Mexicanos en EE.UU. explican su ausencia en las protestas de “Black lives matter”
Explican por qué no se sienten en "sintonía" con los afroestadounidenses
MÉXICO – Un hombre tomó la bandera de México y escaló hasta lo más alto de las oficinas centrales de la cadena de noticias CNN, en Atlanta, y ondeó por todo lo alto la bandera de México para pena de Jaime Olalde, un morelense que a su vez luchaba en Minneapollis, epicentro de las protestas, por salvar su casa de los incendios y la rapiña o ayudar a otros.
“¿Por qué la violencia?”, se preguntó al ver la humareda negra cuando regresaba a su casa ubicada en el mismo lugar de las manifestaciones, esto es, a siete calles de la estación de policía y a sólo dos bloques del departamento que rentaba el afroamericano George Floyd.
Jaime Olalde, oriundo de Tetelilla, Morelos, había ido a entregar un pedido de burritos de Uber Eats, la empresa para la que trabaja como repartidor de comida y desde su coche vio a gente correr en todas direcciones y las llamas y las patrullas. Preguntó al vecino si sabía lo que pasaba y éste le dijo que tal vez era un asunto de pandillas. Olalde coincidió y entró a su hogar más tranquilo hasta que prendió la televisión.
¡Todo estaba ardiendo!, la gasolinería de la esquina, la licorería, el edificio donde algunos de sus amigos constructores trabajaban…
Tuvo miedo. No sabía si salir a ver o salir huyendo con su esposa y dos hijas para evitar una desgracia, pero qué tal si la policía los agarraba. Al final esperó hasta que amaneciera y así se enteró de la desgracia de buena parte del vecindario en cenizas. “Me puse a ayudar a limpiar”, cuenta en entrevista con este diario.
Desde entonces no considera las protestas como algo suyo, sino como un asunto de “ellos”, de la comunidad afroamericana y aunque reconoce que los mexicanos también han sido víctimas de la violencia policíaca y también son blanco de discriminación reconoce que no se siente en el mismo bando que los “morenos”.
—Para empezar, ellos tienen papeles.
La única vez que Jaime Olalde se sintió “más o menos” en sintonía con los afromericanos fue en 2009. En ese tiempo la comunidad mexicana luchaba para que se les permitiera tramitar su licencia de conducir en Georgia sin cuestionar el estatus migratorio. La propuesta iba bien, pero llegó el KuKluxKlan y todo se vino abajo.
Jaime Olalde entendió, de alguna manera, cómo esos grupos supremacistas pueden molestar a otras razas y empatizó con los afroamericanos, quienes regularmente, aunque cordiales, le parecían indiferentes, a ratos hostiles y hasta quejumbrosos.
Las relaciones entre las comunidades mexicanas y afroamericanas en Estados Unidos suelen ser por lo general distantes con algunos picos de discordia. En el estudio Los afroamericanos y mexicanos ¿se llevan bien?, el Pew Center reveló que el 43% de los hispanos consideran que “no se llevan bien” e incluso un 30% dice que las relaciones son tensas; en contraste, sólo el 18% de los afrodescendientes piensan que las relaciones entre los grupos son adversas. Desde afuera, el 60% de los caucásicos perciben que no hay empatía ente los dos grupos.
Entrevistados por este diario, migrantes de primera generación—quienes son el principal blanco de discriminaciones hacia la comunidad mexicana— confirman que la falta de unidad generalizada entre ambas razas fue una de las razones por las que no están participando en las marchas, pero hay otras causas, más profundas, que se tejen en el día a día desde hace años.
La hostilidad
Ahí estaba, inconfundible en una protesta realizada en las calles Oakland por la muerte de Floyd, el basquetbolista Juan Anderson Toscano, quien debutó esta temporada en la NBA. Como él, hijo de madre mexicana y padre puertorriqueño, otros mexicanos acudieron a las manifestaciones a pesar de la pandemia y exhibieron banderas mexicanas, sí, pero? ¡no masivamente!
“Principalmente son mexicanos de segunda o tercera generación, chicanos”, acota Adolfo Villegas, residente en California. “No tienen riesgo de deportación”.
Adolfo V., de 34 años, llegó desde Michoacán a vivir a Estados Unidos cuando tenía 16. Se alistó en high school y ahí entendió muy bien las marcadas divisiones étnicas en Ontario. “Unos vestidores eran para los morenos y otros para los latinos y eso lo vigilaban hasta los profesores porque podía haber serios problemas”, recuerda en entrevista con este diario.
