Ser hispano en los Estados Unidos de América
Grego Pineda es escritor, Magister en Literatura Hispanoamericana, abogado y ex-embajador
Los latinoamericanos que deciden vivir y echar raíces en los Estados Unidos de América experimentan muchas emociones, algunas de ellas por primera vez y con el tiempo continuarán vivenciando sentimientos que no necesariamente tendrán connotación negativa pero que los o las harán reflexionar y reevaluar “su manera” de asimilar su nueva realidad estadounidense.
Pretender hablar de los latinos en USA en general es atrevido porque cada Estado tiene sus particularidades, ventajas y desafíos y además cada persona o familia inmigrante es un caso especial a tratar, en este último sentido es improcedente estandarizar. Sin embargo, hay puntos coincidentes en el proceso de abrirse paso y establecerse en un país con idiosincrasia, idioma, gastronomía y en general una cultura diferente a la que vivimos hasta el momento en que, por A o B razón, entramos en este país decididos hacer de él nuestra casa.
Como ningún humano es ilegal, no entraré a discernir sobre temas migratorios.
Pero debo reconocer que tener ciudadanía facilita algunas cosas, pero no es la panacea de lo que se vive y experimenta en el proceso de asimilación. Cada persona y familia tiene anécdotas que, contadas diez o veinte años después, podrían generar risa, admiración y quizá nostalgia. Pero sobre todo respeto, porque el respeto hacia los demás y hacia el cumplimiento de las leyes es algo que, de instantánea inmersión se aprende. Si hemos sido intrépidos al conducir el vehículo en nuestro país de origen, ‘aquí’ unas luces intermitentes rojas y azules detrás de ti te alertan que estás a punto de aprender cómo son las cosas en tu nuevo país. Y no olvidarás esa lección porque te dejan un recuerdo que a veces confisca el dinero ganado en la semana de trabajo, sin contar otros daños colaterales.
La grandeza de este país se debe, en gran parte, al respeto irrestricto de la Ley. Y si hay excesos o abusos, también hay maneras de responder o resarcirse de daños. Hasta entrar de compras en un almacén tiene una simpática diferencia con algunos de nuestros países: disfrutas tranquilamente de tus elecciones, pagas y te vas a casa. En caso ya no deseas el bien comprado, lo devuelves y recibes el reembolso de tu dinero, sin ningún inconveniente. En cambio, tal cosa no es así en países que no debo mencionar: si luego de comprado deseas devolver el producto, tienes que explicar y justificar a satisfacción del almacén -usualmente con oídos sordos-, las razones por las cuales pretendes que se te devuelva el dinero por el objeto que ya llevaste a casa, que probaste o usaste. Se asume engaño de tu parte. Aquí se asume tu buena fe. Hay una cultura de no abusar del otro ni de nada. Este tópico da para mucho más, pero espacio no hay.
Para asimilar la cultura e idiosincrasia norteamericana y lograr insertarse en el sistema productivo, educativo y social, no implica ni por asomo, dejar de lado o avergonzarte de tu cultura latina, herencia de tus padres, registro histórico de tu vida y esencia constitutiva de tu “ser” que también traspasarás o deberías legar a tus hijos e hijas. Y cuando nos vemos obligados a llenar formularios o solicitudes debemos identificarnos, entre otros, como latino o hispano. Quedándonos con la subcategoría no preguntada de si somos mexicanos, peruanos, salvadoreños, colombianos, argentinos, ecuatorianos, etc. Esa respuesta no solicitada es para nuestra alma, nuestra identidad, nuestra manera de ser y ver el mundo. Es incluso, hasta íntimo. Se es tan nacionalista como se puede en casa, comiendo lo mas parecido que se comía en el país recordado. Manteniendo contactos con parientes que son el puente jamás derribado entre la madre tierra y el nuevo país.
La naturaleza de los Estados Unidos de América es la unidad de la diversidad de inmigrantes. Siempre ha sido así y también esto ha generado una dialéctica discursiva que por épocas ha crispado los ánimos, pero basta leer un libro de Historia para ver los saltos cualitativos que estos debates trae. En todo caso, recuerda, el respeto y la ley, son tus mejores aliados.