4 mentiras comunes que te han dicho sobre el pollo

El pollo es una de las mejores y más saludables fuentes de proteína. Descubre los principales mitos que giran en torno a su consumo y disfruta de integrarlo en la dieta

Pollo frito

Crédito: Yanuar Putut Widjanarko | Pexels

Hoy en día una de las principales recomendaciones en toda dieta equilibrada y saludable, se basa en el consumo de proteínas. Es por ello que han salido a la luz todo tipo de tendencias que aseguran rápidos y efectivos resultados para perder peso, las cuales promueven limitar la ingesta de carbohidratos y aumentar las proteínas y grasas saludables, tal es el caso de la popular dieta cetogénica y otros planes similares.

El pollo es una de las fuentes de proteínas más recomendadas por diversos especialistas en medicina y nutrición, en principio por su bajo contenido en calorías, grasas e inigualable aporte en proteínas de alto valor biológico. Lo cierto es que el pollo es una carne muy versátil y noble, se distingue por su alto contenido en nutrientes esenciales que mejoran el funcionamiento de todos los órganos y sistemas. Tal es el caso de su contenido en vitaminas y minerales, dentro de los cuales llama de manera especial la atención su aporte en vitamina B12 y colina que se relacionan con beneficios para promover una buena función cerebral, nerviosa y cognitiva. 

También es considerado un buen complemento para potenciar el sistema cardiovascular, fortalece a los huesos, aumenta la masa muscular, mejora el rendimiento físico y mental. Y se destaca por su alto contenido en triptófano, una aminoácido que interviene directamente en la producción de serotina y lo cual hace que el pollo se relacione con beneficios para mejorar el estado de ánimo. 

Lo cierto es que el pollo es una adición deliciosa y de lo más saludable, en todo tipo de platillos y es por ello que es una de las carnes más consumidas en todo el mundo. Teniendo en cuenta que en promedio los estadounidenses consumen la asombrosa cantidad de 201 libras de carne al año y que el pollo representa la mitad de dicha cantidad, vale la pena desmentir algunos de los principales mitos que han surgido entorno a está famosa proteína. 

1. Siempre debes retirar la piel, antes de cocinar el pollo

Durante años hemos escuchado sobre la importancia de retirar la piel del pollo, para realmente hacerlo un alimento saludable y benéfico, todo se relaciona con las declaraciones a cargo de diversos cardiólogos y nutriólogos que durante años nos han alentado a seguir una dieta baja en grasasLo cierto es que el organismo necesita de las fuentes de grasas saludables para funcionar y la piel del pollo es una gran alternativa, ya que contiene grasa insaturada que resulta de lo más benéfica para la salud. De hecho se relaciona con grandes beneficios en la prevención de padecimientos cardíacos, ayuda a regular el colesterol y es un buen complemento para perder peso, siempre y cuando se siga una dieta equilibrada. Otro de los beneficios de dejar la piel del pollo al cocinar, es que interviene de manera positiva en obtener una carne mucho más jugosa, llena de sabor e hidratada; también es un buen tip para utilizar menos sal en las preparaciones y esto beneficia la presión arterial. 

2. Los pollos se crían con hormonas, para hacerlos más grandes

Probablemente este sea el mito más popular en torno al consumo de pollo, se dice que en la industria es muy normal alimentar a los pollos con hormonas para obtener carnes más grandes y sabrosas. La realidad es que actualmente esto es completamente falso, ya que hoy en día se cuenta con diversas normas creadas por la FDA en la cual se prohibe el alimentar a los animales de granja con hormonas que potencien su crecimiento y de hecho realizan controles veterinarios regulares para vigilar que se cumplan dichos requerimientos. Por lo tanto cada día es más raro encontrarse con este tipo de pollos, aunque la mejor recomendación siempre será comprar el pollo en lugares seguros y de preferencia en sus variantes orgánicas. 

3. El pollo frito sabe mejor cuando está crujiente en el horno

Es bien sabido que el pollo frito al estilo sureño es un alimento básico en la cultura estadounidense y una preparación típica de los días de verano. Es por ello que existen muchas versiones sobre está deliciosa receta y de hecho es un tema muy importante para muchos cocineros, pues lo ideal es obtener un pollo muy crujiente por fuera y jugoso por dentro. Uno de los principales mitos acerca del mejor pollo frito, es potenciar su textura crujiente, finalizando su cocción en el horno para lograr un crujido adicional en la capa de harina. Lo cierto es que se cuenta con un trabajo de investigación realizado por la destacada revista gastronómica Food & Wine, en la cual explica que no necesita molestarse con este paso para hacer un verdadero pollo frito al estilo sureño. El recubrimiento en sí es realmente donde se logrará el crujido envidiable, para mejorar la receta, recomiendan agregar un poco de almidón de maíz en la harina para debilitar la proteína de la harina, lo que resulta en un producto final más crujiente y suave por dentro. También recuerda que el secreto del éxito siempre estará en la temperatura del aceite para freírlo.

4. La carne de pollo está bien cocida, cuando deja de estar rosada

Cualquiera que no tenga a la mano un termómetro de carnes, podría caer en los mitos acerca de la cocción adecuada del pollo. Sin embargo el pollo es una carne que requiere de una cocción completa para evitar el riesgo de contraer infecciones bacterianas, que causan intoxicaciones alimentarias y deterioran significativamente la salud. Por seguridad, todas las aves de corral deben cocinarse a una temperatura interna de 165 grados Fahrenheit, por lo tanto verificar si la carne todavía está rosada no te dirá si el pollo está listo para comer, inclusive esperar hasta que los jugos salgan claros no es una certeza. La única forma confiable de saber si un trozo de pollo está completamente cocido es usar un termómetro para carne. El USDA recomienda precaución al verificar que la temperatura alcance los 165 grados en el interior para asegurarse de que no esté demasiado cocida y pierda sus nutrientes, o también poco cocida de tal manera que pueda afectar la salud. 

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