En una ocasión, un muchacho que acababa de llegar se confundió y entró al vestidor equivocado.
Los “morenos” se la cobraron. El novato recibió tal golpiza que los mexicanos tuvieron que entrar al quite y se armó el lío del año. “Muchos estudiantes mexicanos dicen que no quieren que les pase igual que a sus papás, que por dejarse les fue mal y como muchos de ellos son ciudadanos, responden con todo”.
Los analistas migratorios que realizaron un estudio de campo patrocinado por la Universidad de Guanajuato, Ricardo Contreras y Roberto Hernández, concluyeron después de más de un millar de encuestas aplicadas en EE.UU., que los principales roces entre las comunidades derivan del control de diversos tipos de territorios, una situación que en las zonas más pobres se complica más como bien se ha documentado sobre las pandillas.
En los barrios de mayor plusvalía es otro asunto. Patricia Patiño, una ama de casa de 45 años residente de Newnan, Georgia, cuenta que, en cuanto llegó a vivir al lugar siguiendo a su esposo desde Teneesse por un cambio laboral, su nuevo vecino afroamericano les llevó un regalo y una tarjeta de bienvenida.
“El es amable y agradable y nos trata bien, pero sabemos que hay de todo en esta comunidad”, advierte. “Yo estaba apoyando las marchas a lo lejos, con simpatía hasta que empezó la violencia”.
Los papeles
A Israel Castillo, de 35 años, le dio curiosidad saber de qué iban las protestas, si habría otros mexicanos, si estarían tranquilos y violentos. Uno de los días de las manifestaciones, después de terminar su trabajo en la construcción fue a ver qué pasaba por su ciudad en Georgia.
Llegó discreto en su auto, vio a la gente sobre las banquetas (85% blancos y 15% morenos). Hizo unas fotos, hizo algunos videos y se fue. No más. Tomó precauciones al máximo como las toma en la convivencia con otras razas. Teme que por cualquier diferencia, el otro se vuelva impertinente y llame a la policía de la zona y ésta a ICE. En Georgia son una mancuerna.
“Particularmente la convivencia con los afromericanos aquí es cero: no nos metemos con ellos y tratamos que ellos no se metan con nosotros, si acaso jugamos algo de fútbol en el trabajo y luego cada quien para su casa”.
Esta distancia parte de algunas historias desagradables que han dejado a los mexicanos en desventaja por la condición de indocumentados.
Alberto Trejo, quien vive en Wilmintong, Carolina del Norte, dice que en su negocio de verduras entran los “morenos” y quieren llevarse cosas a pesar de que en las tarjetas de apoyo social que les da el gobierno tienen saldo suficiente para comida.
“El problema es que son muy abusivos”, secunda el oaxaqueño Anselmo Baños, desde Nueva York, donde frecuentemente tiene que lidiar en el Metro con algunas pandillas afroamericanas que asaltan y golpean por un celular o una cartera, te tiran los dientes.
“No tiene que ver con un asunto de raza sino porque ellos son nacidos aquí y se sienten con más poder: te gritan, te quieren sacar de quicio para que los golpees y te demanden… yo me llevo mejor con los morenos africanos que también son migrantes”, precisa Anselmo, casado con una japonesa y con quien tiene un niño.
José Camarena, quien llegó de Morelia hace 30 años y hoy es residente en Dalton, considera que la distancia con los afroamericanmos tiene un alto componente de competencia. “Ellos creen que venimos a quitarles el trabajo y nos ven mal porque aceptamos sueldos bajos y eso baja el mercado, pero nosotros tenemos la necesidad, no tenemos de otra, ellos sí”.
Optimismo
Desde una perspectiva más general y más allá de los líos y anécdotas del día a día, el sociólogo Gonzalo Santos, investigador emérito de la Universidad Estatal de California, en Bakersfield considera que las luchas de los latinos y afroamericanos tienen mucho en común y está optimista de que las coincidencias podrían unificarlos más en un futuro.
“Los estudios demuestran que las dos comunidades tienen las mismas opiniones hacia la brutalidad policiaca que se vive en EE.UU., en cuanto a la recrudecimiento de los ataques raciales, los dos tienen muy altos niveles de discriminación y ahí hay un tema que hay unidad, algo muy común”.