Lo usó por años como mesa de té y en realidad era reliquia muy valiosa de la antigua Italia
Una anciana de 90 años, que radica en Nueva York, fue consciente de lo que realmente tenía en su casa, usándolo como mueble, cuando le dio un vistazo al libro de un famoso arquitecto italiano
Una extraordinaria historia enlaza a una mujer nonagenaria de Nueva York, una reliquia romana y al temido emperador romano Calígula, la cual ha tenido un “final feliz”.
Resulta ser que hace un par de años, una anticuaria llamada Helen Fioratti, se puso a revisar a detalle un libro escrito en 2013 por el arquitecto romano Dario Del Bufalo, y entre sus páginas reconoció un objeto que le era muy familiar.
Resulta ser que el precioso mosaico que ella usaba como mesa para tomar el té se parecía mucho al resto arqueológico que se mostraba en aquella página: uno de los mosaicos que decoraban uno de los barcos del emperador Calígula en el lago sagrado de Nemi, cerca de Roma, y el cual se había extraviado mucho tiempo atrás.
Fioratti había comprado en la década de los 70 esta pieza, hecha de piedra serpentina y el rojizo pórfido, a la noble familia Orsini, entonces propietaria de la zona del lago de Nemi. Escondido en una maleta de un amigo que era diplomático, la mujer logró llevarse el mosaico a Nueva York y, sobre este, tomó el té y charló con su marido durante años.
De hecho, en los años 80, gente del museo Metropolitan de Nueva Yorkle ofreció a Fioratti cerca de $1 millón de dólares por tan hermosa pieza, cantidad que rechazó pues para ella y para su esposo, el mosaico representaba mucho en sus vidas.
El gran descubrimiento sobre el mosaico usado como mesa de té
Fue hasta que un día de 2013, en la presentación en Nueva York de un libro de Del Bufalo sobre el pórfido, la anticuaria reconoció su preciada mesa. 2 ligeras marcas en sendos círculos de pórfido permitieron constatar a Fioratti y Del Bufalo que aquella era la buscada pieza.
Italia resolvía entonces el misterio del “mosaico perdido de Calígula” y recuperaba una pieza de valor incalculable de su propio patrimonio histórico.
¿Cómo se perdió?
En los años 60, Italia perdía uno de los mosaicos que embellecían los grandes barcos del emperador Calígula.
El mosaico perdido de Calígula data del siglo I d.C, época en la que vivió el polémico emperador, nacido en el año 12 y asesinado en el 41 por sus propios guardias pretorianos en el monte Palatino, tras menos de cuatro años en el poder que quedaron para la historia.
La pieza formaba parte de la decoración de los 2 grandes barcos que mandó construir en el lago de Nemi, un cráter volcánico próximo a Roma y que en la época del Imperio albergaba un santuario de la diosa Diana, según explicó en la presentación Massimo Osanna.
Las naves, en realidad auténticos “palacios flotantes”, fueron el símbolo definitivo del polémico tercer emperador de Roma, del hijo del mítico Germánico, y demuestran en nuestros días “la grandeza de la ingeniería naval romana”, añadió el experto.
No obstante los barcos acabaron hundiéndose entre el fondo del lago y tuvieron que pasar 20 siglos, hasta la década de 1930, para que fueran recuperados del lodazal. Expuestos entonces en un museo, sucumbieron a las llamas de la II Guerra Mundial.
Entre los restos que se salvaron estaba este mosaico de teselas verdes, blancas y rojas, muy bien conservado, y al que, como ocurre muchas veces en la historia, se le acabó perdiendo la pista.
De regreso a casa
El vestigio fue presentado este jueves en el Museo de las Naves de Nemi ante la presencia del director general de Museos de Italia, Massimo Ossana, y de Roberto Riccardi, comandante del cuerpo de Carabineros para la protección del patrimonio, entre otros.
“Es fundamental que los objetos vuelvan a su contexto”, asegura Osanna, quien dirigió en el pasado el yacimiento de Pompeya.
Con su inauguración este jueves, y tras haber sido expuesto previamente en la residencia presidencial italiana, el Palacio del Quirinal, el mosaico se puede visitar por primera vez en un museo, claro está con las pertinentes medidas contra el coronavirus.
El regreso de esta pieza a Italia pone fin a toda una odisea que comenzó cuando se perdió su pista en los años 60. Un “final feliz” para Del Bufalo, artífice involuntario de este esperado y feliz hallazgo.