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Tormentas de arena en EE.UU.: ¿Cómo afectan nuestra salud?

Una tormenta de arena en Phoenix dejó miles sin luz y vuelos suspendidos, reflejando un fenómeno cada vez más frecuente en el país

Tormenta de arena Phoenix

Así se vio la poderosa tormenta de Arena que cubrió el día de ayer la ciudad de Phoenix. Crédito: Ross D. Franklin | AP

La tarde de ayer, Phoenix y gran parte del condado de Maricopa, en Arizona, quedaron cubiertos por una densa nube de polvo que transformó el día en penumbra y obligó a detener buena parte de la actividad de la ciudad.

El fenómeno dejó a más de 15,000 residentes sin electricidad, provocó retrasos y cancelaciones de vuelos en el aeropuerto Sky Harbor y redujo la visibilidad a apenas unos metros en autopistas y carreteras interestatales. Las ráfagas de viento, que superaron los 100 kilómetros por hora, no solo levantaron toneladas de arena, sino que también causaron daños en viviendas y comercios al filtrarse en sus estructuras.

Las autoridades locales reportaron además cierres de rutas debido a acumulaciones de agua y polvo, en un episodio que refleja la vulnerabilidad de una de las regiones más áridas de Estados Unidos. Este evento reavivó las alertas sobre el aumento de las tormentas de arena y polvo en el suroeste del país y su estrecha relación con el cambio climático y la actividad humana.

¿Cómo se forman las tormentas de polvo y arena?

De acuerdo con la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés), una tormenta de polvo es una pared densa de partículas que los vientos levantan y transportan, en la mayoría de los casos durante tormentas eléctricas. Se presentan sobre todo en regiones áridas, donde la vegetación es escasa y los suelos están expuestos a la erosión.

La NOAA explica que factores como el relieve, la presencia de zonas planas o montañosas y el tipo de cobertura vegetal influyen directamente en la intensidad y la frecuencia de estas tormentas. Mientras tanto, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) recuerda que este fenómeno no es exclusivo de América: afecta a más de 150 países y alrededor de 330 millones de personas.

Si bien más del 80% del polvo atmosférico global procede de los desiertos del norte de África y Medio Oriente, la OMM ha destacado el incremento de episodios en el suroeste estadounidense, particularmente durante la temporada de lluvias.

Decenas de vuelos tuvieron que ser cancelados en Phoenix por la potente tormenta de arena que se suscitó el lunes. (Foto: City of Phoenix/AP)

Factores humanos que intensifican el problema

Aunque la sequía y la erosión natural son detonantes importantes, la actividad humana desempeña un papel cada vez más decisivo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 25% de las emisiones globales de polvo se deben a acciones humanas como la deforestación, la degradación de la tierra, la sobreexplotación agrícola, la mala gestión del agua y los efectos del cambio climático.

Cuando los suelos se quedan sin cobertura vegetal, el viento encuentra menos resistencia y levanta con mayor facilidad las partículas de arena y tierra. Esto genera tormentas más frecuentes, más densas y de mayor duración, que complican tanto la vida diaria de las comunidades como la estabilidad de las economías locales.

Riesgos para la salud: el enemigo invisible

El peligro más inmediato de las tormentas de polvo suele ser la reducción de visibilidad en carreteras y aeropuertos, pero el impacto sobre la salud pública es mucho más profundo. La American Lung Association advierte que la inhalación de partículas minerales puede causar tos persistente, sibilancias, infecciones en vías respiratorias y agravar enfermedades pulmonares crónicas, como el asma o la EPOC.

Los niños, los adultos mayores y las personas con problemas respiratorios previos son los grupos más vulnerables. La OMS subraya que la exposición prolongada al polvo incrementa los riesgos cardiovasculares y contribuye al deterioro de la calidad del aire, un factor vinculado con hasta siete millones de muertes prematuras cada año en el mundo.

Además, los expertos recuerdan que el polvo no desaparece con el fin de la tormenta. Puede permanecer suspendido en la atmósfera desde unas horas hasta 10 días, lo que prolonga el riesgo para la salud de quienes se exponen al aire contaminado.

Cambio climático: un multiplicador de tormentas

Diversos estudios confirman que el cambio climático está intensificando la frecuencia y gravedad de estas tormentas. La OMM sostiene que las modificaciones en los patrones de lluvia, junto con el aumento de los periodos de sequía, están dejando grandes extensiones de tierra sin vegetación y vulnerables a la erosión.

La OMS, por su parte, enfatiza que la desertificación derivada de la crisis climática incrementa el riesgo de tormentas de polvo y arena en regiones donde antes eran poco frecuentes. Esto implica no solo un desafío ambiental, sino también económico, sanitario y social.

Los efectos económicos de estos episodios son significativos: interrupción de vuelos, daños a la infraestructura, pérdidas en la productividad agrícola y costos en salud pública. Cada tormenta puede paralizar una ciudad como Phoenix durante horas, generando pérdidas millonarias.

Además, la acumulación de polvo en viviendas, comercios e instalaciones eléctricas representa un reto adicional para las comunidades, que deben invertir en reparaciones y limpieza después de cada evento.

¿Qué se puede hacer frente a estas tormentas?

Los organismos internacionales coinciden en que la respuesta debe ser integral. Por un lado, se requiere fortalecer los sistemas de monitoreo y alerta temprana para anticipar la llegada de las tormentas y reducir riesgos en carreteras y aeropuertos.

Por otro, es necesario promover prácticas sostenibles de manejo de suelos, restauración de tierras degradadas y reforestación de zonas áridas. La OMM asegura que invertir en medidas de mitigación y control del polvo puede reportar beneficios inmediatos en la reducción de daños económicos y en la protección de la salud pública.

Finalmente, la cooperación internacional resulta clave, ya que las tormentas de arena y polvo no respetan fronteras. El transporte de partículas puede abarcar miles de kilómetros y afectar a países lejanos al lugar de origen.

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