Independencia de México: quién fue Leona Vicario, la “madre de la patria” mexicana que espió para los insurgentes
Vicario, una de las figuras clave para que México lograra su independencia de España, es homenajeada este año por su gobierno
Una mujer excepcional, con una vida apasionante y totalmente fuera de lo común para su época.
Así describen historiadores a Leona Vicario, quien fuera figura determinante para el triunfo de la considerada primera transformación de México: su independencia de España, cuyo proceso comenzó con el llamado “Grito de Dolores” hace 210 años.
Vicario rompió esquemas. Rechazó llevar la vida fácil que su fortuna familiar le habría permitido a cambio de apoyar fervientemente la causa insurgente, llegando a espiar para ellos como parte de una sociedad secreta.
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“Nace con todo a su favor y lo aprovecha para convertirse en alguien interesado en la vida política de su país, en tener posición propia al respecto, en participar en ella y en la discusión de la vida pública”, destaca la periodista e historiadora Bertha Hernández.
Para muchos, Vicario representa el espíritu de aquella nueva patria mexicana y el germen de la lucha por los derechos de las mujeres que siguen siendo ejemplo para las generaciones actuales.
Y es por eso que el gobierno de México decretó este 2020 como el “Año de Leona Vicario, Benemérita Madre de la Patria” para homenajear, más vale tarde que nunca, a una de las consideradas heroínas de su independencia.
Sus dos herencias
Leona Vicario Fernández de San Salvador nació en Ciudad de México, capital del entonces virreinato de Nueva España, el 10 de abril de 1789.
Nacer en una familia criolla con recursos económicos -y sin competir con hermanos varones- le permitió a Vicario acceder a una formación que le ayudó a formar su espíritu crítico.
Hernández destaca cómo su padre, un comerciante español, se percató de la inteligencia y talento de su hija y apostó para que fuera mucho más allá del aprendizaje tradicional de las mujeres de la época, como hacer pequeñas labores, aprender catecismo católico y, en el mejor de los casos, a leer y escribir.
“A Leona le abren las puertas de la biblioteca de la familia. Puede leer, aprende idiomas… y también aprende lo que corresponde a ‘una señorita de su clase’. Recibe una formación que tiene lo mejor de todos los mundos”, le dice Hernández a BBC Mundo.
Quedó huérfana siendo joven, pero recibió dos importantes herencias.
Por una parte, una cuantiosa fortuna económica. Por otra, una educación liberal que le permitió entender las discusiones de aquella apasionante época.
Entre ellas, la más debatida entonces: ¿debía el virreinato seguir subordinado a España o tenía que definir su destino más allá de lo que se decidiera al otro lado del Atlántico?
Sociedad secreta
Así, Vicario comenzó a interesarse por la vida política en tiempos convulsos. En 1808, mientras Napoleón Bonaparte invadía España, el virrey José de Iturrigaray era depuesto en el continente americano.
Tras el inicio del movimiento independentista en la colonia, Vicario se unió a la rebelión e ingresó en una sociedad secreta llamada Los Guadalupes formada por criollos con recursos económicos y acceso a información estratégica que le transmitían a los insurgentes.
Según destaca el historiador Ricardo Cruz García, ella pasó a ser “una parte fundamental para comunicarse de manera clandestina con estos líderes y proporcionarles desde elementos materiales básicos hasta armas”.
En efecto, Vicario se convirtió en la líder de una red de mensajería con la que garantizaba la correspondencia entre insurgentes y sus familiares, y que permitía saber a las fuerzas de José María Morelos desde cuáles eran los movimientos de las tropas enemigas hasta qué se decía en Madrid.
Decidió emplear su fortuna en financiar la lucha independentista. Dio refugio a fugitivos en peligro e incluso trató de hacer llegar a los insurgentes una imprenta, convencida de la importancia de la prensa para explicar a la población por qué se estaba luchando por la independencia.
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Pero el hecho de que Vicario jugara un papel cada vez más fundamental y visible en esa lucha pronto le valió ser denunciada por conspirar a favor de la insurgencia.
