Adriano confiesa en una desgarradora carta que bebe alcohol todos los días

El brasileño habla sobre su infancia, la muerte de su padre, su adicción a la bebida y su barrio en una carta en The Players' Tribune

Adriano confiesa en una desgarradora carta qué bebe alcohol todos los días

Adriano es apodado el Emperador.  Crédito: Ricardo Moraes | AP

Adriano Leite Ribeiro surgió en Flamengo, dio el salto a Europa a los 19 años para vestir la camiseta del Inter de Milán. Fiorentina, Parma, San Pablo, Roma, Corinthians, Atlético Paranaense y Miami United lo cobijaron en el fútbol hasta su adiós en mayo de 2016. En el medio, fue un killer de la selección de Brasil con 27 goles en 48 partidos. Fue campeón del mundo Sub 17 y obtuvo la Copa América 2004 y la Copa Confederaciones 2005 con el Scratch.

Sin embargo, la carrera de Adriano estuvo atravesada por el alcoholismo y diversos casos de indisciplina que imposibilitaron un mayor crecimiento en su trayectoria. Hoy, a sus 42 años, reparte su vida en Barra da Tijuca, Río de Janeiro, pero él sigue “enterrado” en la favela Vila Cruzeiro: “Mi lugar”.

Duras declaraciones de Adriano

El centrodelantero escribió una desgarradora carta a corazón abierto en el portal ‘The Players’ Tribune, en la cual se refirió a su infancia en suelo brasileño, su primer acercamiento al alcohol y la relación con sus padres, entre otros tópicos: “¿Sabes lo que se siente ser una promesa? Lo sé. Incluyendo una promesa incumplida. El mayor desperdicio del fútbol: yo. Me gusta esa palabra, desperdicio. No solo por cómo suena, sino porque estoy obsesionado con desperdiciar mi vida. Estoy bien así, en un desperdicio frenético. Disfruto de este estigma. No tomo drogas, como intentan demostrar. No me gusta el crimen, pero, por supuesto, podría haberlo hecho. No me gusta ir a discotecas. Siempre voy al mismo lugar de mi barrio, el kiosco de Naná. Si quieres conocerme, pásate por aquí”.

A continuación, Adriano confesó en qué contexto empezó a tomar bebidas etílicas a tan corta edad: “Tenía 14 años y en nuestra comunidad todos estábamos de fiesta. Había mucha gente, esa alegría que se apoderaba de todo. Samba, gente yendo y viniendo. En aquella época, yo no era bebedor. Pero cuando vi a todos los chicos haciendo sus cosas, riéndose, dije ‘aaaahhhh’. No había manera. Tomé un vaso de plástico y lo llené de cerveza. Aquella espuma amarga y fina que bajaba por mi garganta por primera vez tenía un sabor especial. Un nuevo mundo de ‘diversión’ se abrió ante mí. Mi madre estaba en la fiesta y vio la escena. Se quedó callada, ¿no? Mi padre… Mierda”.

No superó la muerte de su padre

Acto seguido, reveló la reacción de Almir Leite Ribeiro, alias Mirinho: “‘Para ahí mismo‘, gritó. Corto y grueso, como siempre”. “Mis tías y mi madre se dieron cuenta rápidamente y trataron de calmar los ánimos antes de que la situación empeorara. ‘Vamos, Mirinho, está con sus amiguitos, no va a hacer ninguna locura. Sólo está ahí riéndose, divirtiéndose, déjalo tranquilo, Adriano también está creciendo’, dijo mi madre. Pero no hubo conversación. El anciano se volvió loco. Me arrancó la taza de la mano y la arrojó a la cuneta. ‘Yo no te enseñé eso, hijo’, dijo”, continuó. El abuelo paterno del exjugador fue un “verdadero alcohólico”, razón por la cual falleció. Debido a esa experiencia, Mirinho “tiraba al suelo los vasos y las botellas que tenía delante cada vez que veía a los niños bebiendo alcohol”.

Su muerte en 2004, poco tiempo después de que el punta fuera el goleador de la Copa América y principal figura en la coronación de la Verdeamarela, fue un golpe del que jamás pudo recuperarse: “La muerte de mi padre cambió mi vida para siempre. Hasta el día de hoy, es un problema que aún no he podido resolver”.

Mucho tiempo antes, cuando él tenía 10 años, su familia cambió por completo, luego de que Mirinho fuera baleado. “Le dispararon en la cabeza en una fiesta en Cruzeiro. Una bala perdida. No tuvo nada que ver con el desastre. La bala entró por su frente y se alojó en la parte posterior de su cabeza. Los médicos no tenían forma de sacarla. Después de eso, la vida de mi familia nunca fue la misma. Mi padre comenzó a tener convulsiones frecuentes. ¿Alguna vez has visto a una persona sufriendo un ataque epiléptico frente a ti? No quieres verlo, hermano. Da miedo”, describe en su descarnado relato.

Duros momentos en Europa

El atacante, que anotó más de 150 goles en más de 300 partidos, vivió en carne propia el sacrificio de su madre ante la incapacidad de Mirinho para trabajar. Ella contó con el apoyo de los vecinos y sus seres queridos, mientras Adriano era llevado a los entrenamientos del Flamengo por su abuela. Su viaje a Italia para jugar en el Inter era la prolongación de un sueño que lo destrozaba por dentro. La pasividad de la vida en ese continente en pleno invierno contrastaba con el deseo de estar con su familia, que se reunía en su totalidad en cada fecha festiva: “Me sentía como una mierda”.

En su narración, el exfutbolista puntualiza en sus negociaciones con entrenadores de la talla de Roberto Mancini o José Mourinho, y hasta incluso con el ex presidente del Neroazzurro, Massimo Moratti: “No pude hacer lo que me pidieron. Me mantuve bien durante unas semanas, evité el alcohol, me entrené como un caballo, pero siempre había una recaída. Una y otra vez. Todo el mundo me criticaba. No podía soportarlo más”. Además, cuestionó la opinión del público: “La gente decía muchas estupideces porque todos estaban avergonzados. ‘Vaya, Adriano dejó de ganar siete millones de euros. ¿Lo dejó todo por esta mierda?’. Eso es lo que más he oído. Pero no saben por qué lo hice. Lo hice porque no me encontraba bien. Necesitaba mi espacio para hacer lo que quería hacer”.

Sobre el alcoholismo escribió: “Bebo cada dos días, sí. (Y los otros días también). ¿Cómo llega una persona como yo al punto de beber casi todos los días? No me gusta dar explicaciones a los demás, pero aquí va una: bebo porque no es fácil ser una promesa que sigue en deuda. Y a mi edad, esto es aún peor”.

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