la policía el 54%. Los latinos fueron los más perjudicados en comparación a los anglos y afroamericanos, 1.3 por cada 1,000, cuando estas expresiones fueron violentas.
La política de deportaciones resultante crea el temor en la comunidad indocumentada de que si reporta un delito de odio, está exponiéndose a ser blanco de las autoridades migratorias. El hecho que los agentes de migración se hagan pasar policías cuando golpean las puertas de un hogar para llevarse a sus ocupantes.
Este proceder de la Agencia para el Control de Aduanas e Inmigración (ICE) está destruyendo muchos años de arduo realizado por los departamentos de policía de centros urbanos con alto porcentaje de población inmigrante para ganar su confianza.
Las autoridades policiales de Houston, Texas y Los Ángeles, California, ya reportan que se han reducido las denuncias de delitos desde el inicio de la administración Trump. Es de imaginar que muchos de los incidentes no reportados son casos de odio.
La desconfianza de algún sector de la población inmigrante hacia la policía a veces se traslada por experiencias negativas traídas desde el país. Esta actitud contribuye a que la víctima le reste importancia al incidente para no ir a la policía.
La confianza se mantiene con una relación constante y cercana entre las comunidades inmigrantes y los agentes del orden. Para ello se requiere capacitación y sensibilidad. El conocimiento del idioma ayuda a la comunicación y especialmente a conoce a la gente.
Como muchos inmigrantes que no están familiarizados con la terminología o conceptos, los procedimientos policiales se pueden realizar con preguntas que permitan identificar la actitud discriminatoria.
Por otro lado, a las autoridades del orden también les corresponde su responsabilidad por la falta de datos que refleje adecuadamente la gravedad de los delitos de odio.
Un reporte reciente de ProPublica indicó que por lo menos 120 agencias federales no introdujeron su información sobre delitos de odio en el banco de datos federal. Un reporte de AP identificó más de 2,700 departamentos de policía y del sheriff a lo largo del país no presentaron un solo reporte de odio en seis años al cómputo anual del FBI de delitos de odio.
Los motivos para estos incumplimientos van desde el descuido de quien lo debería haber reportado al desconocimiento que debían de hacerlo o a la falta de claridad para definir lo que es un incidente o delito de odio.
Por las razones que fueren, se puede decir que los delitos de odio no parecen tener una alta prioridad para nadie, cuando 17% de las agencias policiales no los reporta. Tampoco ayuda saber que los delitos de odio violento que son reportados a la policía tienen casi tres veces menos posibilidades de conducir a un arresto que uno violento que no es de odio.
Lo cierto es que si estos delitos no son reportados, sus autores los seguirán cometiendo. Si no se sabe cuántos son estos, no se sabe la magnitud del problema, especialmente en este momento cuando se puede dudar si el Departamento de Justicia es capaz de ver a los indocumentados como víctimas de crímenes y no criminales.