Tras un juicio en el que no reveló ninguna información que pudiera comprometer al movimiento, ingresó en prisión, de donde escaparía poco después.
Se reunió entonces con su prometido Andrés Quintana Roo, considerado otro de los próceres de la independencia mexicana, y se unió oficialmente a la lucha insurgente junto a Morelos.
La historiadora Hernández resume en ella “una actividad política que va evolucionando, desde opinar sobre lo que se discute en la capital a nivel político, a financiar el movimiento y apoyarlo con algo más concreto, hasta finalmente volverse parte de la insurgencia”.
No fue hasta el triunfo independentista en 1821 que Vicario se alejó de la escena pública.
Germen del feminismo en México
Pero en los años siguientes, Vicario siguió estando en el ojo público debido a los numerosos ataques que recibía en la prensa de la época.
La ocasión más sonada, sin duda, fue la carta pública que Lucas Alamán, ministro en el gobierno de Anastasio Bustamante, le dedicó en 1831.
En ella, Alamán aseguraba que si Vicario se unió a los rebeldes había sido por seguir a Quintana Roo en un impulso de “heroísmo romancesco”, más que por tener una convicción política propia.
La respuesta de ella no se hizo esperar. Según le dice a BBC Mundo el historiador Cruz García, se trata de “la primera defensa pública de una mexicana de la libertad e independencia de acción y de pensamiento de la mujer”.
“Mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido absolutamente en ellas, y en este punto he obrado siempre con total independencia, y sin atender a las opiniones que han tenido las personas que he estimado. Me persuado que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas, o a las que por efecto de su educación hayan contraído un hábito servil. De ambas clases también hay muchísimos hombres”.
Con su carta, Vicario subraya que ella es quien toma sus propias decisiones desde mucho antes de conocer al que fue su marido, en una clara reivindicación de igualdad entre géneros poco común en aquellos años.
Los dos historiadores consultados por BBC Mundo prefieren, sin embargo, no considerar a Vicario una “pionera del feminismo” ya que ese concepto no existía entonces como tal y no puede, dicen, interpretarse desde el contexto y momento actual.
Aunque según Cruz García, profesor de Historia en la Universidad Autónoma Nacional de México (UNAM), “Vicario es en aquellos años, sin duda, la más visible representante en México de las mujeres que luchan por una igualdad” y su respuesta a Alamán bien podría considerarse como “un germen de esas posturas que hoy llamamos feministas”.
Referente para las nuevas generaciones
Hay otra distinción que muchas biografías y estudios otorgan a Vicario: la de ser la primera periodista de la historia de México.
Hernández cree que esta afirmación es, cuanto menos, “cuestionable”, ya que el concepto actual de periodismo como profesión es radicalmente diferente al de quienes escribían en periódicos en el siglo XIX, lo que no permite hacer esa comparación.
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“Antes de Vicario hay otras mujeres que escriben en periódicos de manera anónima, lo que pasa es que no tenemos esos nombres. Así que quizá no es la primera periodista, pero sí la primera que conocemos como la más reconocida de aquel período”, dice Cruz García.
Una vida de excepción hizo a Vicario merecedora de que sus restos reposen junto al de otros héroes de aquella época en la columna del Ángel de la Independencia de Ciudad de México.
Sin embargo, son muchos quienes criticaron que, hasta la conmemoración de este año 2020, la labor de Vicario no haya sido igual de reconocida que la de otros hombres héroes de la patria, ni por parte de los distintos gobiernos ni en la propia enseñanza impartida en las escuelas.
Y en un momento en que la lacra de la violencia de género pasa por una de sus peores épocas en México, expertos apuntan a que fomentar el conocimiento sobre Leona Vicario podría ayudar a empoderar a mujeres al conocer las barreras que una mexicana del siglo XIX consiguió romper gracias, en buena parte, a haber accedido a una educación.
“Son esas niñas que estudian en primaria y secundaria las que necesitan referentes interesantes respecto a lo que pueden hacer y cómo pueden crecer y decidir el rumbo de sus vidas”, concluye Hernández.
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