Mi experiencia con un virus al que subestimé
Una madre venezolana de Manhattan explica los síntomas y el proceso que vivió al contagiarse con el coronavirus
Quiero compartir mi experiencia y la de mi familia con este virus al que subestimé, cómo muchas otras personas, pensando que solo es una gripe y que por ser jóvenes no nos afectaría como a una persona mayor, diabética o con patologías preexistentes, como se divulgaba por todos lados.
Mi nombre es Gabriela Pérez, acabo de cumplir 40 años y vivo en Manhattan, junto a mi pareja y mis dos hijos, de 14 y 17 años. En el pasado he tenido influenza, H1N1 y hasta dengue, pero jamás me sentí tan mal como con el coronavirus, enfermedad que se alojó en mi cuerpo por 19 días.
Estaba un poco desinformada con los síntomas y solo pensé que eran fiebre, tos y dolor de garganta, como desde un principio repetían los expertos en salud. Por tal, estuvimos cinco días con otros síntomas sin asociarlos al coronavirus, por eso quiero dar mi relato para ayudar a entender un poco el proceso una vez contagiados.
El primero con síntomas fue Gaspar (mi pareja). El lunes 16 de marzo, se sintió débil y fatigado, y luego el martes 17 presentó fiebre, escalofríos y dolor de cabeza. Para esa fecha ya estaban comenzando a aumentar los casos acá en NY, por lo que decidió ir al hospital a hacerse la prueba. Tuvimos que esperar 5 días para saber los resultados.
El día 18 comenzó con mucho dolor ocular, fatiga y rinitis, y sin embargo pensamos era un resfriado común por la falta de fiebre y tos.
El 19 de marzo empecé yo también con dolor ocular, y ese fue mi único síntoma durante 2 días. Gaspar continuaba igual. Dos días después, el 21 de marzo, amanecí con cansancio y rinitis, mientras que mi pareja perdió el olfato y gusto. Aún en la espera del resultado médico, continuamos asociando todo con rinitis alérgica o resfriado.
A partir del domingo 22 de marzo comenzaron los días más difíciles. Chequeando las noticias leí un artículo donde agregaban la falta de olfato y gusto como síntomas y fue así como entendí que era coronavirus lo que habíamos estado sintiendo. Dos horas después llamaron a Gaspar del hospital para informarle que había dado positivo.
Nos dijeron que debíamos aislarnos, tomar Tylenol e ir al hospital solo si teníamos mucha fiebre y dificultad para respirar. Ya para ese día en la tarde comencé a sentirme realmente mal, con mucho dolor de huesos y músculos, dolor de cabeza, ojos, fatiga y malestar estomacal. Gaspar tenía fatiga, falta de gusto y olfato, pero sus síntomas eran más leves.
Durante las tres siguientes noches fue muy difícil dormir ya que el simple roce con la cama era una tortura, como si me hubiera quemado la piel. Era un ardor y dolor insoportable.
El miércoles 25 me sentía mejor muscularmente pero comencé con fatiga y debilidad extrema. No podía estar tres minutos de pie sin marearme y sin que se me nublase la vista por completo, no podía ni siquiera bañarme sola. Al dolor de cabeza y ojos, ahora le sumábamos la falta de gusto y olfato. Gaspar ya solo tenía esos dos síntomas y los 4 días restantes continuaron de la misma forma.
El 30 de marzo, a mí se me fueron la fatiga y los mareos, y sólo me quedaban la falta de olfato, gusto y la rinitis, lo que hacía muy difícil respirar por la vía nasal. Gaspar ya podía oler y degustar, sin embargo, cuando pensábamos que él se había librado de ese invasor, el 2 de abril presentó malestar estomacal, diarrea y fatiga, otros síntomas ya incluidos en la lista, y el 3 de abril y después de 19 días del primer síntoma, seguía luchando con el coronavirus. ¿Su edad? 26 años.
Para cuando escribo esto, 3 de abril, ya me siento mucho mejor, sigo sin olfato y gusto, pero con muchas ansias de librarme completamente de este virus que tristemente ha cobrado tantas vidas. Mientras, seguimos aislados, lidiando con los síntomas y dentro de todo dando gracias porque para nosotros lo peor ya pasó.
Se preguntarán por mis hijos adolescentes. El varón de 14 años presentó dolor estomacal y diarrea solo un día, mientras que mi hija de 17 años tuvo dolor ocular igualmente sólo un día, y al día siguiente no tenía absolutamente nada.
Y es que como las investigaciones indican, a los niños y adolescentes los afecta de una manera menos agresiva. Un respiro dentro de tanto desaliento.