¿AMLO espera que Trump conceda triunfo a Biden para felicitar al demócrata?
Crónica de cómo el presidente mexicano apuesta a una “doble vía” para evitar conflicto con EE.UU.
Bajo el argumento de que no se “ha oficializado” al ganador de las elecciones en los Estados Unidos, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se abstuvo de felicitar al presidente electo Joe Biden, desatando divisiones al interior de su gobierno y críticas de sus opositores.
Aunque el mandatario afirma que su postura es con base en la Constitución mexicana sobre la “autodeterminación de los pueblos”, no es necesariamente una acción “imparcial”, sino una estrategia cuyas consecuencias todavía no son medibles, pero se adivinan ante la posición adelantada de miembros del Caucus Hispano en el Congreso estadounidense, cuyos líderes han criticado a López Obrador, pues ven un respaldo al presidente Donald Trump y sus reclamos –hasta ahora sin pruebas contundentes– de fraude electoral.
Los defensores de AMLO creen que hace lo correcto. Él se mantiene firme, pero en su equipo hay voces que no se muestran tan seguras de que sea la mejor decisión, aunque públicamente deban defenderla, según fuentes consultadas por este medio, quienes hablaron bajo condición de anonimato, debido a que no están autorizadas a revelar los detalles del intercambio de mensajes.
El 7 de noviembre, de hecho, el Gobierno mexicano intentó explicar la postura de su líder al presidente electo Biden, con quien quiso hablar aquel fin de semana, pero sus funcionarios fueron informados de que el demócrata recibiría llamadas de líderes mundiales hasta el día 9. Eso ocurrió, en efecto, pero solamente de mandatarios que ya lo habían felicitado por Twitter o comunicados. Ni AMLO ni su gente pudieron hablar con el presidente electo.
Una fuente de la campaña del demócrata confirmó a este diario que miembros del gobierno de López Obrador se comunicaron desde el 29 de octubre, en una serie de correos que continuaron hasta después del 9 de noviembre. Los primeros mensajes fueron con la intención de tender puentes previos a la elección del 3 de noviembre y los siguientes para un eventual “control de crisis”, debido a la postura de López Obrador.
Todo parecía listo para que el 4 de noviembre el presidente mexicano felicitara a Biden ante su avanzada en el conteo de votos. “Estaba esperando los resultados”, confirmó la fuente con base en los comunicados del Gobierno mexicano, pero entonces el demócrata solamente sumaba 253 voto electorales.
La mañana del 7 de noviembre, The Associated Press, que desde 1848 ha divulgado oficialmente al ganador de la contienda electoral –como marca la tradición no escrita de la política estadounidense– confirmó que Biden era el presidente electo. Los demás medios replicaron el llamado, porque los datos provenían de conteos oficiales, es decir, de las Juntas Electorales. No es que la agencia de noticias decidiera por sí misma nombrar a un ganador, como afirma el presidente Trump, quien se negó a reconocer el triunfo de su contrincante, defendiendo la postura que tomó la noche del 3 de noviembre, cuando –sin datos oficiales– se había declarado vencedor.
Aquel sábado, funcionarios del Gobierno mexicano contactaron a la campaña del demócrata, querían hablar con él. La respuesta fue contundente: “El presidente electo no recibirá llamadas de líderes, sino hasta el lunes”. Los mexicanos querían dar una explicación de la posición que había tomado el presidente López Obrador.
El canciller Marcelo Ebrard había sido bombardeado por peticiones de la prensa sobre la postura de México, luego de que decenas de líderes, incluyendo varias de las naciones más poderosas, ya habían felicitado al demócrata. Ese sábado, el responsable de la política exterior mexicana solamente dijo que López Obrador daría una postura durante su viaje a Tabasco, devastado por las lluvias. “Queremos esperar a que legalmente se resuelva el asunto de la elección en Estados Unidos”, dijo AMLO. Alguien no le explicó –o él no quiso entender– cómo es el proceso electoral en EE.UU.
¿Sin consecuencias?
Una fuente de la SRE confirmó que el secretario Ebrard y otros funcionarios, incluida la Embajadora Martha Bárcena, habían entablado comunicación con la campaña de Biden. Los mexicanos necesitaban hacer un control de crisis.
El equipo del presidente electo confirmó a este diario que Biden conoce lo ocurrido y, hasta ahora, no le ha dado mucha importancia, ocupado en las trabas del presidente Trump para la transición de gobierno y el nombramiento de su Gabinete.
Aunque el Gobierno mexicano confía en que no habrá problemas posteriores, al defender la “excelente” relación que tienen con líderes congresistas demócratas, incluida la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi (California), parecen desconocer la influencia que puede tener el Caucus Hispano, cuyos líderes, incluido Joaquín Castro (Texas) y Jesús “Chuy” García (Illinois), han criticado la posición de López Obrador.
La fuente del Gobierno mexicano intentó justificar la postura de su presidente.
“Se han tendido los puentes… es una postura de la ideología mexicana”, dijo. Se le insistió sobre las diferencias del proceso electoral mexicano y el estadounidense. Reconoció que son conscientes de ello, pero extraoficialmente dijo que se espera que haya “concesión del presidente Trump” y quienes lo apoyan, como el líder del Senado, Mitch McConnell (Kentucky).
Columnistas de The New York Times y The Washington Post han señalado las posibles consecuencias para López Obrador si decide “darle la espalda a Trump” al reconocer a Biden como el nuevo presidente, afirmando que podría haber una reacción furiosa con alguna política sacada de la manga contra los mexicanos.
También explican que era posible que el líder mexicano se veía en un espejo ante los reclamos de Trump de fraude electoral sin, de nuevo, tomar en cuenta las diferencias de los procesos electorales en ambos países.
Oficialmente, el equipo de transición declinó hablar del conflicto, pero la fuente de la campaña de Biden reconoció que observan los siguientes pasos sobre la postura del mandatario mexicano.
Hasta ahora queda claro que López Obrador tiene derecho a tomar la postura que desee sobre política exterior, pero también debe asumir que hay consecuencias sobre el trato que ofrece al líder entrante de su principal socio comercial y político.