Regreso a clases 2025: ¿A qué hora deberían empezar las clases? El debate sobre el reloj biológico de los estudiantes
Expertos alertan que los adolescentes son más nocturnos por biología y cultura; iniciar las clases temprano afecta su rendimiento

Los expertos coinciden en que las clases deberían iniciar mucho más tarde de lo habitual. Crédito: Shutterstock
En Nueva York, la discusión sobre los horarios escolares está ganando espacio en la agenda pública y educativa. La pregunta es directa, pero compleja: ¿a qué hora deberían empezar las clases los chicos?
El tema atraviesa dimensiones biológicas, culturales y logísticas, y cobra mayor relevancia en una ciudad donde muchas secundarias comienzan sus jornadas alrededor de las 8 de la mañana, obligando a los adolescentes a madrugar aun cuando su reloj interno los predispone a dormir más tarde.
El cronotipo: la biología detrás del debate
La noción de cronotipo es central para comprender el problema. Andrea Goldin, bióloga e investigadora del Conicet en Argentina, explicó que se trata de “una característica personal que marca nuestras preferencias diurnas, nuestro tiempo interno”.
Existen personas matutinas, que se levantan y acuestan temprano, y otras nocturnas, que tienden a dormir más tarde y tienen mayores dificultades para madrugar. “El cronotipo es como el color de pelo: puedes cambiar tus hábitos, pero tu naturaleza biológica sigue siendo la misma”, señaló Goldin.
El reloj biológico de cada estudiante se sincroniza principalmente con la exposición a la luz solar, considerada el factor más potente para ajustar los ritmos internos. Hábitos de alimentación, rutinas sociales y actividades también influyen, aunque en menor medida.
Adolescentes, más nocturnos por naturaleza
La ciencia muestra que el cronotipo cambia a lo largo de la vida. En la adolescencia ocurre un “pico de nocturnidad”, lo que significa que los jóvenes tienden a dormirse más tarde y les cuesta despertarse temprano. Este desfase choca directamente con los horarios escolares en Nueva York, donde las clases suelen comenzar antes de las 8:30 horas, incluso en la secundaria.
La consecuencia es que muchos estudiantes deben asistir a clases cuando su reloj biológico aún no los habilita a estar atentos. Esto se traduce en menos horas de sueño, menor concentración y peor rendimiento académico.
Nueva York es conocida como “la ciudad que nunca duerme”, y esa cultura nocturna también impacta en los adolescentes. Entre actividades extracurriculares, tareas escolares, uso de pantallas y dinámicas familiares que terminan tarde, los estudiantes duermen menos horas de las recomendadas.
El problema se agrava en invierno, cuando los adolescentes entran a clases de madrugada todavía sin luz natural. Este desajuste entre biología y costumbre puede afectar tanto su desempeño académico como su salud integral.

Consecuencias del horario escolar temprano
Dormir poco no solo afecta la atención y la memoria. Según múltiples estudios, el descanso insuficiente se asocia a más accidentes, cambios de humor, debilitamiento del sistema inmune y mayor riesgo de enfermedades.
La evidencia internacional es contundente. Una investigación publicada en Frontiers in Human Neuroscience reveló que retrasar el inicio escolar a las 10 horas redujo en más de 50% las ausencias por enfermedad y mejoró en 12% el rendimiento académico en adolescentes de Inglaterra. Cuando el horario volvió a adelantarse, los beneficios desaparecieron.
En Estados Unidos, tanto los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) como la Academia Estadounidense de Pediatría recomiendan que las escuelas secundarias no inicien antes de las 8:30 a.m. Sin embargo, en Nueva York muchas high schools comienzan a las 7:45 u 8, un horario que deja a los adolescentes con menos horas de sueño efectivo.
El doctor Diego Golombek, investigador en biología del sueño, subrayó que “los adolescentes necesitan al menos ocho horas de descanso por noche. Iniciar demasiado temprano los perjudica, porque llegan dormidos al aula y con bajo nivel de alerta”.
El punto de vista pediátrico
La Sociedad Estadounidense de Pediatría insiste en que, además de retrasar los horarios de inicio, las familias deben reforzar la higiene del sueño en casa: cenas más tempranas, limitar el uso de pantallas antes de dormir y promover rutinas que permitan alcanzar entre 8 y 10 horas de descanso.
En Nueva York, pediatras locales advierten que el cambio cultural es tan importante como el organizativo. “No se trata solo de que la escuela empiece más tarde, sino también de que los adolescentes se acuesten a tiempo”, remarcan.
Posibles soluciones en Nueva York
Modificar los horarios escolares implica desafíos logísticos: transporte público, organización laboral de los padres, disponibilidad de docentes y actividades extracurriculares. Sin embargo, los expertos señalan algunas medidas intermedias:
* Retrasar la entrada de los cursos superiores de secundaria, donde el impacto de la falta de sueño es mayor.
* Ubicar a los estudiantes en aulas con mejor entrada de luz solar en la mañana.
* Comenzar la jornada con educación física para activar el reloj interno.
* Evitar poner las materias más complejas en las primeras horas del día.
Además, existen tests como los de la iniciativa científica Mi Reloj Interno, que permiten identificar el cronotipo de cada estudiante y orientar a las familias sobre qué turno se ajusta mejor a sus necesidades biológicas.
Un debate abierto con impacto en la salud
La experiencia internacional demuestra que retrasar el inicio escolar no solo mejora las calificaciones, sino que también reduce el ausentismo, disminuye accidentes de tránsito en adolescentes y mejora la salud mental.
En Nueva York, donde la diversidad cultural y las exigencias escolares son enormes, el debate ofrece una oportunidad para repensar los horarios educativos en función de la ciencia y la salud, más allá de las costumbres heredadas.
Como concluye Goldin: “No se trata solo de empezar más tarde por comodidad, sino de darles a los adolescentes la posibilidad de aprender en el momento en que su cerebro está realmente despierto”.
El futuro de la organización escolar en la ciudad podría orientarse menos por la tradición y más por la biología. La evidencia es clara: iniciar la escuela más tarde es un camino probado para lograr estudiantes más descansados, atentos y capaces de aprender mejor.
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